El castrismo y su dictadura, extendida a Venezuela, se alimenta de fusiles y cadenas; la libertad del espíritu humano. Foto: fotograma del videoclip Patria y vida, de Yotuel.
Llegó la hora, pasó lo que tenía que pasar. Despertó la generación que dará al traste con la revolución castrista. Se acabó el romanticismo revolucionario. La mesa de la libertad está servida, a pesar de la complicidad internacional. Aunque a trompadas, palos, crueldad, armamento represor, venganza y tortura la afrenta castrista logre controlar la muy delicada situación, los que han estado saliendo a las calles de La Habana y otras ciudades para exigir libertad, democracia, son los jóvenes.
Sí, son los nacidos dentro de la revolución, vestidos, educados como admiradores del comunismo socialista castrista y la mentira de la piltrafa asesina del Che Guevara. Ellos marcarán un antes y un después. No son los veteranos del Escambray (donde encontraron refugio los aborígenes cubanos; los combatientes del Ejercito Mambí, luchadores por la independencia (1868-1898); o donde se albergaron guerrilleros del Movimiento 26 de julio, Directorio Revolucionario 13 de marzo y el Segundo Frente Nacional en su guerra contra el general Fulgencio Batista (1957-1958). Tampoco los melancólicos de la Cuba antes del 1959. Y menos aun los saboteadores enviados por el imperio estadounidense ni gringos de la CIA.
Son hijos, descendencias, retoños del perverso proceso castrista, sin sueños con incertidumbre, hambre, miseria y desesperación, los que rechazan “patria o muerte” y vitorean “Patria y vida”, los que no vivieron ni conocieron una Cuba anterior.
Video del tema Patria y vida, en el canal oficial Yotuel, en Youtube.
Moceríos que no solicitan vacunas que el régimen les niega, aunque temerosos y angustiados, los jefes tiránicos aleguen esa exigencia como motivación y excusa. No solo están atacando patrullas de la temida y brutal policía, formada para reprimir, pidiendo mejores salarios o reivindicaciones. No se agrupan frente al hermoso e imponente Palacio del Congreso, memoria de un pasado diferente y testigo blanco de la infame sumisión esclavista, para exigir cambios de leyes y mejoras sociales.
Es mucho más grave, definitivo y retador. Es una sociedad germinada en el socialismo castrista, que levanta sus manos -y teléfonos celulares- para exigir con pasión y en justicia lo que la barbarie y crueldad comunista no puede darles: libertad.
Las juventudes herederas han entendido que en libertad todo es posible: la prosperidad y la derrota, lo bueno y malo, pero con derecho a elegir un futuro independiente, promisor. Han concientizado que el éxito social no se logra por halagar, adular, obedecer sin cuestionar al tirano. Y salen a la calle pese al temor de ser reprimidos o asesinados por policías uniformados y de civiles.
La libertad es un infinito que se lleva profundo en el espíritu. Nos convierte la vida en un reto personal y no como destino decidido por cretinos bufones asalariados. O por un imbécil dictador corrupto, sus testaferros, cómplices y represores. Eso es exactamente lo que ha comprendido e interpretado la sociedad cubana de hoy, que nació y creció en el deshonor del despotismo, en la infamia del fanatismo y en el oprobio del absolutismo.
Poco importa si lo aprendieron por comparación de familiares y amigos huidos al extranjero; si se enteraron por internet de que existe un mundo y futuro mejor, o si lo descubrieron por lo que cuentan los fugados de las delegaciones enviadas, en un esquema cuasiesclavista, a países en los cuales hay pobreza y dificultades. Pero los ciudadanos tienen libertad de acción y omisión. Lo único que interesa y cuenta es que lo saben, sienten, exigen, pretenden y, por ello, están dispuestos a poner la cara, asumir el riesgo y sacrificio para ser libres. Después de que obtengan libertad, escogerá cada uno su destino personal.
Eso es lo que ignoran o no logran comprender quienes están al tanto de cómo controlar los estultos burócratas enquistados, sin soberanía ni integridad, pervertidos en la sumisión y con los represores a sus órdenes. Esos que a cualquier petición solo saben responder como sus alumnos castro-maduristas, con reprimenda y salvajismo.
La libertad es siempre una emoción fuerte, potente, profunda, recia y apasionante. Puede que se contenga por un tiempo, pero jamás se olvida, es más honda y poderosa que la represión.
La dictadura se alimenta de fusiles y cadenas, la libertad del espíritu humano.
Por eso podría pasar que a tiros, golpes y carcelazos el régimen logre más o menos el control de las calles. Pero jamás podrá controlar la rebelión ciudadana en busca de libertad. En ninguna parte. Ni allá, ni aquí.
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