El término está incluido en el memorando de entendimiento para el diálogo sobre Venezuela de Ciudad de México: convivencia. Incluso, es un vocablo promovido por dirigentes de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro. Pero, ¿qué significa como estrategia? ¿Es posible la convivencia del chavismo con sus detractores tras 22 años de rivalidad?
La palabra aparece mencionada en al menos tres oportunidades dentro del documento firmado por los delegados del oficialismo y la oposición venezolanos en Ciudad de México, el pasado 13 de agosto, para inaugurar un proceso de negociaciones que deriven en acuerdos en siete puntos clave.
Ante funcionarios del Reino de Noruega, México, Rusia, Países Bajos y otro grupo de países amigos, los representantes Jorge Rodríguez, por Maduro, y Gerardo Blyde, por la plataforma unitaria que se le opone, firmaron un texto que reivindica su compromiso “con el fortalecimiento de una democracia inclusiva y una cultura de tolerancia y convivencia política”.
Luego, como quinto elemento de la agenda, insisten en la “convivencia política y social” junto a la “renuncia a la violencia” y la “reparación de las víctimas” de ella. Finalmente, como regla general de ese proceso, el documento hace votos porque esa negociación permita establecer “reglas claras de convivencias política y social con respeto absoluto a la Constitución nacional”.
La convivencia es un término que no parece calzar en la crisis política venezolana de los últimos 22 años. Desde el ascenso del expresidente Hugo Chávez al poder, el país suramericano ha acumulado un amplio expendiente de acusaciones mutuas, intentos de golpes de Estado, anulaciones políticas, muertes por motivos partidistas, detenciones y persecusiones, períodos de protestas violentas de calle y acusaciones de prácticas dictatoriales.
Francisco Alfaro, politólogo y autor del libro Venezuela en clave, breve historia de la convivencia política (1820-2020), explica que la convivencia es “el grado máximo de coexistencia entre los seres humanos” y, en política, supone el respeto al contrario a pesar de las opiniones e ideologías diversas.
“Requiere de un compromiso de incrementar las responsabilidades y los deberes para con el otro. Es la capacidad que tenemos los seres humanos para coexistir con el otro, respetando sus derechos y libertades y defendiéndolo, incluso. Es uno de los aspectos que en Venezuela son necesarios garantizar”, comenta el doctor en estudios de paz y conflicto a la Voz de América.
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Polarización desgastada
Ricardo Ríos, politólogo y presidente de la firma Poder y Estrategia, valora como “muy acertado” que el diálogo de México haya acuñado la convivencia en un país que ya acumula dos décadas “con un no reconocimiento del otro”.
Apunta que Venezuela experimenta una polarización “cada vez más pequeña”, cercana solo al 20 por ciento entre su población, muy lejos de los altos niveles de tensión social por razones políticas que existían a principios de siglo.
“Eso se fue desgastando. La mayoría tiene una profunda desafección política por agotamiento, no tiene preferencias, sino que está de espalda a toda la situación política”, expone Ríos en entrevista con la VOA.
Explica que hay sectores dominados por un enfoque polarizante en el país, que interpretan la convivencia como “una ofensa”. “Si caemos en una dinámica de venganza, ese círculo de violencia no se cierra sino se amplía. La realidad es que necesita el país un entendimiento. El gobierno y el chavismo no ha logrado extinguir al otro y la oposición no lo ha logrado sacar del poder y mucho menos extinguirlo. Necesita el país entrar en otra dinámica”, observa.
Esta semana, el dirigente del partido Voluntad Popular Freddy Guevara reivindicó una nueva estrategia con base en el diálogo de México. “Tenemos que pasar a un proceso de convivencia, no con estructuras dictatoriales, pero sí con todas las fuerzas políticas del país”, manifestó ante la prensa Guevara, a quien el gobierno de Maduro liberó hace pocas semanas tras detenerlo bajo acusaciones de su presunto nexo con bandas criminales de barriadas de Caracas.
Otros dirigentes de oposición, como María Corina Machado, de Vente Venezuela, expresan su repudio a los “acuerdos de cúpulas”, “la rendición” y la “capitulación” dentro de sus filas por el diálogo de México y el anuncio de la mayoría de la plataforma unitaria de participar en las elecciones regionales.
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Voluntad política
Alfaro, por su parte, resalta que la convivencia exige a cada cual renunciar a la tentación de desconocer al otro. En Venezuela, explica, el término se interpreta como “algo negativo” en contados sectores opositores y oficialistas.
Menciona que un antecedente reciente data de 2002 y 2003, luego de la deposición y retorno al poder de Hugo Chávez, cuando la Organización de Estados Americanos promovió un diálogo centrado en el aseguramiento de espacios de convivencia pacífica entre las partes en conflicto. En 2016, delegados del Vaticano hicieron lo propio en otra ronda de negociaciones.
El analista valora como “interesante” que el memorando de México incluya declaraciones de reconocimiento de la gravedad de la crisis y un compromiso previo de hacer “todo lo posible” para que la misma no continúe.
“Hay que ver si en este mecanismo hay una voluntad política mayor que permita. Siento que se está haciendo un esfuerzo (por la convivencia). Creo que ha habido una cierta voluntad de bajarle el tono al discurso ofensivo, a la descalificación del otro. Hay un esfuerzo por recuperar la otredad (la condición del otro), de reconocer que el otro tiene dignidad, es tan válido como yo”, dice.
Alfaro destaca que los sistemas democráticos suelen favorecer la convivencia gracias a instituciones sólidas, un escenario que luce improbable en una Venezuela donde los factores políticos de poder se pretenden anular.
“Tenemos un tejido social debilitado y un marco institucional bastante deshecho, con la utilización de discursos de odios”, acota. La convivencia, insiste, es probablemente el objetivo “más complejo” del diálogo de México.
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