Cecilia Rivas recuerda Tukupu como un lugar donde se vivía con libertad. En esa comunidad indígena kariña de chozas dispersas, instaladas bajo la sombra de los árboles de la Reserva Forestal Imataca, al sureste de Venezuela, fue donde nacieron sus abuelos y sus padres. De niña observaba los bosques tropicales, altos y húmedos que ahora guarda en su memoria, pues poco a poco desaparecieron con la minería y la tala desmedida, mientras que los animales fueron afectados por la caza y la pesca en grandes dimensiones.
Por Astrid Arellano | Mongabay
“Hoy nuestro esfuerzo y empeño es cuidar esta zona para que no sea entregada a agentes ajenos ni intervenida por otras personas”, dice Rivas. “Los kariña hemos luchado para mantener estos bosques. Se vive en la naturaleza y, en unos años, nos movemos a otro sitio para que se recupere. Nos vamos moviendo siempre”.
Tukupu, además del nombre de esta comunidad que aún resiste en el tiempo, es como se llama ahora a la primera empresa forestal indígena de Venezuela, conformada esencialmente por mujeres, y de la que Cecilia Rivas es fundadora y capitana elegida por su pueblo. En 2020, el Estado venezolano les otorgó una concesión de 7000 hectáreas de la reserva forestal para la protección y aprovechamiento de sus recursos bajo criterios de sostenibilidad.
“Yo le puse Tukupu para que no se perdiera ese nombre de la comunidad”, afirma. “La Reserva Imataca es muy grande, a veces, como un país. Vivimos libres en los bosques y ahora trabajamos con su manejo para enseñar a los cipianioro –que son los no indígenas– cómo se vive con y del bosque, mientras se cuida para que siempre permanezca”.
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