Un equipo de investigación de Runrunes ingresó al centro de detención meses antes de su demolición y constató la estructura de poder y crimen que instalaron los pranes dentro del centro de reclusión que era administrado por la Gobernación del Zulia
Los reclusos tomaron el control total del retén a finales de 2019, el recinto no tenía custodia interna y la vigilancia de los cuerpos de seguridad se limitaba a la instalación de alcabalas alrededor de la prisión y sobrevuelos ocasionales con un dron
Solo por el cobro de la causa, los pranes tenían ingresos anuales de al menos US$240.000. Sin incluir el cobro de las extorsiones a comerciantes, que variaba entre US$3.000 y US$50.000 por comercio
Las bandas de “Adriancito” y “Yeiko Masacre”, aliadas de las megabandas de “Los Meleán” y “Los Leal”, respectivamente, controlaban desde el retén el cobro de vacuna y otros delitos. Se calcula que ocho de cada diez extorsiones que se registran en los municipios de la Costa Oriental del Lago eran coordinadas desde el retén
Ronna Rísquez, Karina Peraza y Liz Gascón
Foto Tal Cual: Entrada del Retén de Cabimas
Lo primero que llamaba la atención al llegar al Centro de Arrestos y Detenciones Preventivas de la Costa Oriental del Lago, mejor conocido como el Retén de Cabimas, era que no tenía cerca perimetral en la parte trasera y los portones están abiertos todo el día. Tampoco había custodios o funcionarios policiales que vigilaran. Los presos estaban de su cuenta y podían salir sin problemas, como el día en que tomaron la calle para protestar por falta de alimentos. La única razón por la que no se fugaban era por el terror que imponían los pranes.
El centro de reclusión estaba controlado por cuatro presos, uno por cada pabellón, que respondían a poderosas organizaciones criminales del estado. Así permaneció por casi cuatro años, desde 2017 cuando Omar Prieto asumió la gobernación del Zulia hasta que en octubre de 2021, justamente un mes antes de las elecciones regionales para un próximo período.
Después de varias promesas, que se remontan a 2019, finalmente el gobernador y aspirante a la reelección, decidió resolver el problema: Ordenó el desalojo e inició la demolición de la pequeña edificación, ante la imposibilidad de recuperar el control del recinto, que originalmente no era una prisión, sino una delegación policial.
El retén de Cabimas, era uno de los 25 centros de detención policial que había en Zulia. Construído en 1973, fue diseñado para una capacidad de 100 reclusos, pero de acuerdo con la investigación de campo para este perfil, en mayo existía una población de 1.028 privados de libertad. El hacinamiento era superior a 1.000%.
Estaba bajo la responsabilidad de la gobernación del estado Zulia, que en 2020 cerró con una tasa de 47,5 muertes violentas por cada 100.000 habitantes, siendo los sicarios, miembros de bandas y funcionarios de seguridad los principales victimarios. Pese a los elevados índices delictivos, Zulia no tiene cárceles y por esa razón los centros de detención preventiva o retenes policiales son utilizados como prisiones.
La falta de reja perimetral en el retén de Cabimas era apenas una de las debilidades que mostraba el penal. Carlos Barrios, quien fungía como director provisional del retén desde comienzos de 2020, despachaba desde sus alrededores dos o tres veces a la semana. La falta de vehículo oficial y la escasez de gasolina conspiraban en contra del trabajo presencial del funcionario que reside en Maracaibo, así que la seguridad de los detenidos no estaba bajo su control.
El resguardo de sus alrededores estaba a cargo únicamente de una patrulla con cinco policías que envía La Comandancia General del Cuerpo de Policía Bolivariana del estado Zulia (CPBEZ) para hacer recorridos por las inmediaciones del retén, acompañados de otros dos funcionarios asignados a la custodia externa, reveló una fuente del organismo que prefirió no identificarse.
En total, eran 14 funcionarios del CPBEZ, divididos en siete para cada turno. Los oficiales evitan estacionar la patrulla en la calle y observan desde afuera a los presos que caminan armados por la azotea y demás espacios del retén. La fuente admitió que no había suficiente personal para las labores de custodia externa y que sus actuaciones son limitadas por temor a las represalias que puedan tomar los delincuentes en contra de los policías o sus familiares.
