“Aunque soy pobre, pude entrar en el mundo de los ricos y obtener sus cosas gratis”, le dice Zou al medio Sixth Tone. “Quería romper las reglas”.
Por infobae.com
Zou Yaqi es una joven china de 23 años que duró casi un mes viviendo a costa de restaurantes lujosos y hoteles cinco estrella, todo gracias a un elaborado plan para hacerse pasar por una “mingyuan” o “socialité” y con eso ganarse los favores de los lugares más exclusivos de Beijing.
En toda su aventura no gastó un solo yuan. La clave de su éxito, en sus propias palabras: “Un bolso Hermès falso, un lápiz labial rojo brillante y un chándal de terciopelo de diseñador”.
Con ese atuendo la joven estudiante logró engañar a todos y hacerse pasar por una miembro de la más alta clase social china.
Ella vivió esas tres semanas atiborrándose de bufés en los salones VIP, bebiendo vino en eventos exclusivos y durmiendo en lujosos sofás en los vestíbulos de los hoteles de cinco estrellas.
Este “experimento”, como lo llamó Zou, lo documentó y luego convirtió en un proyecto de arte escénico que se ha convertido en una de las obras más comentadas de China en 2021. Pero que también la ha sumido en un controversial debate sobre la clase y el privilegio, resaltando las profundas brechas sociales que se han abierto en la sociedad china.
Su “obra” es un claro ejemplo de la creciente desigualdad en la riqueza del país, algo que viene en aumento sostenido durante los últimos 20 años. De acuerdo con el medio Sixth Tone, el 20% superior de los asalariados en las ciudades chinas tiene ahora cinco veces más ingresos disponibles per cápita que el 20% inferior en promedio, y la brecha casi se duplica desde 2000.
El tema resulta ser completamente actual, pues el año pasado y este, con la pandemia, esa brecha se ha acrecentado mucho más y el Gobierno chino ha puesto el tema dentro de sus prioridades políticas. En el verano, las autoridades prometieron “ajustar” los ingresos excesivamente altos y obligar a los ricos a “devolver a la sociedad”.
Por eso cuando Zou presentó su proyecto en la Academia Central de Bellas Artes de Beijing en junio con rapidez se viralizó en las redes chinas.
En poco tiempo la joven era tendencia en Weibo, el Twitter del gigante asiático, pero como pasa en estos casos las opiniones estaban más que divididas, aunque la artista siempre presentó su trucomo como una “crítica al capitalismo y al consumismo”.
De todas maneras Zou fue blanco de críticas, con muchas personas comentando que ella no era realmente “pobre” y que haber ido a una universidad privada de artes le permitió pasar como una socialité con facilidad.
“Lo que le permite realizar su arte escénico es precisamente su clase”, escribió un usuario en Weibo. “Todo, su maquillaje, elección de accesorios, réplicas exitosas en cada lugar y la imagen individual que presentó, provienen de la acumulación invisible (de capital cultural) antes del experimento”.
En últimas, la acusan de no ser consciente de su propio privilegio.
Pero Zou le dijo a Sixth Tone que este no es el caso, pues el lugar en la elegante escuela de Beijing se lo ganó gracias a una beca y que ella había crecido en una pequeña ciudad provincial en el centro de China, muy lejos de la pomposa Beijing.
Fue ese contraste tan grande el que la inspiró para su obra, pues apenas tenía 17 años cuando llegó a Beijing y quedó asombrada por el excesivo lujo de los centros comerciales, los restaurantes, tiendas y locales de negocios.
“El lugar donde me estaba quedando ni siquiera era tan agradable como los baños (en los centros comerciales)”, contó Zou.
En la academia ese sentimiento creció pues el campus exhibía en exceso la opulencia, en especial con la comida. Recuerda cómo solía comer “locamente” los canapés cubiertos de caviar que se ofrecían, mientras que otros visitantes adinerados los ignoraban.
“Esa gente elegante apenas se los comía y se desperdiciaba”, dice Zou. “Pero yo estaba atiborrándome hasta llenarme, como si estuviéramos en un buffet libre”.
