“Los venezolanos tenemos derecho a conocer detalles de los resultados obtenidos con los productos experimentales cubanos Soberana 02 y Abdala”. Con esta exigencia abrió la Academia Nacional de Medicina su boletín N° 35, luego de que Delcy Rodríguez anunciara, el pasado 24 de junio, el arribo de un cargamento con 30.000 dosis de Abdala, y la posterior inclusión al plan de vacunación que lleva adelante el país en su segunda fase.
Este producto biológico, que llegó al país como una donación de Cuba y alcanza para 10.000 personas por requerirse tres dosis, no ha sido aprobado por la Organización Mundial de la Salud para uso de emergencia. Desde marzo de este año, la sociedad científica venezolana ha alertado que tanto Abdala como Soberana 02 utilizan una metodología antigua que no ha sido comprobada en el caso de la COVID-19.
Sin argumentos, el representante del Grupo Industrias Biofarmacéuticas Biotecnología Cubana, Pedro Almenares, aseguró que es “una vacuna segura, confiable, que ha mostrado una eficacia del 92,28%”.
A pesar de la inexistente base científica, Venezuela suscribió un contrato por 12 millones de dosis de Abdala. Este es el segundo contrato que firma el país en menos de 30 días para la adquisición de vacunas. A principios de junio, el ministro de Salud, Carlos Alvarado, firmó un acuerdo con Rusia para comprar vacunas EpiVacCorona.
Mientras llegan dosis desde Cuba y se cumplen más de dos semanas sin recibir vacunas rusas ni chinas, el Estado guarda silencio sobre la cantidad de vacunados. El último reporte de la Organización Panamericana de la Salud indica que Venezuela ha aplicado más de 1,4 millones de dosis. Solo 223.858 personas están completamente vacunadas contra el virus.