La polémica que abrió el miércoles el ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre si es correcto o no consumir carne pudo parecer una excentricidad más del gobierno. Sin embargo, detrás de ella no estaba una metedura de pata, sino un profundo debate que divide a la población española por edades y en el que Garzón apostó por defender una postura que encuentra muchas simpatías entre los milennials, tanto de izquierdas como de derechas. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, optó sin embargo por una respuesta que pudo hacer gracia en un primer momento, pero que dentro del partido desconcertó y no tardó en verse como un error.
Por 20minutos.es
Los datos del Ministerio de Agricultura son claros: la población de menos de 40 años consume mucha menos carne que sus mayores. Este descenso no se debe solo a un cambio de hábitos de los jóvenes, también a una concienciación ambiental (asumen que las ganadería intensiva perjudica al medio ambiente) y a motivos de salud. Muchos de los nacidos después de 1990 -voten a izquierda o a derecha- lo tienen ya interiorizado y lo consideran algo indiscutible.
En el PSOE conocen perfectamente esta situación y por eso en el informe que presentó el propio Sánchez sobre cómo sería España en el año 2050 se abordaba abiertamente que habría un descenso en el consumo cárnico de los españoles.
Así que, con este escenario, sorprendió mucho la forma en que Sánchez decidió entrar el jueves en el debate que había retomado Garzón. “A mí, donde me pongan un chuletón al punto… eso es imbatible”, afirmó. El tono, evidentemente más irónico que profundo, fue considerado como un resbalón. El asesor que llevó a Sánchez a gestionar así esta polémica está cesado.
Evidentemente, el motivo de la crisis de gobierno no es la polémica sobre cómo debe posicionarse el Ejecutivo PSOE-UP ante el consumo de carne. Sin embargo, sí representa bien el motivo de por qué Sánchez decidió tras las elecciones del 4 de mayo de Madrid hacer una crisis de gobierno: su gobierno estaba dejando de conectar con muchos de sus potenciales votantes.
La polémica sobre el consumo de carne ha sido una gota más. Antes, el Consejo de Ministros ha ido abordando otros temas que han alejado al PSOE de parte del público al que se querían dirigir. Un ejemplo es su posicionamiento inicial contra la ley Trans. Esta polémica ha supuesto para los socialistas un desgaste además gratuito, porque -pese a oponerse frontalmente a su borrador inicial- después ha sido aprobada por el Consejo de Ministros casi con el mismo texto. Y también se ha considerado errada su posición con los alquileres y la vivienda, entre otros frentes que han desgastado a Sánchez.
En estos debates hay un punto en común: los votantes más jóvenes rechazan la posición que defiende el PSOE y que en el Gobierno escenificaban Carmen Calvo y José Luis Ábalos -los dos ministros más relevantes de entre los cesados-. No son los únicos culpables de que la parte socialista del Gobierno abanderase estas posiciones, pero sí lo eran ante la opinión pública. Sánchez tenía otros motivos de calado para cesarlos (en el caso de Calvo, también la política de acercamiento a los independentistas; en el caso de Ábalos, las polémicas con Venezuela), pero estas tampoco han ayudado.
El motivo por el que Sánchez ha extendido también la responsabilidad a Iván Redondo está aún por conocer. Pero si el PSOE justifica la revolución que ha habido en el Consejo de Ministros con la necesidad de “reconectar”, ahora va a ser fácil que culpen a Redondo de la política de “regate corto” que ha exhibido Sánchez en sus últimos años y que llevó al presidente en el tema de la carne a preferir una frase de impacto rápido en vez de articular una posición mínimamente elaborada. Puede que el Sánchez efectista pero que ya no transmite un pensamiento político propio no sea solo una creación de Redondo, pero -como le ha pasado a Calvo y a Ábalos- le toca pagarlo a él. Su nuevo jefe de Gabinete, el experimentado socialista Óscar López, será el encargado de que la reconexión que se busca ahora de Sánchez con la ciudadanía sea también del presidente con el propio PSOE.
Quitar de portavoz del Gobierno a María Jesús Montero (55 años y ministra de la poco simpática cartera de Hacienda) para poner a una desconocida Isabel Rodríguez (de 39 años y ministra de Política Territorial) es una decisión arriesgada, pero va en la línea de acerarse a un votante joven y progresista que en las últimas elecciones de Madrid se fue mayoritariamente a Más Madrid, el partido de Iñigo Errejón.
Este partido, igual que Unidas Podemos, se define como feminista y ecologista, igual que el 13% de la población que votó en esas elecciones. Ahora, sin llevar en la mochila perfiles con mucho pasado como Carmen Calvo, José Luis Ábalos o Juan Carlos Campo (ya exministro de Justicia), Sánchez busca recuperar posiciones. Habrá que esperar para saber si el hecho de sustituir a la ‘vieja guardia’ y optar por cinco nuevas ministras -que coinciden todas en ser menores de 50 años y ser solo conocidas en sus respectivas ciudades- es la fórmula adecuada para lograrlo.