Un informante del Comando Nacional Antiextorsión y Secuestros (CONAS) señaló que, ante la ausencia de custodia interna y el aumento de las denuncias de extorsión planificadas por presos, este organismo instaló dos puntos de control a menos de 300 metros de distancia de la prisión. Eran 12 los funcionarios del CONAS y la GNB asignados para la custodia externa en dos turnos.
Entre policías y militares había un total de 26 funcionarios en labores de custodia externa. En la investigación se pudo constatar que el CONAS instaló cámaras de seguridad en las inmediaciones de la prisión para observar a los visitantes y detectar movimientos irregulares. También se cuenta ocasionalmente con un dron de vigilancia que sobrevuela el retén, según reveló una fuente oficial en condición de anonimato.
El retén de Cabimas carecía de custodia interna desde finales de 2019. Solo una funcionaria del CPBEZ cuenta con la autorización de los pranes para ingresar: Nohelia Barrios, una empleada administrativa que servía de enlace entre los reclusos y las autoridades para gestionar, fundamentalmente, el traslado de los enfermos al médico forense o centros de salud.
Cada pabellón del retén tenía un pran o líder negativo que ejercía las funciones del Estado: seguridad, reglas y normas de convivencia.
Felices los cuatro
El control del retén de Cabimas estaba repartido entre cuatro líderes que gobernaban los distintos anexos, la planta alta y el área de mujeres.
El que tenía el mayor poder de fuego y más hombres era Wilson Israel Valles Pérez, alias “Wilson”, el pran del pabellón B. Esta área llegó a albergar unos 400 reclusos de los cuales entre 50 y 100 pertenecían al “carro”. La mayoría eran delincuentes que operaban en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, principalmente, en los municipios Cabimas o Santa Rita, explicó un comisario del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) que trabajó en la región.
“El Wilson” había sido el lugarteniente de dos exlíderes evadidos del retén de Cabimas en 2016: Adrián José Rodríguez Gudiño, alias “Adriancito”, de 34 años de edad, quien se encuentra prófugo; y Sleiter José Leal de 36 años, alias “El Sleiter”, asesinado en junio del 2020.
Por esta razón, a través de “Wilson” la banda de “Adriancito” era la que controlaba la prisión, pero además tiene el respaldo financiero de la megabanda de “Los Meleán”. El pran se encargaba de los negocios dentro del centro de detención y de otras extorsiones. “Adriancito”, entre tanto, dirigía las operaciones fuera del retén, reveló el funcionario del CONAS entrevistado para este perfil.
Los otros grupos de dominio en el retén era los de Yorman Rosendo, alias “Yormita”, quien tiene el mando del pabellón A; José Gregorio Gavidia, alias “Chiveco”, líder del pabellón C; un exguardia nacional apodado “El Conas”, quien regenta el área reservada para funcionarios de seguridad que están presos.
Los grupos de alias “Yormita”, pabellón A; y alias “Chiveco”, pabellón C funcionaban como extensiones y aliados de la banda de Erick Alberto Parra Mendoza, alias “Yeico Masacre”, quien figura como financista de esos anexos, enemigos del pabellón B. No hay información sobre la cantidad de hombres que poseen, pero era inferior a la de sus rivales debido a que los pabellones que dominaban albergaban menos reclusos.
El área de mujeres también estaba dominada indirectamente por alias “Wilson”, pues la líder era su pareja sentimental Migdalia Fernández.
La cantidad de presos bajo el control de cada pran determinaba su grado de poder dentro de la prisión por dos razones: la cantidad de hombres que podían integrar la estructura criminal o carro y la cantidad de dinero que generaba el cobro de la causa a los pabellones con más hombres.
Aunque la estructura del pranato se sostenía con diversos delitos y actividades, destacaba el cobro de causa, una especie de impuesto que cobra el pran al resto de la población penal por el derecho a estar en la prisión. La tarifa mínima de la causa semanal se ubicó en US$5 por recluso. Según una fuente, los pagos se hacían en efectivo obligatoriamente.
