El pasado 23 de marzo, la Embajada de Rusia en el Reino Unido publicó en Twitter una cita del presidente ruso Vladimir Putin.
“El llamado colectivo Occidente no necesita una Rusia fuerte y soberana, y no perdona nuestra independencia política y la defensa de nuestros intereses nacionales. Está tratando de dividir nuestra sociedad. Su objetivo es destruir a Rusia”.
En realidad, eso es falso. Por décadas, tras la caída de la Unión Soviética en 1991 y el final de la Guerra Fría, Occidente no solo ayudó bastante a Rusia, sino también se hizo de la vista gorda a numerosos actos de agresión de Rusia antes de la actual guerra en Ucrania.
He aquí un pequeño ejemplo de lo que hizo Estados Unidos para ayudar y cortejar a Rusia, de un archivo del Departamento de Estado que cubre los años de 1991 a 2009.
En enero de 1992, Estados Unidos autorizó 645 millones de dólares en ayuda humanitaria para las nuevas repúblicas independientes de la desaparecida URSS.
En ese mismo mes, Boris Yeltsin hizo su primera visita a Estados Unidos como presidente de Rusia, durante la cual el entonces presidente de EE. UU. George H.W. Bush negoció un acuerdo mutuo de reducción de armas. Bush accedió a respaldar el caso de Rusia para asistencia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Ambos emitieron una declaración conjunta que afirmó que Rusia y Estados Unidos no eran enemigos.
En febrero de 1992, la operación militar de EE. UU. Provide Hope envió medicinas y equipos médicos a las antiguas repúblicas soviéticas, incluyendo a Rusia.
Al mismo tiempo, Occidente apenas respondió a las bravuconerías de Rusia contra Georgia y Moldavia mientras Yeltsin estaba en el poder. Las fuerzas rusas jugaron un papel clave para ayudar a los movimientos separatistas pro Kremlin a derrotar a los gobiernos legítimos en esos países.
Esos “conflictos congelados”, como se llegaron a conocer, continúan hasta nuestros días. En 2008, un rebrote respaldado por Rusia en la violencia separatista en Georgia fue seguido de una intervención militar directa de Rusia en ese país.
En 1994-1996, Rusia lanzó una brutal, pero infructuosa guerra contra fuerzas separatistas en Chechenia, que había declarado una independencia como la República Chechena de Ichkeria. Estados Unidos, al igual que la mayoría de las naciones, no reconocieron a ese territorio.
Si Occidente hubiera querido realmente destruir a Rusia, no tuvo nunca un mejor momento que la década de 1990, cuando el país atravesó una crisis de inestabilidad económica, pobreza y crimen organizado. En su lugar, Occidente continuó rescatando a los líderes rusos a pesar de la rampante corrupción y la violencia, y amenazas de violencia hacia los vecinos de Rusia.
La cooperación y la asistencia de EE. UU. no terminaron cuando Yeltsin pasó el poder a Putin.
En 2000, el entonces presidente Bill Clinton viajó a Moscú y firmó una serie de acuerdos con el nuevo mandatario ruso, entre ellos la primera misión militar permanente ruso-estadounidense, que incluyó el monitoreo del espacio y de lanzamientos de misiles globalmente.
Clinton y su sucesor, George W. Bush, continuaron reuniéndose con Putin y fraguando acuerdos sobre reducción de armas, control de armas y lucha contra el terrorismo.
Incluso después de la guerra de cinco días de Rusia contra Georgia en 2008, EE. UU. y la Unión Europea mantuvieron sus negocios con Rusia. A principios de 2009, el recién investido Barack Obama anunció un “reinicio” con Rusia, con la esperanza de mejorar las relaciones bilaterales, que se habían deteriorado.
A eso siguieron grandes inversiones en Rusia por corporaciones de EE. UU., entre ellas PepsiCo, con 1.000 millones de dólares ese año.
Mientras tanto, a Ucrania y Georgia, que buscaban su ingreso a la OTAN, se les negó el proceso de unirse a la alianza. Esa postura fue liderada principalmente por Francia y Alemania, más que nada para no provocar a Rusia.
Rusia, en cooperación con varios países de Europa occidental, finalizó el gasoducto Nord Stream en 2012 para vender más gas natural a Europa. La construcción de un segundo gasoducto, Nord Stream 2, comenzó en 2011, y estaba casi a punto de operar antes de la invasión de Rusia a Ucrania hace un mes.
La lista de inversiones en Rusia y proyectos conjuntos entre Occidente y Rusia es muy larga.
¿Cómo Rusia recompensó las décadas de paciencia y tolerancia de Occidente a su conducta?
– En 2007, Rusia lanzó una ola de ataques cibernéticos en Estonia.
– Como ya se dijo anteriormente, Rusia invadió a Georgia en 2008 y después reconoció oficialmente a las dos regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur en ese país.
– En 2014, Rusia ocupó y se anexó la península ucraniana de Crimea y fomentó una guerra en la región de Dombás. Esta fue la primera acción agresiva de Rusia que tuvo una respuesta de Occidente, en la forma de sanciones económicas.
– En 2016, Rusia se enfrascó en una campaña para interferir la elección presidencial de Estados Unidos, que incluyó la diseminación de desinformación por las redes sociales y ataques cibernéticos.
– También en 2016, Rusia fue acusada de organizar un golpe para derrocar al gobierno pro occidental de Montenegro.
– En 2018, agentes rusos trataron de asesinar al exespía Sergei Skripal en Salisbury, Inglaterra, usando un agente nervioso desarrollado por los militares. Una persona murió y tres fueron hospitalizadas como resultado de esta operación. (En 2006, agentes rusos envenenaron al ex operativo de la inteligencia rusa y disidente Alexander Litvinenko con una sustancia radiactiva en Londres. Uno de los involucrados en el asesinato se convirtió después en miembro del parlamento ruso).
– Múltiples asesinatos e intentos de asesinato a disidentes chechenos en Europa y el Oriente Medio se han vinculado a Rusia.
Esta es solo una lista parcial de la escalada de Rusia más reciente. En apenas unas semanas, la invasión de Putin a Ucrania ha dejado miles de muertos, millones de personas desplazadas y múltiples ciudades en un estado de destrozo parecido al que quedaron en la Segunda Guerra Mundial.
Fuente: Polygraph.info