Regina Freites
«Hasta el frío de diciembre se ha ido» comentaba una persona en la calle el 25 a la medianoche, cuando al asomarse a la calle observó el ambiente vacío y solitario que otrora tenía en ellas una multitud de niños divirtiéndose con sus juguetes y personas entusiasmadas andando a pie a visitar a familiares y vecinos.
Pocos a esa hora jugaban en las vacías calles que solo eran llenadas por la invasión del polvo del Sahara que daba un toque de misterio a la noche; ello dado también a que muchos niños no recibirían el regalo soñado; porque o alcanzaba para la comida y algo de ropa, o para el regalo, teniéndose que conformar con un juguetico barato para no acostarse con el estómago vacío. Solo algunos jóvenes en grupos estaban dispuestos a buscar dónde divertirse deambulando de una cuadra a otra sin conseguir donde ir.
En los hogares las puertas estaban cerradas, nadie esperaba este año una visita ni una parranda, el cansancio los agotó temprano antes de recibir la hora del nacimiento del niño Jesús por el tremendo trajín del día. Muchas familias cenaron temprano con lo que se pudo comprar o lo que había, siendo contadas las que se mantuvieron despiertas y cenaron el plato navideño completo para cumplir con la tradición.
Para algunos fue un privilegio recibir una parranda en su casa, pues cada día quienes defienden este sentir navideño son menos.
No obstante, la tradición no muere en la ciudad de Carúpano en el estado Sucre, donde en medio de la crisis económica, sea en mayor o menor medida, los carupaneros se las ingenian para mantener latente la tradición.