Los insolventes eran expulsados de los pabellones como medida de castigo y llevados a las áreas donde permanecen los reclusos con tuberculosis o donde hay mayor hacinamiento. Si no pagan, se les niega tanto el agua como la entrega de alimentos.
Para comprender la magnitud de este negocio sólo hay que usar la aritmética: si 1.000 reclusos cancelan US$5 de causa, el ingreso de los pranes es de US$5.000 a la semana y US$20.000 por mes. Alias “Wilson” era quien obtenía la mayor parte de las ganancias porque su pabellón era el más poblado, con unos 400 presos.
Por esa razón mantener un volumen de presos hacinados era justamente parte del negocio que defendían los pranes y sus aliados criminales.
Otras actividades delictivas dentro del retén incluían el microtráfico de droga. Si bien no se logró precisar cuáles son las sustancias que se trafican en el retén de Cabimas ni tampoco cuál es el tamaño de la ganancia de pranes y asociados, en septiembre de 2020, el CONAS derribó drones que transportaban al retén tanto drogas como armas. Por este hecho capturaron a cuatro hombres acusados de operarlos desde una vivienda cercana al recinto.
De hecho, el control de este negocio originó en diciembre de 2019 una nueva reyerta entre las bandas de los anexos B y C. La operación con el combustible se vio limitada desde junio de 2020, debido a la polémica generada por un video de los reclusos caminando con armas largas, mientras vigilaban desde el techo cuando funcionarios de la GNB custodiaban la fila para la estación de gasolina.
Luego de este episodio, la gobernación excluyó a la gasolinera del retén del cronograma de suministro.
Las armas vienen de las FANB
Las armas que están dentro del retén de Cabimas eran obtenidas “a través de funcionarios corruptos”, ya sean agentes policiales, del CICPC o miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
Estos últimos son los principales proveedores tanto de las granadas como de las armas largas que circulan en ese retén, explicó un comisario del CICPC. “La potencia y el calibre del armamento aumenta dependiendo de la cercanía con los pranes. Los más cercanos al pran tienen armas largas. En la entrada de los pabellones los gariteros usan revólveres, en el interior se dejan ver una que otra pistola, y las armas largas y las granadas se exhiben mientras alguno de los líderes se pasea por el área”, detallan los reportes de Una Ventana a la Libertad sobre el tema.
A los reclusos más apartados de los pranes –siempre y cuando pertenezcan a su estructura criminal– les permiten portar armas blancas como machetes y cuchillos.
Expertos de Una Ventana a La Libertad señalan que el pase de armas a las instalaciones se hace a través de familiares y conocidos que no son requisados por la custodia externa por orden de Wilson.
Un inspector jefe del CICPC refirió que la mayoría de las granadas que utilizan estos grupos entran a través de cualquier línea fronteriza. “Las granadas las traen delincuentes de Colombia y pueden pagar por cada una 200.000 pesos colombianos o comprarlas por 100 dólares en Venezuela”.
Otro informante del organismo manifestó que las granadas con seriales de CAVIM, son extraídas de los entrenamientos militares. Los funcionarios de la FANB arrojan cinco explosivos en las prácticas pero reportan 25, las 20 restantes son desviadas ilegalmente a los grupos criminales.
El gran negocio es puertas afuera
Todo apunta a que la principal fuente de ingresos de los pranes del retén de Cabimas son las extorsiones a comerciantes y empresarios del municipio Cabimas y otras seis jurisdicciones de la Costa Oriental de Lago (COL): para el 2017 salían al menos tres llamadas diarias del retén y, de cada 10 empresarios o comerciantes de Cabimas, al menos seis recibían llamadas extorsivas, según reportes de prensa.
