Los “gusanos” se han puesto de pie, alzando la bandera de la dignidad y libertad
En los primeros años del gobierno fidelista, comenzaba el camino comunista y la tiranía que se imponía respaldada por la ingenuidad y complicidad internacional, la candidez de los cubanos ilusionados, la estupidez romántica de intelectuales y los jóvenes arrebolados. Sin embargo, miles lograron entender a tiempo la tragedia castrista que se vislumbraba y abandonaron la isla. Y esa cosa infame, perversa, criminal llamada Fidel Castro en una de sus latosas peroratas públicas los calificó de “gusanos”, en un intento por hacerlos despreciables, repulsivos y asquerosos.
En realidad, se marchaba lo mejor de Cuba. Los más decente, digno e inteligente. Edificadores de porvenires, transformadores de aquella apacible Florida –Miami– para vacaciones de jubilados y escapados del frío inclemente, en una de las mayores economías no solo de los Estados Unidos sino del mundo. Allí arriban para establecerse y se convierten en generadores de alegría, riqueza y bienestar.
El mayor fracaso del castrismo y su fabulada revolución se demuestra en su propio país; décadas de represión cruel e inhumana, silencio forzoso, tergiversación educativa, manipulación y mentira como estrategia. Y quienes hoy protestan y hacen tambalear la dictadura comunista, no son los ancianos que quizás todavía puedan recordar tiempos mejores, sino los jóvenes, nacidos y formados por la revolución. Es cierto que los casos aislados no representan a la mayoría. La gusanera, cuando ya no le basta seguir larvada y empieza a manifestarse. La población biempensante sospecha que, en lugar de algo esporádico, lo que se deja ver es tan solo la punta del iceberg.
Por su empeño de control, el castrismo jamás supo crear relevos. Nada ni nadie que no apestara a fidelismo y raulismo nunca fue confiable. Y si no llevaba el apellido Castro, menos. Lo vemos ahora en Díaz-Canel, quien, hosco y limitado, proclama el enfrentamiento entre cubanos, autoriza el uso de armas de fuego por la policía que no aprendió a proteger a la ciudadanía sino a reprimirla, que recluta a adolescentes y los dota de escudos, cascos y palos para frenar a las masas que vociferan libertad. ¡Patria y vida! Olvidando aquella pendeja insolencia de “patria o muerte”.
Los que salen a las calles con atuendo modesto, pero enorme fuerza, son quienes nacieron, crecieron en medio de una Cuba que gritaba mucho y lograba poco; fracturada, en pedazos por fuerzas militares, de subversión y espionaje, que hizo de la delación justa o falsa una perversa costumbre; que alardeó de un sistema modélico de salud pero incapaz de contener al coronavirus nacido en la China que tampoco han sabido imitar.
Esos son los “gusanos” de ahora. Los que no se van sino que exigen el cese de la represión, censura, espionaje y fracaso. Exigir libertad y democracia es una forma de salir de un pasado que se alimentó de la decepción y sangre derramada de los ciudadanos.
La “gusanera” de ahora viaja fuera de la Cuba castrista, deseosa de retornar a una nación libre y, en consecuencia, próspera. Marchan en sus exigencias enfrentándose a las “garrapatas y parásitos” que se aferran al poder, chupan abolengo y sosiego. Por eso, el poder saca bastones y armas de fuego, porque ya no pueden convencer a nadie con palabras ni ideas falsas aunque parezcan seductoras. Los “gusanos” se han puesto de pie, alzando la bandera de la dignidad y libertad.
En Cuba, el comunismo más feroz lleva aplicándose desde 1959, en forma de dictadura totalitaria, que pudo disimular sus pésimos resultados mientras la URSS la mantuvo asistida; pero una vez que el bloque comunista se derrumbó, se hunde cada vez más en la ruina y miseria, que sumerge a los cubanos.
Tras décadas de represión política y calamidad, una parte importante de los cubanos han iniciado una serie de protestas porque, literalmente, ya no tienen qué comer. No hay riqueza, el comunismo no la crea; y no se distribuye nada, porque aun suponiendo que dicha ideología la distribuyese mejor, que tampoco, no se puede distribuir algo que no existe.
Esa es la triste realidad que viven los cubanos desde hace muchísimos años, acrecentada durante estos días, a la espera de que termine para siempre ese régimen de ausencia de libertades e irrespeto a los derechos humanos que constituye el comunismo. Un total fracaso, que solo genera desgracia e indigencia en aquellos lugares en los que se aplica. Roba la libertad, sustrae la propiedad, desvalija el progreso, sobre todo, despoja ilusiones y almas. En su versión engañosamente potable llamada socialismo, es un saqueo exitoso.
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