El 13 de marzo de 2020, cuando Venezuela anunció la suspensión de clases por los primeros casos de coronavirus, Amanda Isturriaga y sus compañeros de salón planeaban cómo festejarían su paso a secundaria.
«Toda la escuela se despidió por un mes. Nos decíamos: ‘nos vemos en un mes’. No pensábamos que esto iba a durar más de un año. No se pudo celebrar mi graduación, nos sentimos muy tristes, nunca creímos que esto iba a llegar», cuenta Amanda, de 13 años, a la Voz de América.
Para la adolescente, estar un año y cuatro meses sin ver a sus amigos de curso ha sido lo más duro. «Cuando eran las cosas presenciales, no sabía lo importante que era estar con mis compañeros. Levantarse a las 8 de la mañana, tener una rutina», afirma Amanda.
Como ella, unos 7 millones de niños y adolescentes venezolanos, que están registrados en el sistema escolar, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, debieron convertir sus habitaciones y salas en aulas.
«Fue muy caótico y fue deprimente, porque tus papás y todo el mundo te cuentan de todas las experiencias que tuvieron en el liceo y lo maravilloso que es; y tú no las estás cumpliendo. Hay etapas que uno necesita, que no las estás viviendo. Las estás saltando», expresó Anabella Lorenzo, de 14 años, quien acaba de culminar el segundo año de secundaria.
Pero lo peor, para los adolescentes consultados, ha sido lidiar con las fallas de conectividad y de electricidad en Venezuela. Apenas un tercio de las familias de Venezuela tienen acceso fijo a Internet, según el Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos, algo que los jóvenes califican como «frustrante».
Anabella apoya su teléfono móvil en la pared del comedor de su casa para recibir las clases a través de las aplicaciones Google Meet o Zoom. Las asignaciones escolares se almacenan en ese mismo celular, pues su computador es obsoleto y con una capacidad de procesar muy limitada, por ello solo está reservado para completar algunas tareas.
«El año pasado fallaba la luz, de hecho, tuve que ver una clase montada en la azotea del edificio para poderla ver y no podía faltar. Todo fue demasiado caótico, porque la misma situación del país no me permitía a mi tener un sano desarrollo en mis clases, dado que no tenía el internet», explica Anabella.
La educación a distancia ha sido un reto también para Elías Haig, de 15 años, quien comenzó a estudiar química y física en línea, sin la posibilidad de exponer sus dudas frente a un pizarrón.
«Si antes, en una semana, en clases presenciales, me mandaban a resolver 100 ejercicios de matemáticas y a hacer un trabajo de sociales, ahora me mandan 3 infografías, 2 videos y cosas que son complicadas. Además, estoy a merced de que se me vaya la luz», relata Elías, quien está convencido de que aprendió poco en este último período escolar, pero aclara, no es eso lo que más le preocupa. «Yo podré recuperar un examen, algo que no aprendí del todo, pero yo no puedo recuperar las risas con mis amigos», destaca.
El gobierno planea retomar las actividades presenciales en octubre, una vez, el personal docente esté vacunado, lo que alimenta la ilusión de Anabella. «Voy a volver a mi liceo, voy a volver a ver a mis amigos, voy a volver a mi ritmo de vida que tenía antes de la pandemia…»
Sin embargo, pese a la expectativa por regresar a las aulas, educadores en Venezuela aseguran que el 80 por ciento de los estudiantes en Caracas no están preparados para un nivel superior, según cifras del Sindicato Venezolano de Maestros.
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