El calor comienza a sentirse a las 11, poco antes de mediodía. A pesar del abrasador sol, Waleska, de 14 años, va rumbo al colegio con su mochila rosa a cuestas. Lo hace a pie, de la mano de su padre, un trabajador de la banca nacional, a quien el salario no le alcanza para viajar en transporte público.
“Nos vemos en la obligación de trasladarnos caminando. Son alrededor de 16 a 20 cuadras, calculo yo”, cuenta a VOA Manuel Martínez, padre de Waleska. El recorrido les toma, con suerte, una hora y media,
Pagar el autobús a diario, ida y vuelta hasta la escuela y luego al trabajo, le cuesta a Martínez, el equivalente a 20 dólares; una cifra que supera incluso la mensualidad del colegio, subsidiado por el Estado venezolano.
“Es muy complicado, porque ella llega cansada. Veo que ella sufre, porque camina mucho. El niño pequeño también, porque no tenemos con quien dejarlo y es agotador”, detalla.
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A pesar de los esfuerzos de su familia, Waleska no siempre puede cumplir con el calendario escolar. Falta dos veces a la semana, pero no todo el tiempo las inasistencias son su responsabilidad. Las fallas en los servicios públicos en el instituto donde estudia también alteran su rutina.
“Ya ha pasado, en dos oportunidades, que suspenden las clases porque no hay agua”, lamenta Martínez.
Y así como ella, un tercio de los alumnos en Venezuela pierden entre
20% y 50% de las actividades, según un estudio elaborado por la Asociación Civil Con La Escuela en 79 colegios del país.
“Ahí hay pérdida de aprendizaje ¿Qué quiere decir pérdida de aprendizaje? Que lo que el alumno pudo haber aprendido en clases, se perdió. Se puede recuperar más adelante, pero el esfuerzo será mayor”, alerta el profesor Oscar Iván Rose, coordinador de Con La Escuela.
Las causas del ausentismo son múltiples: algunas de ellas son lo costoso que es, para los más pobres, trasladarse en autobús y la intermitencia del Programa de Alimentación Escolar, que establece la dotación de una dieta balanceada en los institutos públicos, pero que no siempre se garantiza.
“La madre va a la escuela y pregunta: ¿profesor, hoy va a haber comida? Si no es así, entonces no lo mando”, relata Rose, docente con 30 años de carrera.
Otros no van a clases porque trabajan algunas horas para llevar dinero extra al hogar.
“Hay aproximadamente un 8 por ciento de niños que realizan labores de ayuda al mantenimiento de su casa”, explica el educador. Algunas de esas tareas son hacer eternas filas para esperar el suministro del cilindro de gas doméstico para cocinar.
El gobierno de Venezuela, sin embargo, dijo a comienzos del año escolar que desarrolló un sistema de monitoreo de la actividad en las aulas.
“Un programa tecnológico que conecta directamente con cada escuela. Cada director nos va informando la asistencia de cada uno de los niños y jóvenes en las instituciones educativas”, señaló la ministra de educación Yelitze Santaella al diario local Últimas Noticias.
En Latinoamérica no hay cifras recientes de ausentismo escolar, pero sí hay una estadística que demuestra lo devastador del confinamiento durante la pandemia de Covid 19: en la región, cuatro de cada cinco niños de sexto grado no son capaces de comprender un texto simple, debido a la pérdida de clases por un año o más, según un estudio del Banco Mundial y Unicef.