Leidi Corobo no sabe calcular cuántos kilómetros recorre a diario buscando las opciones más baratas para comprar comida. Los pequeños negocios que se levantan en el barrio pobre donde vive son la última opción: todo es más costoso, por ello, visita diferentes mercados hasta encontrar una oferta.
Por Adriana Núñez Rabascall / vozdeamerica.com
Es madre de 9 hijos y, de vez en cuando, trabaja limpiando casas. Por su labor, pocas veces recibe dinero. La mayoría de quienes la contratan le pagan con paquetes de comida como arroz, harina o lentejas.
“Me ha tocado mucho caminar y guardarme el dinero que tenga para comprar un pedacito de queso, para no aburrir a los niños todo el tiempo con la misma comida”, cuenta Corobo, de 36 años.
Como ella, un 47% de los ciudadanos consultados en Caracas, por el Observatorio Venezolano de Salud Alimentaria y Nutrición (OVSAN), van a pie por la ciudad para no gastar los pocos ingresos que reciben en pagar el transporte público. Con lo que ahorran, no es mucho lo que pueden llevar.
“¿Con qué frecuencia sientes que tienes que preferir no montarte en bus y caminar? Siempre”, relata Rosmary Hernández, madre de cuatro niños. Este último año ha preferido no abordar más los autobuses, para usar los billetes que llegan a sus manos en comprar alimentos. “Si pagas en efectivo es más barato”, explica Hernández.
En Venezuela, la hiperinflación, que suma 3 años y 9 meses, no sólo ha provocado que el dinero pierda valor a diario, sino que los billetes también sean insuficientes para juntar los millonarios montos que cuesta cualquier producto.
“Muchas veces me ha tocado pedir y me ha tocado dejar de comer para que mis hijos coman”, advierte Corobo, mientras seca sus lágrimas.
Su declaración es también una estadística: 5 de cada diez venezolanos racionan sus porciones, de acuerdo con el estudio del OVSAN. La misma encuesta revela que la dieta de 9 de cada 10 consultados está basada sólo en arroz, harinas y grasas. La carne está fuera del alcance de 70% de las familias consultadas. Incluso, muchas de ellas suman meses sin consumir proteínas.
La investigación se hizo en 2.041 hogares de todo el país. De sus datos se desprende que el 56% de los entrevistados gasta sus ahorros en comprar alimentos.
“He vendido el televisor, he vendido mi licuadora, que me pesa, porque ahorita la necesito por los teteros [biberones], pero trato de molestar a los vecinos para que me licúen el tetero, porque ellos comen es arroz sancochado. Yo sancocho el arroz, le echo azúcar, porque a veces no tengo para la leche (…) Bueno, ¡nunca tengo para la leche!”, narra Corobo.
Ambas mujeres colaboran con la limpieza y cocina de un comedor público, en el oeste de Caracas, que sirve almuerzos gratis a 90 niños pobres. Allí también comen sus hijos, y si sobra alguna ración, pueden ellas también tener un plato.
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