Se asume la Navidad no solo como razón de celebración cristiana, sino también como ritual para festejar la esperanza de un nuevo tiempo
Desde que Roma instituyó la Navidad, hace más de dos siglos, su celebración ha sido parte de la vida social del hombre. Aun cuando la Navidad no concuerda con la Biblia. Su origen reside en costumbres y ritos paganos. De hecho, en Corintios 6:17 puede leerse algo que asienta la susodicha consideración: “Salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor. No toquen nada impuro y yo los veré con agrado”.
Ni los apósteles de Jesús, ni los primeros cristianos, celebraban la Navidad. Jesús solo mandó que se recordara su muerte. No su nacimiento. (Léase Lucas 22: 19-20). Es por tanto que la Biblia no refiere la Navidad como razón a ser celebrada. Además, no hay prueba de que Jesús hubiese nacido un 25 de diciembre. Sin embargo, el mundo cristiano celebra la Natividad como expresión de renovación de la esperanza. Valor que sirve el hombre como fundamental puntal de vida.
Sumado a esto, la Epístola a los gálatas 4: 4-5 pone de relieve una motivación que exalta la cristiandad en su mejor significado. Escribe Pablo de Tarso que al llegar la plenitud de los tiempos, “(…) Dios envió a su hijo quien nació de mujer y para ser quien libertaría de la Ley a todos los que estaban sometidos. Así llegamos a ser hijos de Dios”.
De ahí pues que la Biblia invite a emplear la razón como soporte de vida. Lo hace para que sean tomadas aquellas decisiones que mejor proyectan las capacidades de cada ser humano. De esa manera, esta acción busca que cada individuo pueda brindar lo mejor de sí mismo (léase Romanos 12: 3-8)
No obstante, por lo arriba expuesto no debe desdeñarse la crudeza propia de los tiempos presentes. Realidades estas forjadas por la violencia, el resentimiento, la codicia, la envidia, el odio y el egoísmo que consumen la espiritualidad del ser humano.
Así que se asume la Navidad no solo como razón de celebración cristiana, sino también como ritual para festejar el recibimiento de un nuevo tiempo. Todo, por supuesto, desde la perspectiva de la dinámica social, política y económica que se vive. Lo cual no invalida la necesidad del hombre por reflexionar de cara a la esperanza que la vida es capaz de ofrecer.
Y hacerlo ante los problemas que contrastan las realidades de países oprimidos y reprimidos (como Venezuela), lleva a inferir que el tiempo que suscribe la Navidad es exacto para encarar lo que las petulancias, presuntuosidades, fastuosidades y apariencias intentan ostentar.
La Navidad entre dos acepciones
Reconocer la Navidad compromete dos acepciones. Primeramente, su esencia y sus vivencias en lo que desde la esperanza puede lograrse. Y es lo que esta disertación plantea para sembrar la reflexión necesaria que termine haciendo ver la siguiente consideración. Y es que entrar en tiempo de Navidad no implica separar la esperanza de las duras realidades por las que los actuales tiempos atraviesan.
Cabe entonces la segunda acepción, que tiene que ver con las vivencias que el individuo se permite en tiempos navideños. Pero, sobre todo, en medio de tiempos tan complicados y desconcertantes como los actuales. Particularmente, en el contexto de un país que (como Venezuela), se encuentra asediado por los más atroces episodios que pueden caber en la narrativa histórica contemporánea. Episodios que dan cuenta de estar viviendo en un precario remedo de república.
Se vive bajo un régimen que no ha sabido asumir responsabilidad alguna, pues la desvergüenza y la deshonestidad son sus más resueltos criterios de gobierno.
Todo esto coadyuvó a que el régimen hiciera de Venezuela un país reducido por la corrupción e inmoralidad. Situación presidida por un militarismo codicioso, un funcionariado adulón y por acólitos altaneros y mal portados. Un país donde hasta las ilusiones son difíciles de creer.
Un país donde quienes ejercen el poder actúan cual desaforados vividores del pueblo. Que se ha situado al borde de la memoria. Un país que ha comenzado a vivir de no hacer nada.
Aun así, no por ello debe abolirse la esencia de la Navidad. Aunque las vivencias sean tan duras como el golpe que el asesino procura dar cuando busca exterminar a su víctima de manera fulminante. Sin embargo, sigue habiendo y sobrando razones para preguntarse si acaso estos tiempos de regocijo cristiano son tiempos para renovar esperanzas. O acaso ¿serán nuevamente otras navidades ultrajadas…?
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