El sol inclemente, el azul brillante del cielo y el verde vivo de las montañas contrastan considerablemente con el ambiente de desolación, tristeza y destrucción que se vive en Las Tejerías, tras el deslave registrado durante el fin de semana.
A días de esta tragedia, que arrasó con casas, comercios y se llevó la vida de varios de sus habitantes, continúan las labores de rescates por parte de los organismos de seguridad del Estado.
De acuerdo al último reporte oficial, ofrecido al final de la tarde de este martes, al menos 43 personas han fallecido y 56 se encuentran desaparecidas. Entre ellos, lamentablemente, también hay niños.
«Se llevó muchos niños; los niños de la iglesia, los niños que estaban en una fiestita que estaban haciendo. Muy mal, se llevó a mucha gente conocida; se llevó a Victoria, la hija de mi hermano. Muy triste esto, lamentable la situación que estamos viviendo acá», manifiesta Enderson Gutiérrez, sobreviviente de la tragedia.
Tanto él, como su madre y hermano, perdieron sus casas, enseres y vehículos. «Los carros, las casas… Todo, eso acabó con todo. Perdimos televisor, nevera, cocina, incluso la camioneta quedó tapiada», agrega.
Juana (nombre ficticio) recuerda con nostalgia la guardería que tenía en su casa, una casa que con esfuerzo y trabajo construyó hace 35 años. «Yo aquí tenía la guardería, los niños me querían bastante. Yo tenía juguetes, de todo. Les enseñaba a leer. Ellos para mí fueron (se le quiebra la voz) Hay niños desaparecidos, niñas desaparecidas», menciona.
Barrio Libertador
El barrio Libertador fue uno de los más afectados. En él, estaba ubicada la iglesia evangélica Guerreros de Cristo donde el día del deslave se congregaban al menos 21 personas, de las cuales solo tres lograron salir con vida. Un adulto y dos niños.
«Se llevó al pastor, a la pastora; se llevó como 18 personas. Vino una oleada y los traicionó. Los que se salvaron agarraron cerro», narra Juana, quien agradece a Dios porque el día de la tragedia se encontraba en Maracay, acompañando a su hermano en una cita médica.
El señor Valentín Rodríguez fue uno de los habitantes que logró sobrevivir gracias a que subió el cerro. «Fue terrible, terrible. Gracias a Dios mis hijas y yo pudimos salvarnos, milagrosamente, porque agarramos el cerro», rememora, con los ojos aguarapados.
Valentín fue el último en salir de su casa, cuando los gritos de sus hijas le advertían de la cercanía del agua. Cuando salió, la quebrada le llegaba a la altura de las rodillas, aún así pudo cruzar y subir a la montaña.
Sus tres hermanas no corrieron con la misma suerte; fueron arrastradas por la quebrada cuando estaban en la iglesia. Hasta la tarde del martes, solo dos de los cuerpos habían aparecido.
«Primera vez en la vida. Eso fue terrible, no tiene explicación. Fue fuerte», dice con la voz entrecortada.
Otra Vargas
Las víctimas de la vaguada producto de la Onda Tropical 41 no pueden evitar comparar su situación con la ocurrida en el año 99 en el estado Vargas.
Zuleima Gómez jamás había visto tanta agua como la que desató las lluvias de la tarde del sábado 8 de octubre, y que arrasó con su casa y la de sus dos hijos. «Eso era un río que normalmente echaba agua, pero tampoco así como ese día. Eso fue demasiado. Yo dije, otro Vargas en Aragua. Demasiado agua», describe, desde donde estaba ubicada la casa de su hijo menor.
A pesar de que Lili (nombre ficticio) agradece a Dios el estar viva, no escapa del dolor de saber que tantas vidas se perdieron y que de su ranchito de madres solo quedan algunas columnas, con las que tenía previsto su casa de bloque.
Ella fue la heroína de varios de sus vecinos. Gracias a que les avisó con tiempo, muchos de ellos lograron sobrevivir. Lamentablemente, el recuerdo de la vecina que no pudo salvar aún vive en ella.
«Las piedras hacían que el piso temblara. No tengo palabras, fue traumático. Al punto de que yo no he dormido bien porque tengo el ruido de las piedras, de la quebrada; las imágenes de la señora que fue la última que ella vió porque yo le dije que se saliera pero no pudimos hacer nada. Eso fue una pesadilla», cuenta, aún sin poder asimilar todo lo que ha vivido.
Años de trabajo
Debido al deslave que devastó Las Tejerías, muchos comerciantes perdieron años de trabajo. Este es el caso de los hermanos Rivas, nietos del fundador del famoso Matadero. Sin embargo, para ellos, 50 años de trabajo no se compara con aquellas personas que perdieron la vida, sus hogares y seres queridos.
«Estos son muros y hierros, era nuestro trabajo, el trabajo de mi abuelo, el trabajo de mis tíos; pero más perdió esa gente que perdieron su casa, perdieron la vida, perdieron sus hijos», mencionan.
El Matadero tenía más de 50 años y surtía carne a Caracas, Los Teques y Maracay. En estos tiempos, en qué se recuperaban de la recesión económica y de dos años de pandemia, tenían a su cargo a más de 50 trabajadores. Pero de este comercio se beneficiaban muchas más familias, incluídos los transportistas y distribuidores.
Esos trabajadores eran para ellos parte de la familia, con quienes crecieron y compartían fines de semanas de sancochos, dinámicas deportivas y juegos para los más pequeños.
«Éramos una gran familia. Lo que da tristeza no tanto haber perdido esto (señala las instalaciones devastadas) sino tantos niños y tanta gente que están bajo la tierra», dicen con la voz entrecortada.
Pese a todo, la fortaleza y determinación de reconstruir su fuente de ingreso y ayudar a las familias de Las Tejerías se mantiene intacta. «El Matadero es algo material, fue algo que mi abuelo construyó y lo volveremos a construir. Aquí estaremos firmes, ayudándonos entre todos», aseguran.
Magnitud del desastre
En el caso del barrio Los Angelinos, parte alta de Las Tejerías, los más afectados fueron los campesinos que perdieron parte de sus parcelas y la carretera por la cuál transportaban sus cosechas.
«No quedó carretera para sacar la siembra. No vamos a tener cómo subsistir y eso era lo único que teníamos como para sobrevivir», cuenta Caridad Veguilla, quien vive de la cosecha de aguacates.
Tras el derrumbe de la carretera que los conecta con el barrio La Arenera, los vecinos se organizaron y abrieron un camino por la montaña. No obstante, requieren de la reconstrucción de la vialidad para que puedan transitar los vehículos.
«Nos acostumbramos a ser guerreros, a pasar por huecos, por encima de las raíces. Nos acostumbramos al campo, ¿pero para bajar la mercancía? ¿Ahora que vamos a hacer, vamos a comer aguacates solo?», se cuestiona.
Hasta esa zona han llegado helicópteros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a llevar alimentos a las más de 40 familias afectadas.
Aunque han recibido ayuda de entes gubernamentales y voluntarios, para las víctimas de Las Tejerías aún falta apoyo, debido a la magnitud del desastre.
«Si nos han apoyado bastante, ha venido bastante ayuda, pero para la cantidad de personas y tragedia, es poquito. Aún falta, falta mucha ayuda, bastante», enfatiza Vicky, afectada del sector El Béisbol.