Canadá es historia de reconciliación, redención y paz; de respeto a todas las culturas y grupos étnicos, bilingüismo y federalismo flexible, que se siente en su política exterior
Los himnos nacionales expresan el sentir y gloria de los pueblos. Oh, Canadá no es la excepción. “Tierra de nuestros antepasados, hazañas gloriosas rodean tu frente, porque tu brazo sabe blandir la espada, sabe llevar la cruz; tu historia es una epopeya de hazañas brillantes y tu valor, impregnado de fe, protegerá nuestros hogares y nuestros derechos (bis). En esa letra está el espíritu de Canadá como nación.
Hoy quiero rendirle un merecido homenaje a Canadá que tanto ha hecho por Venezuela. Tierra de hazañas gloriosas, que visitamos hace 40 años por primera vez y que jamás pensé se convertiría en mi segunda patria, mi exilio. Hoy embajador…
Historia de valores humanos, diálogo y negociación
Canadá es un país multicultural. No una multiculturalidad intelectualista, elaborada, sino originaria. Los primeros habitantes de Canadá fueron las “Primeras Naciones”, los esquimales y los métis. El nombre “Canadá” proviene de la raíz iroquesa kanāta que significa ‘poblado’, ‘asentamiento’. El explorador Jacques Cartier utilizó la palabra Canadá para referirse a la aldea bajo el mando de Stadaconé y al resto del territorio. Los primeros canadienses fueron los antepasados de los amerindios que llegaron atravesando el estrecho de Bering 20.000 años a. C. La historia de Canadá es un melting pot de mestizajes nativos, europeos-ingleses y franceses-asiáticos, desde el Atlántico al Pacífico, cuya vastedad y climas se reflejan en su talante colectivo. El diálogo, negociación, búsqueda de la paz, justicia más revoluciones tranquilas, lo llevan en las venas y lo defienden con la misma resistencia que encaran inviernos y bosques indómitos.
Canadá Superior (Ontario) y Baja (Quebec), fue el frente de la guerra de 1812 entre EE. UU. y el Imperio británico. Tras la guerra -desde 1815 a 1846- más de 600.000 inmigrantes europeos desembarcaron en puertos canadienses. Se iba escudando una sociedad mixta e integracionista. Se gesta el gobierno responsable (autónomo, tolerante) y la asimilación de los canadienses franceses a la cultura británica. Con el Acta de la Unión de 1840 nace la Provincia Unida de Canadá. Tras la Confederación de 1867, el nombre de Canadá fue adoptado como nombre legal y el Dominio, título conferido al país. Con el Estatuto de Westminster de 1931 y el Acta de Constitución de 1982, Canadá sella su independencia al parlamento británico. Hoy es una democracia parlamentaria y monarquía constitucional. Una nación bilingüe (inglés y francés) con una prístina y originaria pluralidad.
Canadá ha tenido sus propios conflictos, pero ha sabido superar con inteligencia sus diferencias. Desde la revuelta de 1837 con Louis-Joseph Papineau al frente, pasando por la lucidez integradora de Lord Durham -quien recomendó la unión de las provincias altas y bajas de Canadá (1840)- más la revuelta de Manitoba (1870), la rebelión de Saskatchewan liderada por Louis Riel (1869) hasta la Revolución tranquila (1960) por la modernización y secularización de Quebec, liderada por Jean Lasage, que hizo conocer figuras como René Lévesque y el futuro PM canadiense Pierre Elliott Trudeau. La expresión popular Québécoise Ca prend sa la tête a Papineau (no lleva la cabeza de Papineau) se usa cuando alguien no demuestra capacidad de diálogo. Esencia civilizada de Canadá como nación donde la paz se pacta, no se combate.
Una diplomacia de valores humanos
Canadá es historia de reconciliación, redención y paz; de respeto a todas las culturas y grupos étnicos, bilingüismo y federalismo flexible, que se siente en su política exterior. Para Canadá, la cooperación “like-minded countries” (países con planteamientos similares) es una misión que ha impulsado la restauración democrática de Venezuela y la defensa de los DD. HH.
Sir Wilfred Laurier, PM de Canadá, predijo que el siglo veinte sería el siglo de Canadá. Y lo fue. Canadá se hizo una nación madura, con sus propias responsabilidades, adoptando una política exterior hacedora de libertades. Canadá luchó hombro a hombro con sus aliados en dos guerras mundiales y ha participado en numerosos acuerdos de paz. La cabeza de Papineau, la voluntad holista de lord Durham, la visión integradora de Louis-Hippolyte Lafontaine -PM de la provincia unida de Canadá- han sido ejemplo vivo de la diplomacia restauradora y legalista, desarrollada por Laurier o el embajador Lester Pearson, Premio Nobel de la Paz, promotor de la solución a la crisis del Suez en 1957.
Es la diplomacia que inspiró el Acuerdo de Ottawa sobre prohibición de uso de minas antipersonas, cuyo valor de la seguridad del hombre animó la creación del Tribunal Penal Internacional. Son las premisas de la máxima del “soft power”, como medio para sustituir y mitigar las guerras por la justicia y la palabra. Como dicen en Québec “tire-toi une bûche” (saca un tronco para sentarnos a conversar…).
Venezuela ha estado en el primer peldaño de la agenda diplomática de Canadá. Han hecho suya nuestra épica libertaria. Honrando la letra y música de Oh Canadá (compuesta en 1880 por Calixa Lavallée y escrita por el poeta y juez sir Adolphe-Basile Routhier), han convertido en hazaña gloriosa nuestro abajo cadenas.
El PM Justin Trudeau; sus cancilleres Chrystia Freeland, François-Philippe Champagne y Marc Garneau; el Diputado Randy Hoback; el viceministro Michael Grand, consejero Allan Culham, y altos funcionarios de gobierno, han hecho tanto por Venezuela, sabiendo blandir su espada y llevando su cruz, sin levantarse del tronco por el diálogo, la paz y los valores humanos de Venezuela… Winston Churchill dijo: “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”. Gracias Canadá.
* Embajador de Venezuela en Canadá
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