Los ingresos cada vez más reducidos no son el único obstáculo a la hora de conseguir la comida del día en Cuba. Para que los alimentos lleguen del campo a la mesa, primero tienen que atravesar un laberinto lleno de trabas tales como la escasez de insumos, la inseguridad en el pago a los productores y las condiciones climáticas adversas. El Estado interviene en cada paso del proceso, especialmente en la distribución.
El gobierno lleva hablando más de una década de soberanía alimentaria, pero los problemas persisten. Las más de 60 medidas que lanzó en abril de este año para impulsar la producción nacional todavía no rinden frutos. Ante la incapacidad de autoabastecerse, Cuba debe importar cerca del 70 por ciento de los alimentos que necesita, con un costo superior a los dos mil millones de dólares al año. Paradójicamente, una parte de algunos alimentos que se producen en la isla, como la papa, se destina a la exportación.
Para ilustrar el acto diario de malabarismo que supone para los cubanos conseguir alimentos y lograr que el bolsillo aguante, los periodistas Jessica Domínguez y Jesús Arencibia implementaron una calculadora con la que los lectores del especial El drama de la comida en Cuba, publicado por El Toque y CONNECTAS, pueden simular la compra del mercado en la isla. Un dilema cotidiano para el que no parece existir una pronta solución.