Foto: detalle de la estatua de Caín, en el Jardín de las Tullerías, París. Foto en Wikimedia Commons.
El gobierno interino, con todo y sus contradicciones, continúa siendo una cabeza de playa que no puede ser abandonada
Cuando había visita en casa y un hermano menor cometía una rubiera, el pater familias solía sentenciar el bochornoso incidente por la travesura infantil. Imagínense ustedes ahora qué pensarán los señores de la UE, EE. UU., ex Grupo de Lima, etc. con el desmadre anunciado sobre el gobierno interino por el excomisionado Julio Borges en una fría mañana bogotana.
En verdad, allende los mares les debe oler muy mal lo que pasa en un país donde la dictadura madurista evidencia una vez más su talante autoritario con las cuestionadas elecciones regionales. En ellas arrebató sin un solo tiro competencias exclusivas de las 3 gobernaciones ganadas por opositores. Y repartió inhabilitaciones para adjudicarse la gobernación perdida en el estado Barinas.
Al mismo tiempo quienes aspiran a ser el relevo del siniestro régimen sucumben en una trifulca que avergüenza al gentilicio. Las facciones de la cúpula del G-4 demuestran su incapacidad de ser alternativa al endosarse, sin miramientos, acusaciones de corrupción, de nepotismo y de secuestro del poder. Como si se tratara de una pelea de botiquín de pueblo.
Por supuesto que hay tropelías que no se deben esconder y sobre todo superar. La más prominente es el sufrimiento causado a todo un país por la atroz dictadura gestada por el oriundo de Sabaneta, y consolidada por el de Cúcuta; un régimen que nos ha retrotraído del siglo XXI al siglo XIX en todo el sentido y dimensión de la tragedia que vive Venezuela.
Si bien es cierto que al instalarse el gobierno interino en 2019 se han sucedido todo género de corruptelas, pasos en falso como el 30 de abril, Operación Gedeón y una serie de etcéteras que culminan con la guinda de Monómeros, quebrada por las pillerías del G-4, no se debe olvidar que el gobierno interino no le pertenece a esta dirección política manipuladora.
Ha sido un logro del pueblo venezolano que un diciembre 2015 votó masivamente para otorgarle a la oposición la mayoría calificada (más de 2/3) en el Parlamento Nacional. Entonces se le otorgó poder suficiente para acabar con la dictadura madurista y desmantelar el proyecto del Estado comunal. Capital político que luego malbarató a lo largo de estos 6 años en aventuras y desventuras que profundizaron la ruina del país.
Aun así, el gobierno interino, con todo y sus contradicciones, continúa siendo una cabeza de playa que no puede abandonarse.
Significa una trinchera, al menos a nivel internacional, del pueblo venezolano frente a los desmanes del régimen autoritario.
Por tanto, es detestable la posición del excomisionado de Relaciones Exteriores, Julio Borges. Pretende disolver el único instrumento factible que tiene la población para enfrentar la dictadura; como si tratara de un juguete que a capricho lanza el funesto personaje al cesto de la basura.
Si a ver vamos, los cubanos y los españoles hubieran deseado tener al menos un gobierno interino que los representara frente a los desmanes de las dictaduras de los Castro y de Franco, respectivamente. En España hubo un gobierno republicano en el exilio de poca duración, teniendo que soportar el pueblo español 40 años hasta la muerte del caudillo en 1975; mientras que en Cuba solo han tenido, entre otras iniciativas, las Damas de Blanco, los colectivos de San Isidro y ahora el movimiento Archipiélago.
Al menos, ante tantos dislates opositores, la comunidad internacional no ha perdido la paciencia. Y mantiene una postura firme de solidaridad. Así, recordamos el gesto del presidente de Colombia Iván Duque, quien ha protegido a más de 2 millones de inmigrantes venezolanos otorgándole un TPS por 10 años; así como el gobierno de Joe Biden, que otorgó un TPS a más de 300.000 venezolanos en EE. UU.
Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es