Jonathan Morales y Daliana Loyo huyeron de la crisis en Venezuela. | Foto: The Wall Street Journal / Oscar B. Castillo
“Vengo retornando de Bogotá, nos quedamos sin trabajo, sin con qué pagar el arriendo por allá y nos sacaron de la casa, estábamos viviendo prácticamente en la calle”, dice Eduardo José García de La Cruz, un joven venezolano de 24 años de edad, quien al igual que otros nacionales están de vuelta a su país porque en Colombia o en otros países de Suramérica no les ha ido nada bien.
Por José Gregorio Hernández | La Prensa del Táchira
El joven nativo de Punto Fijo, estado Falcón, regresó de Colombia en compañía de tres menores y cinco adultos, entre ellos su esposa que el próximo mes dará a luz. A la sombra de un arbusto, a un lado de la vía que comunica a San Antonio del Táchira con San Cristóbal, mientras trataba de encender una hoguera para freír arepas de trigo que representaban el almuerzo del grupo de retornados, narró que “la estábamos pasando rudo (difícil) y decidimos retornar a nuestro país”.
Dice que él tenía cinco años en Colombia mientras que su esposa había llegado hace dos años a ese país. “Trabajaba de reciclador, pero estas empresas se vieron afectadas por los paros y las protestas contra el Gobierno del presidente Iván Duque. Nos quedamos sin trabajo, no teníamos para pagar el arriendo y nos sacaron de donde estábamos viviendo. Nos tocó retornar porque ya estábamos viviendo en la calle”, relata.
Debido a la situación de calle que el grupo de venezolanos estaba viviendo en Bogotá, Eduardo señala que funcionarios del ente gubernamental Bienestar Familiar había advertido con “quitarnos el bebé que dará a luz mi mujer. Para el 15 de julio tiene fecha de parto”, añadió.
En el retorno de Bogotá hasta Cúcuta demoraron dos semanas. Algunos tramos los recorrieron en ‘cola’, pues hubo conductores de camiones que los ayudaron, pero la mayoría del tramo el grupo de venezolanos lo hizo caminando. De la misma manera, piensan llegar hasta Barquisimeto y de ahí esperan recibir el apoyo económico de familiares para llegar hasta Punto Fijo.
“Traíamos un poquito de plata pero en las trochas de San Antonio nos tocó pagar bastante para poder pasar el rio, porque somos varias personas y traemos equipajes. Nos quedamos sin plata. En el Terminal de San Antonio nos estaban pidiendo 300 dólares para llevarnos hasta Barquisimeto, pero no tenemos dinero, entonces decidimos continuar caminando como hicimos en Colombia”, afirma el joven hombre.
“Vivíamos de un diario”
Ana de Gómez, tiene 65 años, también es de Falcón y dice que nunca había salido de su país. En Punto Fijo tiene familia y casa propia. “No me estaba muriendo de hambre porque trabajaba en casa de familia, pero me vine para Colombia hace tres años porque la gente se embochinchó a venirse”, dijo la sexagenaria que ahora retorna de ese país a su patria
Dice que viajó hasta Villavicencio, Colombia, con su hija. Allí estuvieron vendiendo café en la calle hasta hace cuatro meses cuando decidieron irse a Bogotá. “Vivíamos de un diario vendiendo café pero eso es terrible, yo no podía vivir ahí y entonces le dije a mi hija: vámonos antes de que dé a luz porque si no llegamos antes a Venezuela, va a dar a luz por ahí y no sé qué pueda pasar”, dice la abuela.
“Me ganaba mi platica, que me alcanzaba para comer y ayudar a mis nietos, pero se puso muy difícil en Colombia”, agrega haciendo referencia a la situación económica que vive ese país. También señaló que los venezolanos que viven en Colombia alquilada, cuando no tiene para pagar el arriendo, los dueños del inmueble los sacan de las casas.
“Los muchachos prácticamente vivían en la calle y allá en Bogotá llueve mucho. Decidimos venirnos para Venezuela, vamos caminando de regreso”. Aunque la experiencia que tuvo como migrante no fue la mejor, Ana agradece “a Dios por permitirme vivir este momento, porque nunca había salido de mi país. Ahora estoy regresando porque soy una mujer cristiana de Dios y tengo que seguir esos caminos de Cristo”, dijo.
Otros siguen emigrando
Mientras unos venezolanos están regresando a su patria tras haber viviendo distintas experiencias en países vecinos, muchos otros a diario caminan por la ruta que conduce hacia la frontera buscando salir de Venezuela. Con este objetivo encontramos en la vía que desde Capacho conduce hacia San Antonio, a Daniela Castro, una venezolana de 32 años, procedente de Charallave, centro del país. Con dos hijos de 9 y 12 años, caminaba rápidamente.
Brevemente contó que va hasta Cúcuta donde está su esposo desde hace ocho meses, trabajando. La difícil situación económica de Venezuela la impulsó a salir. Su esposo es colombiano y tiene trabajo, lo que Daniela ve como un alivio para su grupo familiar.
“Él me dijo que me viniera, me mandó algo de plata para el pasaje. Hemos andando en autobús y otra parte caminando”, expresó la mujer mientras apuraba el paso junto con sus dos hijos, rumbo a la frontera colombo-venezolana.