Dos comerciantes y un sargento del CONAS de Cabimas entrevistados durante esta investigación coincidieron en que el retén es el mayor centro de operaciones para las extorsiones registradas en la subregión.. Actualmente, la banda delictiva puede cobrar entre US$3.000 y US$50.000 en efectivo por cada operación, precisaron dos comerciantes de Cabimas, que pidieron no revelar su identidad. Un agente del CONAS Zulia y varios representantes empresariales explicaron que el monto de la extorsión varía según el perfil de la víctima.
Según fuentes policiales, los extorsionadores incluso utilizan cuentas prestadas para cobrar transferencias a través del sistema de pago interbancario de Estados Unidos, Zelle.
El modus operandi de estas bandas criminales del retén de Cabimas consiste en amenazar a las víctimas con atentados y luego ofrecerles una «protección» en sus negocios y/o propiedades. En las redes sociales sobran los videos y denuncias de amenazas con granadas y disparos a los empresarios y comerciantes que se nieguen a pagar vacuna.
Con el fin de que la víctima ceda, estudian e identifican a todo su núcleo familiar. Si se rehúsan a entregar el dinero, los sicarios de la organización los presionan disparando a las viviendas o lanzando explosivos contra alguno de sus negocios, según confirmaron por igual agentes del CONAS y del CICPC consultados.
Un empresario relató que, fue en 2017 cuando comenzaron los atentados, en vista de que las llamadas intimidatorias se habían agotado como estrategia, pues las víctimas potenciales dejaron de atender a números desconocidos o ignoraban las solicitudes.
“Las bandas se van reinventando y fortaleciendo su estrategia a medida que las víctimas pierden el miedo”, reiteró, agregando que ahora envían videos por Whatsapp donde hombres con los rostros cubiertos exhiben granadas y armas para atemorizar a la víctima y que acceda a hacer el pago.
Un jefe del CICPC en Zulia indicó que los principales delitos que se registran en el estado son la extorsión y asesinatos que derivan de la extorsión. En el perfil de las víctimas de homicidios suelen encontrar la misma coincidencia: personas que cancelaron vacunas en alguna oportunidad y se rehusaron a pagar nuevamente.
Según fuentes de la División de Antiextorsión y Secuestro del CICPC Zulia, solo 10 por ciento de las llamadas extorsivas logran que se haga el pago a los delincuentes, y apenas 25 por ciento de las víctimas denuncian.
Comerciantes consultados en los municipios Cabimas y Santa Rita afirmaron que las víctimas desconfían de los cuerpos de seguridad porque muchos funcionarios trabajan para las bandas de extorsión. En reiteradas oportunidades los comerciantes han recibido mensajes intimidatorios de los delincuentes en los que se señala que saben que, en ese momento, se encuentran denunciando en la sede policial o en el comando militar.
El CICPC en Zulia estima que al menos el 90 por ciento de los teléfonos que utilizan las bandas criminales tienen códigos de área de Colombia, Ecuador o incluso de Panamá. La mayoría contacta a las víctimas con números colombianos, pues para la compra de los chips, no se requiere documentación, precisó una fuente policial.
Este hecho también podría ser un indicador de la expansión de estas bandas fuera de Venezuela. “Los Meleán” y “Yeiko Masacre” tienen presencia en Colombia.
Una de las formas de conseguir la información de las víctimas son contactos laborales, datos de la vivienda o de amistades y, recientemente, empezaron a utilizar a damas de compañía o escorts para obtener información de quienes contratan sus servicios, reveló un funcionario del CONAS.
El sicariato es otro de los delitos que ha caracterizado a las bandas de “Los Meleán” y “Los Leal”. Eran conocidos en el mundo criminal como sicarios. Sus aliados del retén de Cabimas también se dedican a esta actividad. Y uno de los casos más emblemáticos que se les atribuye es el sicariato del comisario Benito Cobis.
El pranato gana con todo
Hasta el cierre del penal de Cabimas, Wilson Israel Valles Pérez, alias “Wilson” era el pran del pabellón B. Tiene 43 años, es natural de Ciudad Ojeda y fue condenado a 25 años de prisión –al igual que “Adriancito”– por el secuestro del presidente de una línea de transporte de Lagunillas, en 2013. Pese a su reclusión, planifica robos de vehículos, sicariatos, coordina la mayor red de extorsiones en la Costa Oriental del Lago y es el responsable de más de 90 % de los atentados con granadas, según informan medios locales.
