En diplomacia importa tanto lo que se dice como lo que se deja de decir. De igual modo, en el mundo de las relaciones internacionales, lo que se hace importa tanto como lo que se deja de hacer.
Que el presidente de la nación que comparte la mayor extensión territorial fronteriza y el mayor intercambio comercial con Venezuela, además de ser receptor del mayor número de migrantes de toda la región, se reúna con uno de los candidatos presidenciales y no con el resto, envía mensajes claros y contundentes.
Lo primero que habría que decir es que Petro se reúne con Rosales porque con este último se puede hablar. Petro y cualquier otro dignatario o líder mundial, no ha sido objeto de insultos por parte de Rosales. Aunque los países no tienen amigos sino intereses, no deja de ser menos cierto que la empatía o animosidad entre sus líderes facilita, favorece o entorpece, según sea el caso, las relaciones y acuerdos entre esos países.
Petro invita a Rosales para reunirse privadamente porque advierte y reconoce que es una figura apropiada para una transición política en Venezuela, un trabajo en el que por cierto, ha tenido que ver tanto la embajada de Colombia en Venezuela, como la propia cancillería de Nariño. Con esa invitación se abre la puerta para reconocer esta candidatura como la mayor facilitadora de un cambio político nacional en paz y duradero que beneficiaría a ambas naciones dentro del contexto geopolítico.
Ambos, Petro y Rosales, han querido mantener el código de confidencialidad del encuentro. El presidente colombiano sólo informó en su cuenta en la red X sobre la reunión de modo genérico. Rosales ha mantenido una similar reserva sobre el tema.
¿Y USA, qué piensa USA?
Petro en este caso no sólo es el presidente de un país vecino con enormes intereses sobre lo que acontece en Venezuela, en este caso, también representa un interlocutor autorizado por el Departamento de Estado de USA para intermediar con Venezuela. Su invitación a Manuel Rosales también manda un mensaje claro en dos vías. A USA le hace saber que con Rosales la presidencia colombiana puede mantener un canal abierto de diálogo binacional fluido; y al resto del contexto internacional le señala la fórmula más viable para una transición en Venezuela.
Por siglos se ha sabido que el destino de Venezuela y Colombia está entrelazado para siempre. A las lógicas y consabidas razones geográficas se suman las políticas, económicas y sociales.
Se sabe que cuando uno de los dos se resfría, al otro le llega la más fuerte de las gripes. Ha pasado con el doloroso proceso de la violencia en Colombia y su impacto sobre Venezuela, ha ocurrido recientemente con el proceso migratorio venezolano que convirtió al país neogranadino en el mayor receptor de esa migración nacional.
Son temas que estarán en la agenda de ambos países por mucho tiempo. Tratarlos y avanzar en visiones compartidas cuando aún ni siquiera ha comenzado la campaña electoral es una jugada de la cancillería colombiana, que también debe ser leída desde la perspectiva de favorecer las relaciones con una nueva administración del lado venezolano.
La valoración y las reacciones sobre el encuentro de Petro y Rosales gravitó sobre dos aspectos. Uno emocional, desde la rabia y el despecho de los no convidados; y el otro desde la racionalidad que examinaba en su justa medida los mensajes enviados por el presidente colombiano y su invitación al candidato con mayor opción de derrotar a Maduro entre los que están legalmente inscritos.
Petro recordó una sentencia de “real politik”: las transiciones políticas no necesariamente se hacen con quien se quiere, sino con quien se puede.
Al cierre de esta nota, el canciller colombiano reconocía en su cuenta de X que la reunión entre Petro y Rosales se efectuó, y añadió que también han conversado confidencialmente con María Corina Machado. La definición apropiada para esta información sería “game over”. Si esto se hizo unilateralmente y sin notificar al gobierno venezolano, parece que Petro tiene muchas explicaciones que darle a Maduro y María Corina otro tanto a la Plataforma Unitaria.