Nació en marzo, sin mucho brío, cuando se cambiaba por 52 centavos de dólar, pero el billete de un millón de bolívares pasó semanas sin ser visto en Venezuela, invisible cual Bin Laden. Ahora, que ya circula ampliamente, la implacable devaluación lo ha llevado a cambiarse por menos de 25 centavos, por lo que está abocado a desaparecer.
“Mira nada, ni siquiera un caramelo; con esto pagas un pasaje de (autobús de) aquí a la esquina y de regreso. No vas a ningún lado”, explica Maribel Ramírez, una ciudadana de Caracas que lleva uno de esos billetes en la mano y responde a la eterna pregunta de qué se puede comprar con él.
En tono azul, sin muchas florituras y con el rostro de Simón Bolívar reconstruido por el Gobierno venezolano en 2012 a su imagen y semejanza, el billete palidece cada día frente a un dólar en el que la mayoría de los ciudadanos hacen sus cálculos y que es ya la moneda casi hegemónica en Venezuela.
Una búsqueda entre autobuses
La devaluación constante del bolívar, que ha devorado la capacidad adquisitiva de los venezolanos conforme crecía con la inflación, muestra su cara más dura con la corta vida que ha dado a un billete nacido con más valor para los coleccionistas que para los ciudadanos.
Ramírez explica que en abril, cuando comenzó a verse el billete azul, el dólar rondaba los dos millones de bolívares y por cada paquete de arroz pagaba 1,4 millones de bolívares.
“Ahora, un paquete de arroz vale un dólar completo, 4 millones de bolívares”, señala.