Migdalia Fernández es la pareja de “El Wilson” y también estaba detenida en el retén de Cabimas. Convivía con 14 mujeres en el anexo femenino. Otras 60 reclusas con menos privilegios se encontraban en un pabellón. Fernández es la líder de esas dos divisiones. No hay detalles sobre el delito por el cual está presa o sobre su vida personal, pero existen indicios de que apoya cada decisión del líder del pabellón B.
Foto tomada de Facebook:Migdalia Fernández, líder del anexo femenino del retén de Cabimas, junto a Wilson Valles, pran de pabellón B
Adrián José Rodríguez Gudiño, alias “Adriancito”, tiene 34 años y es conocido como “Adriancito”. Ingresó al retén de Cabimas en 2013 por el secuestro del presidente de una línea de transporte de Lagunillas. En ese hecho actuó junto a alias “Wilson”.
Desde que ingresó al retén de Cabimas, “Adriancito” era parte del anillo de seguridad de Legel Odelvis Enrique, apodado “El Tata”, quien fue el pran del pabellón B hasta su asesinato en el año 2014.
En 2015, “Adriancito” estableció una alianza con Sleiter José Leal, alias “El Sleiter”, quien entró al retén de Cabimas ese mismo año por homicidio calificado en grado de frustración. Leal tenía prontuario por homicidio, tráfico de drogas, extorsión, robo y secuestro, credenciales que lo convirtieron en el segundo al mando del pabellón B a los pocos meses de llegar.
Rodríguez y Leal conformaron dentro del retén un Grupo Estructurado de Delincuencia Organizada (GEDO), como se califica en la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional.
“Adriancitio” quedó a la cabeza de la organización criminal en 2020, luego del asesinato de “El Sleiter”. La banda opera en los siete municipios de la Costa Oriental del Lago en Zulia: Cabimas, Santa Rita, Lagunillas, Miranda, Baralt, Valmore Rodríguez y Simón Bolívar. En paralelo, los socios externos se dedicaban al robo de vehículos, con cobro del rescate de los mismos, según precisó un comisario del CICPC que trabajó en la región zuliana hasta el año 2016.
“El Sleiter” era el enlace con la megabanda de “Los Meleán”, la organización criminal más poderosa y antigua del estado Zulia. Durante su estadía en la prisión, los miembros de este clan familiar sirvieron de proveedores de armas, reveló el comisario de la policía científica.
A esta pareja criminal le atribuyen los ataques con granadas y armas largas que se han registrado contra organismos de seguridad, centros médicos, locales comerciales y algunas viviendas en Zulia. Este es el modus operandi que utilizan para lograr que sus víctimas paguen extorsiones en dólares.
Pese a las bajas en las filas de subanda, producto en enfrentamientos con cuerpos de seguridad, detenciones en flagrancia y ajustes de cuentas de bandas rivales, el grupo sigue con sus actividades criminales en la COL y en Colombia, donde se radicó “Adriancito”.
Erick Alberto Parra Mendoza, alias “Yeico Masacre” lideró otro grupo que ejerció influencia dentro del retén de Cabimas. Figura en la lista de delincuentes más buscados por el Ministerio de Interior y Justicia por los delitos de homicidio, sicariato, robo de vehículo y desaparición forzada. Parra, quien tiene alerta roja de Interpol, estaría ocultándose en Chile y ha cobrado notoriedad desde 2018 por la publicación de videos y audios en redes sociales atribuyéndose homicidios y ataques. Funcionarios del CONAS Zulia presumen que alias “Yeico Masacre” es el financista de presos de los pabellones enemigos de “Adriancito”.
Su poder en el retén de Cabimas es menor al de “Adriancito” y “Wilson”, aún cuando los presos del centro de detención logran salir a realizar actos delictivos ordenados por él.
