Luz Mariana Julios y su hijo de 11 años estuvieron menos de 48 horas en Estados Unidos. A los venezolanos les aplicaron la medida de expulsión expedita de inmigrantes, una política que permite la deportación rápida de indocumentados sin que medie una audiencia, que restableció sin restricciones el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump
Luz Mariana Julios y su hijo son parte de los primeros venezolanos deportados de Estados Unidos de forma expedita en la era de Donald Trump. La mujer de 43 años intenta levantarse del golpe.
Se sentía perdida y asustada en la ciudad de Villahermosa, estado de Tabasco, en el sureste de México. En plena madrugada de este viernes 24 de enero, cerca de las 2:30 a.m., los liberaron. “Nos dejaron a todos en la calle, sin dinero”, cuenta Julios a El Pitazo.
El avión en el que fueron expulsados era un crisol de culturas, afirma. La mayoría de los pasajeros cubanos y venezolanos, aunque también había una familia rusa y algunos de El Salvador y Honduras.
Julios y su hijo de 11 años estuvieron menos de 48 horas en Estados Unidos. A los venezolanos les aplicaron la medida deexpulsión inmediata o expedita de inmigrantes, una política que permite la deportación rápida de indocumentados sin que se haya realizado una audiencia, que restableció sin restricciones el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
“Nunca se nos informó del tipo de proceso al que estábamos siendo sometidos ni se nos notificó sobre la orden de deportación. Tampoco se nos permitió la posibilidad de recibir asistencia legal o llamar a un familiar. Simplemente, nos sacaron y ya”, expone la caraqueña, sin un papel en el que conste su expulsión.
Se sintió profundamente vulnerada. “Evidentemente, uno rompe la ley, porque uno se entrega de manera irregular. Pero ya estando en suelo americano, uno tiene derechos”, sostiene.
“Tal como lo prometió, el presidente Trump está enviando un mensaje contundente al mundo: aquellos que ingresen ilegalmente a Estados Unidos enfrentarán graves consecuencias”, indica la Casa Blanca en un mensaje en su cuenta de la red X, que acompaña con una fotografía de migrantes ingresando a un avión para un vuelo de deportación, este 24 de enero.
Sin CBP One se acabó la esperanza de llegar a EE. UU.
Luego de 6 meses en México esperando una cita de la aplicación CBP One que nunca llegó, Luz Mariana tomó la decisión desesperada de cruzar la frontera de forma irregular la noche del martes 21 de enero y entregarse a funcionarios de la Patrulla Fronteriza.
“Cuando el lunes (20 de enero) supe que habían cerrado CBP One me lancé para la frontera (…) estuve aquí tratando de hacerlo de manera legal y nunca nos salió la cita”, explica.
La venezolana estaba confiada en que les permitirían la entrada para tramitar una solicitud de asilo, un procedimiento al que la administración Biden ya había añadió más dificultades durante los dos últimos años de su mandato. Ahora, las puertas al asilo están prácticamente cerradas en la frontera con México, tras una serie de órdenes ejecutivas firmadas por Trump, justificadas como respuesta a una presunta invasión en esa línea divisoria.
El fugaz período de menos de 48 horas en suelo estadounidense lo pasaron en un centro de procesamiento de inmigrantes en Texas. “Había gente que tenía hasta 10 días allí adentro”, recuerda Julios.
Al grupo de inmigrantes los expulsaron por el puente de Brownsville que conduce a la ciudad mexicana de Matamoros. En un autobús, después de una serie de trámites con funcionarios del Instituto Nacional de Migración de México, fueron llevados hasta el aeropuerto de Monterrey. Desde allí, deportados en avión a Villahermosa, Tabasco.
Construir una nueva vida en México
Nacida en Caracas, Luz Mariana Julioshizo su vida en la isla de Margarita, estado Nueva Esparta. Su travesía migratoria comenzó en 2018. Ha vivido en Colombia en dos ocasiones y en Uruguay por seis meses. Luego de sobrevivir a la peligrosa selva del Darién y cruzar Centroamérica, ella y su pequeño llegaron a México.
Siente que todo este proceso ha sido muy desgastante, a nivel físico y emocional. Calcula que la pérdida económica asciende a unos miles de dólares y, a pesar de todo el esfuerzo invertido, los resultados obtenidos hasta el momento no han sido los esperados. Con todo, no se arredra.
Ahora piensa regresar a Ciudad de México. “No es fácil. Son tres o cuatro días de travesía dura para volver al DF. Mientras esperaba la cita hice vida acá. Había montado un puesto de venta de jugo de naranja y el niño estaba en la escuela”, cuenta.
La venezolana intentará regularizar su situación en el país azteca. No quiere seguir siendo perseguida por las autoridades migratorias. “Después de este golpe, vamos a darle una oportunidad a México”, dice.