Zou acuñó un término para describir este fenómeno: “bienes excesivos”. Un “bien excesivo” podría ser cualquier cosa que se le dé a los ricos de forma gratuita, pero que sea inaccesible para los no ricos. Un refrigerio de cortesía en un bar elegante. Un regalo gratis en una tienda de lujo. Una botella de vino en una cena solo por invitación.
Para Zou, estos “bienes excesivos” eran un potente símbolo de la brecha de riqueza. Aparentemente estaban en todas partes, pero los grandes apostadores de la capital apenas los notaron. A menudo, terminan siendo desechados.
“Es muy interesante cómo se distribuyen estos ‘bienes excesivos’ gratuitos: a menudo se les da a personas que parecen tener ya muchos”, escribió Zou en Weibo.
Aquí surgió el plan de su obra artística: ¿Podría una persona simplemente vivir de los “bienes excesivos” que veía a su alrededor todos los días?
La respuesta corta es sí, y vaya que lo averiguó Zou.
En últimas, después de los 21 días que duró su experimento, la artista resalta que cumplir su objetivo más que un truco “barato” es la confirmación de que la sociedad china se ha dividido cada vez más bajo el capitalismo.
La primera prueba fue “infiltrarse” en la sala VIP del aeropuerto, lo que logró con un pase de entrada falso que emulaba el que los bancos chinos, aplicaciones de viajes o las aerolíneas le dan como beneficio a sus viajeros habituales.
“Estaba muy nerviosa y pensé que me expulsarían en un segundo”, dice Zou. “Pero nada pasó.”
Aunque el pase solo era para tres horas, Zou terminó quedándose en el salón por tres días, durmiendo en el sofá y comiendo “tanta comida como fuera posible” en los tres buffets que servían al día.
“Al personal no parecía importarle si los huéspedes se quedaban más tiempo de la bienvenida”, contó después.
Durante el primer día bajó a la tienda Gucci y consiguió que le dieran una bolsa gratis con el logo de la marca, como si hubiera realizado una compra, la cual le sirvió para robar gran cantidad de pan de la sala VIP, y para parecer una adinerada joven consumidora de artículos de lujo.
El poder de la bolsa Gucci, y de su Hermès falsa le valieron ser atendida con preferencia por los empleados de una tienda Louis Vuitton cercana, quienes le mostraron un bolso de 6.000 yuanes (940 dólares) e incluso le ofrecieron una invitación a una exposición de la marca.
“Supongo que no le dirían esto a los huéspedes normales”, dice Zou, que nunca ha comprado una cartera Louis Vuitton. “Me trataron como un cliente habitual con poder adquisitivo”.
Después de unos días el nerviosismo se fue y comenzó a disfrutar más su papel. Eso sí, llevaba días sin darse un baño, así que decidió mudarse al distrito de Dongcheng, una parte próspera del centro de Beijing llena de bares, galerías de arte y hoteles de cinco estrellas.
Ahí se fue a un hotel y usó un nombre y número de habitación falso para registrarse y poder tener acceso a los baños públicos. Para este punto su descaro se había convertido en juego y cada vez que buscaba usar el baño inventaba nombres como Liu Bei, el antiguo señor de la guerra chino, y Rin Tohsaka, su personaje de dibujos animados japonés.
El experimento de Zou llegó a su fin en el vestíbulo de otro hotel de lujo en Beijing. Pasó su última noche durmiendo en un sofá naranja, rodeada por un bosque de bambú artificial. Recuerda sentirse como si los dos guardias de seguridad que estaban cerca estaban allí para mantenerla a salvo.
Al mes siguiente, la estudiante presentó videoclips y una colección de objetos que había reunido durante el experimento, incluida la bolsa de Gucci y trozos de pan duro, en su exhibición de graduación. No se sorprendió cuando los medios chinos recogieron su historia; esperaba que su proyecto tuviera eco en el público.
Sin embargo, desde entonces ha sido blanco de todo tipo de críticas y dice que su obra e intenciones se han malinterpretado. En todo caso, resalta, no será la única artista que pase por esto.