Parra Mendoza es un exfuncionario de la GNB y recibió entrenamiento en operaciones de comando, inteligencia, manejo de explosivos y combate. Se dice que habría pertenecido a la banda de “Los Meleán”, de la cual fue jefe de seguridad y era conocido inicialmente como “Yeico Meleán”.
Al tratar infructuosamente de convertirse en líder de esa organización en 2019, luego de la detención en Texas del cabecilla, Tirso Meleán, pasó a ser enemigo de todos los miembros de la banda, entre ellos “El Sleiter”, según declaró un comisario del CICPC.
“Intentó apropiarse del manejo de la banda, lo que lo convirtió en rival de sus otrora patrones. En ese momento, adoptó el alias de ‘Yeico Masacre’ y echó a andar un plan de exterminio contra ‘Los Meleán’ que ya cuenta más de 30 muertos en Colombia y otros más en Venezuela”, reveló una investigación del diario colombiano El Tiempo.
Las autoridades de ese país señalan que, tanto la banda de “Yeico Masacre” como a “Los Meleán”, están dedicadas a delitos como extorsión, sicariato, microtráfico de droga y la explotación sexual de migrantes. Igualmente afirman que estos grupos pelean el control de negocios ilícitos en Bogotá. De hecho, la PNC tendría reportes de las actividades de estas bandas venezolanas desde mediados de 2019, según declaraciones a El Tiempo.
Parra ahora tendría vínculos con la banda de “Los Leal”, enemigos de larga data de “Los Meleán” y sería en realidad el jefe de los pranes de los pabellones A y C del retén, Yorman Rosendo, alias “Yormita” y José Gregorio Gavidia, alias “Chiveco”, respectivamente, informaron funcionarios policiales entrevistados para esta investigación.
Debajo de los pranes hay una organización que garantiza su seguridad y los negocios dentro del penal. Lugartenientes, luceros, gariteros formar parte del carro, que es el grupo de personas que integran la pandilla o miembros directos de la organización que controla la prisión.
Foto: Wilson Valles Pérez, pran del pabellón B
Socios en el delito
Los pranes en el Centro de Arrestos y Detenciones Preventivas de la COL tienen nexos con bandas fuera de la cárcel. La principal alianza es la de “Wilson” con la banda de“Adriancito”, organización a la que representa en la prisión.
“El Wilson”, a su vez, tiene miembros fuera de la prisión que hacen labores de investigación para identificar a víctimas de extorsiones y perpetrar distintas acciones delictivas.
El principal financista de la banda de “Adriancito” y “Wilson” es la megabanda de “Los Melean”,que en definitiva son los verdaderos socios. Este es un clan familiar que opera desde hace más de 40 años en el estado Zulia. Han estado vinculados con contrabando de combustible, extorsiones, sicariatos y una variedad de delitos y está liderada en la actualidad por Jefferson José Nava Jiménez, apodado “Y. Nava” o “Jet Nava”, quien era lugarteniente de Willy Meleán, y Karinton José Soto Leal, conocido como «Karinton” quien es el segundo al mando del clan.
Otro de los líderes de la organización fue detenido en Estados Unidos en 2018 con gran cantidad de armas de fuego. Estaba solicitado por las autoridades venezolanas por sicariatos y otros crímenes.
Pese a la muerte de uno de sus líderes y la captura de otro, “Los Meleán” tienen ramificaciones en distintas ciudadades de Colombia y Panamá. Reportes de las autoridades colombianas señalan que los líderes de las bandas de “Yeico Masacre” y “Los Meleán” emigraron a Colombia entre 2018 y 2019. De hecho, células de ambas organizaciones ya están en siete ciudades colombianas: Barranquilla, Valledupar, Santa Marta, Riohacha, Ibagué, Soacha y Bogotá.
“Se dedican especialmente al hurto, la extorsión y manejan redes de prostitución”, aseguraron fuentes policiales a la Revista Semana. En Fontibón, Chapinero y la capital, Santa Fe (Bogotá) se disputan el control de expendios de drogas y la trata de personas, según precisó a medios de comunicación el secretario de seguridad de Bogotá, Hugo Acero.
