Zaida Salomo es una inmigrante venezolana que se encuentra atrapada junto con otros 15 compatriotas en las playas de Necoclí, Colombia, a la espera de que la única empresa de transporte marítimo que opera en esta localidad los acerque hasta el municipio de Capurganá, donde esperan hacer tránsito por el Tapón del Darién, el corredor selvático que los lleva a Centroamérica en búsqueda de llegar a Estados Unidos.
El único problema para ella y los demás migrantes es que la empresa colapsó ante la imposibilidad de garantizar la salida de las personas y ocasionó el represamiento masivo de más de 11.000 haitianos, cubanos, africanos y venezolanos, que hoy duermen en carpas importadas.
“Yo no tengo el sueño americano, yo lo que quiero es libertad, porque si pude sacar a toda mi familia y yo fui la última que salí para que no los fueran a asesinar en mi país”, dijo Salomo al programa Venezuela 360 de la Voz de América (VOA).
Una historia similar cuenta Jeison Díaz, quien inició su travesía cruzando por varios países de América Latina, donde según explica tuvo que vivir en carne propia la xenofobia y el maltrato.
“En Ecuador, más que todo ecuatorianos, nos trataron mal. Sabiendo que muchos de nosotros venimos a guerrearla, a buscar una nueva vida, un trabajo, a defender lo que tenemos allá en Venezuela”, relató a Venezuela 360 este migrante venezolano.
Se calcula que más de 11 mil migrantes haitianos, cubanos, africanos y venezolanos están atrapados en Necoclí, un municipio colombiano, fronterizo con Panamá.
Mientras aguardan, no les queda otra opción que dormir a la intemperie, expuestos a las altas temperaturas, los fuertes vientos y las lluvias que azotan por esta época el Golfo de Urabá. Por ahora solo tienen que esperar pacientes para poder conseguir un boleto que los lleve hasta Capurganá, corregimiento del departamento del Chocó y último municipio de Colombia en la frontera panameña.
“Dormimos aquí en la playa. A otros nos regalaron unas carpas, otros duermen en sábanas estiradas en la playa; pero prácticamente todo se hace aquí, cocinamos en un fogón improvisado que tenemos ahí de leña”, cuenta a Venezuela 360 Zaida Salomo.
De este grupo, algunos ya iniciaron su camino hacia el Darién, la frondosa cordillera que separa a Colombia de Panamá, y donde los ‘coyotes’ hacen de las suyas. Los riesgos de buscar una mejor vida e ir tras el sueño americano, deja en ellos hoy lamentaciones de por vida.
“No quisiéramos pasar ese tramo porque llevamos una niña de 13 años y el miedo de nosotros es que le hagan algún daño, porque junto a mi hermana violaron a una niña de 14 y mataron dos haitianos delante de ellos”, dice a Venezuela 360, Wilfraya Araujo, otra migrante venezolana.
La situación ha provocado la declaratoria de calamidad pública en el municipio de Necoclí, los servicios públicos y hoteleros han visto desbordada su capacidad. Autoridades explican que el paso de migrantes por la zona es frecuente, pero el municipio no tiene recursos para atender a esta población.
“Nosotros en este momento lo que más queremos es que se haga de carácter humanitario, hacer un plan de contingencia, que estas personas puedan salir del municipio. Le hemos pedido a la empresa transportadora que amplíe su flota de transporte, ya sea con otras empresas, conseguir otras lanchas que puedan sacar más personas en el día y así poder evacuar a todos”, explica a Venezuela 360, César Zúñiga, director de gestión del riesgo de Necoclí.
Por ahora esta selva es la única opción para estos centenares de migrantes de diferentes nacionalidades. Muchos de ellos, en su mayoría venezolanos, solicitan a los gobiernos de Colombia y Panamá habilitar un corredor humanitario marítimo durante 6 días, para evitar cruzar el Darién.
VOA.
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