Luego de hacerse viral un video donde se puede observar el beso de un adulto con poder mediático – religioso a un niño, cientos de personas rechazaron esta agresión a través de redes sociales, sin embargo, mediante las mismas, hubo otro pequeño grupo que justificó y hasta normalizó lo que a simple viste vista constituye una agresión sexual de un adulto hacia un infante.
Tenzin Gyatso de 83 años, mejor conocido en el Tibet y en el mundo como el decimocuarto dalái lama, líder espiritual religioso de la escuela Gelug del budismo tibetano, se acercó a un niño para darle un beso en la boca, luego le enseña la lengua al niño y le dice: «chúpame la lengua» mientras algunos de los asistentes al evento le aplauden, se ríen y disfrutan de un hecho bochornoso que no debería ser normalizado.
Aunque el líder espiritual se disculpó públicamente mediante la siguiente afirmación: «Su Santidad a menudo se burla de las personas que conoce de manera inocente y juguetona, incluso en público y ante las cámaras. Lamenta el incidente”, lo cual normaliza lo sucedido, es de vital importancia que con frecuencia este tipo de hechos relacionados con violencia sexual se producen desde personas de poder que abusan de su posición.
Cultura Vs. Derechos Humanos
A propósito del reciente taller de abordaje periodístico sobre violencia de género e infantil llevado a cabo en Caracas por quepasaenvenezuela.org y avalado por la Voz de América, una de las expertas, Vanessa Moreno Losada, periodista de Cecodap comentó sobre el riesgo que supone una práctica cultural o religiosa que promueve la violación de los derechos de la niñez y la adolescencia a través del contacto físico.
Por otra parte, Carlos Trapani abogado y coordinador del programa de “Buen Trato” de Cecodap ha dicho en reiteradas oportunidades que a pesar de ser una muestra cultural de respeto en el Tibet el besar en la boca y chupar la lengua, no obstante, expresa que, aunque sea parte de la cultura y tradiciones en algunos lugares del mundo, esto no puede ser una excusa para vulnerar la dignidad de una persona, y menos cuando se trata de un niño. Agregó el ejemplo de la mutilación genital femenina, la cual es considerada una tradición en algunos países africanos pero que, en cualquiera de sus formas, esta mutilación constituye una violación de los derechos humanos fundamentales de las niñas y las mujeres, entre los que se incluyen el derecho a la salud, a la seguridad y a la dignidad.
Recordemos que, según la Declaración de los Derechos del Niño, «el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento». Igualmente expone: “la libertad de profesar la propia religión o las propias creencias estará sujeta únicamente a las limitaciones prescritas por la ley que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la moral o la salud pública o los derechos y libertades fundamentales de los demás”. Lo que quiere decir que bajo interpretación jurídica siempre se tomará en cuenta lo que beneficie a la niñez, por supuesto, evaluable en cada caso particular.
Comunicar con responsabilidad
De manera automática e impulsiva se publicó el video del suceso a través de cientos de portales digitales y usuarios de redes sociales, sin importarles el principio de interés superior del niño en cuanto a su privacidad e imagen pública. Agencia Pana de @Cecodap expresa: “Mostrar imágenes del niño, así como viralizar su identidad, atenta contra su honor y dignidad. Además, lo expone a otras prácticas violentas como el ciberbullying, acoso callejero y estigmatización. #HablemosClaro no es censurar un hecho, sino contextualizar y problematizar situaciones de violencia sexual normalizadas por cuestiones culturales, religiosas o políticas, así como proteger integralmente al niño, niña o adolescente”.
Desde un periodismo más humano, se debe aumentar el nivel de conciencia y comprensión de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, el enfoque de estos derechos y por qué son tan importantes.