La cadena margariteña de supermercados, bodegones y farmacias se vio obligada a cerrar el lunes uno de sus establecimientos emblemáticos: el del centro comercial Sambil. ¿La causa? La empresa recolectora de desechos Fospuca ha decidió entablar una causa judicial en su contra por una deuda de 16 mil dólares.
Por producto.com.ve
Sigo, la cadena neoespartana de supermercados, no lo vio venir. Es que ni siquiera sintió de cerca los malos olores. Pero la disputa que sostiene desde hace año y medio con la empresa recolectora de basura Fospuca llegó este lunes al llegadero. O al vertedero.
A las 10:00 de la mañana. En punto. A esa hora llegaron los fiscales del Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Marítimo de Nueva Esparta al establecimiento del centro comercial Sambil Margarita, ubicado en el municipio Maneiro, y sin derecho a pataleo procedieron al embargo, que se extendió hasta casi la medianoche. Un embargo por el orden de los 16 mil dólares que le adeuda Sigo a Fospuca.
El problema de Sigo, cuya primera tienda fue fundada por el comerciante José Martínez Valenzuela en el boulevard Guevara de Porlamar en 1972 y hoy ya suma doce establecimientos (tres supermarket, un homemarket, cinco farmacias y tres bodegones), es la basura. Apenas Fospuca comenzó a operar en diciembre de 2019 en el municipio Maneiro, por decisión del alcalde Morel Rodríguez Salcedo, opositor, por cierto, las tarifas llegaron al techo. En primer lugar, porque la empresa de recolección de desechos no discrimina la actividad de las compañías, así que un restaurante paga el mismo monto que una zapatería. Y en segundo lugar, porque las tarifas son calculadas en base a los metros del local y no por las toneladas de basura que genera mensualmente. De modo que una iglesia cancela el mismo monto que una tienda por departamentos.
Dios no intercede en estos menesteres.
Pero lo cierto es que los dueños de Sigo pegaron el grito en el cielo cuando llegó la primera factura de Fospuca hace 18 meses por un monto cercano a los 800 dólares mensuales. No importa que les haya tocado cerrar semanas enteras por causa de la pandemia de covid 19. Tampoco que la alcaldía les haya impuesto horarios reducidos en las llamadas “semanas estrictas”. La factura siempre llegó por el mismo monto: 842$ en promedio.
Y aunque intentaron llegar a acuerdos con la alcaldía e incluso con los dueños del Sambil Margarita, no hubo quien les prestara atención, así que la deuda se fue incrementado hasta los dieciséis mil dólares (16.000$). He aquí la causa entonces del embargo. Claro que hay algunos detalles de esta historia que es imposible ocultar debajo de la alfombra. No fue precisamente Sigo el que soltó el primer “ayayay” sino el Sambil.
Freddy Cohen, dueño de todos los Sambil y presidente de la Cámara Venezolana de Centros Comerciales (Cavececo), se puso literalmente los guantes y durante un año entabló una seria disputa de tú a tú con el empresario de origen árabe José Simón Elarba Haddad, desde hace menos de cinco años amo y señor de Fospuca. Siempre por causa de la basura. Es verdad que del servicio nadie se queja –“Escoba nueva siempre barre bien”, reza el refrán popular-. Pero sí de las tarifas.
Cohen protestó públicamente por causa de los precios exorbitantes de la compañía de recolección de desechos. Sobre todo en tiempos de pandemia. Y llegó a la conclusión de que ni en República Dominicana ni Curazao ni España, donde él tiene negocios, estaban tan altos. Hasta puso un ejemplo: un centro comercial en Barquisimeto paga 18 mil dólares ($ 18.000) por concepto de condominio. Mientras que por el servicio de recolección de basura le toca cancelar casi el doble: 30 mil dólares (30.000 $). “Un exabrupto”, llegó a decir Cohen en mayo de 2019 Él, que una semana después de que fuera decretado oficialmente el confinamiento anunció que retrasaría el cobro de alquileres del Sambil, intentó llamar la atención de las alcaldías y de los concejos municipales donde opera Fospuca. Esto es: Baruta, Chacao y El Hatillo en el estado Miranda; Irribarren y Jiménez en Lara; San Diego en Carabobo; y Maneiro en Nueva Esparta. Es ahí donde al parecer comienza a oler mal la basura. Sobre todo porque, en combinación con Fospuca, han atado incluso los permisos de las patentes comerciales al pago de los desperdicios. Y si no pagas por la basura, tampoco hay patentes. Un negoción. Pero nada.
Fospuca divulgó en febrero de 2021 un comunicado –reproducido por cierto con puntos y comas por los medios tradicionales de comunicación, que ya ni se toman la molestia de levantar el teléfono para preguntar- en el que dejaba claro que había llegado a un acuerdo con el Sambil de Caracas, Margarita y Barquisimeto. ¿En qué términos? Nadie lo aclaró. Y nadie parece que lo ha preguntado tampoco.
Cohen ya ni chista. Pero el establecimiento de Sigo que han embargado es precisamente el del Sambil. Y mientras tanto, las facturas de Sigo (y las de todos) siguen llegando por el mismo monto: 842 dólares en promedio. Solo que son otros quienes las pagan ahora.
Los ejecutivos de Sigo, que por cierto está próxima a cumplir los 50 años, prefieren hacer mutis. Al menos por ahora, a la espera del próximo paso de Fospuca, que parece haber ganado una nueva batalla. No importa los vapores que desprenda.
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