De allí que surjan síntomas en ellos, como son los sentimientos de tristeza, dificultades para dormir o —en caso opuesto— pasar largas horas durmiendo; y lo mismo sucedería con la alimentación: comen en exceso, o por el contrario pierden el apetito.
“Los niños pueden notarse más irritables, con llantos, cambios en el comportamiento y ¿por qué sucede todo esto?, porque hay una parte de la realidad emocional del niño que no está consiguiendo producir palabras y estas son las reacciones que él va desarrollando para hacerle frente a la situación“.
En tales circunstancias, indicó que el bajo rendimiento académico sería otra de las señales que exhibe la afectación de las emociones; un niño triste no tiene la disposición en ese momento de aprender.
Aunado al hecho que deben mudarse del hogar primario para ir a vivir en la casa del cuidador o representante que quedará a cargo; Saraiba recuerda que la mudanza implica cambios en la doctrina de crianza y, por ende, se torna todavía más compleja la realidad del menor de edad.