“La diplomacia no es el sector donde más se valora un tuit, aunque sea en estos tiempos“. Así se expresaba hace ya meses un veterano diplomático respecto a la gestión del Ministerio de Exteriores por parte de Arancha González Laya y de su equipo, cuya actividad en las redes sociales ha sido mucho más que notable, superando con mucho a la de cualquier otro ministro anterior. Lo que se discute en los pasillos del Palacio de Santa Cruz es que con esas iniciativas se pretenda dar por solucionados las carencias del ministerio, tanto en el ámbito de personal como de medios.
Una serie de carencias prácticamente endémicas que tampoco tendrán fácil solución si no se aumenta el presupuesto del departamento.
En este aspecto, la entrada de José Manuel Albares por González Laya es absolutamente lógica.
Además de que Albares es diplomático de carrera con notable experiencia y conoce a la perfección el ministerio, el hasta ahora embajador de España en París acompaña a Pedro Sánchez desde 2015, cuando se incorporó a su equipo de campaña electoral, y posteriomente fue asesor internacional de del presidente, ya en La Moncloa, hasta que tras las elecciones que asentaron definitivamente a Sánchez fue nombrado jefe de Misión en la capital francesa.
Albares, según han indicado distintas fuentes a El Confidencial, ha estado viajando con asiduidad a Madrid desde París en los últimos meses con el objetivo de preparar la ponencia de política exterior que se debe presentar en el próximo congreso del PSOE, en otoño.
El hecho de que ahora vuelva confirma la plena confianza que Pedro Sánchez tiene en este diplomático de 49 años, nacido en Madrid y que se formó en la Universidad de Deusto, donde se licenció en Empresariales.
Se espera que Albares pueda superar los problemas a los que se ha enfrentado Laya, sobre todo dentro del propio departamento.
Empezando por las críticas derivadas de la actividad en redes sociales, que si bien no son una cuestión de fondo esencial, denotan un estado de ánimo que no contribuye al buen funcionamiento de un Ministerio considerado “tradicional” a todos los niveles. Seguramente el verdadero problema interno y al que no supo dar respuesta, se produjo a cuenta de los nombramientos de nuevos embajadores, que quedaron retenidos por decenas durante meses debido a la pandemia.
Algo que fue visto como una “excusa” por muchos diplomáticos, que no acertaron a entender los retrasos, sobre todo en casos de embajadores que ya habían superado la edad de retiro.
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