Desde 2018, los líderes de los pabellones rivales al de Wilson Valles, reciben financiamiento de “Yeico Masacre” quien, a su vez, libra una guerra con “Los Meleán”.
La megabanda de “Los Leal” tiene una historia de rivalidad con el clan de Los Meleán por el control de rentas y territorios de los municipios alrededor del Lago de Maracaibo, tal como describe InSight Crime en su trabajo de enero de 2021. Yeico Masacre tendría vínculos con la banda “Los Leal”, rival de “Los Meleán”. Antonio Meleán, líder de esta última organización, fue asesinado por un grupo de sicarios frente a una barbería el 28 de diciembre de 2008. Su guardaespaldas, Daniel David Leal Prieto, fue acusado del homicidio.
“La muerte del líder de ‘Los Meleán’ representaría el surgimiento de una organización liderada por un antiguo socio: José Luis Leal Rangel. Leal decidió articular una nueva estructura criminal bajo su mando y desafió el poderío de ‘Los Meleán’ en Zulia”, destaca InSightCrime.
Foto: Presos del retén de Cabimas hacen fila para buscar agua
La emergencia humanitaria en el retén
Ricardo Lugo, secretario de Seguridad y Orden Público de la Gobernación del Zulia, admitió que no enviaban alimentos según los requerimientos. Explicó que cada mes proporcionaban a los reclusos 400 bolsas con 15 kilos de alimentos del Comité Local de Abastecimiento y Producción (Clap) que deberían consumir los prisioneros enfermos o con desnutrición.
No obstante, estos alimentos se entregaban a los pranes para que ellos los distribuyeran en la población del penal. Por otra parte, los reclusos señalan que las autoridades incitan a la violencia para justificar intervenciones armadas de los cuerpos de seguridad puertas adentro.
A raíz de las confrontaciones entre los presos y funcionarios –que escalaron en 2019 y 2020– los controles externos de los cuerpos de seguridad aumentaron para compensar la ausencia de custodia interna. En ocasiones las autoridades han prohibido el ingreso de alimentos, medicinas y agua potable al retén.
Por esta razón, los pranes promovieron una protesta y los prisioneros salieron de las instalaciones a exigir atención para los enfermos que estuvieron hasta 72 horas sin agua para beber.
En una ocasión, se amotinaron y hasta detonaron seis granadas para ejercer presión sobre los militares que mantenían el acceso vehicular y peatonal restringido. El disturbio terminó con dos presos fallecidos.
El centro de detención no contaba con sistema de cloacas o agua, según se pudo constatar en la visita realizada a estas instalaciones. Los reclusos cavaron dos pozos para obtener agua, pero no es apta para el consumo o aseo personal. Los reclusos pagaban US$0,2 o US$0,5 para llenar botellones de 20 litros de agua en las viviendas próximas al retén o reciben agua de sus familiares. El agua es una necesidad urgente, pues Cabimas tiene permanentemente temperaturas por encima de los 30°grados centígrados.
A principios de 2020, al menos 30 reclusas no recibieron atención adecuada. Además, dos de las cinco prisioneras embarazadas dieron a luz atendidas por sus compañeras, pues les negaron tanto el traslado a un hospital.
Epicentro de la violencia
La violencia que se generó dentro del retén de Cabimas tuvo consecuencias que van mucho más allá del área del centro penitenciario. Las disputas por el dominio absoluto de la prisión desencadenaron motines de hasta ocho muertos en la última década. En una visita al retén se constató que los pranes utilizan a los reclusos enfermos para llamar la atención y obtener beneficios, como alimentos o medicinas. Los ajustes de cuentas entre las bandas del retén de Cabimas no solo ocurrían tras las rejas. Fuera de la prisión, los grupos aliados a los pranes también han librado una guerra. Estas bandas también se esparcieron por toda la zona oriental del país para alzarse con las rutas del microtráfico”, detalla un reportaje de El Heraldo.
En junio de 2020, “Yeico Masacre” encargó el sicariato de “El Sleiter”y su madre en Bogotá. Ese mismo mes, también se adjudicó el homicidio del abuelo de “El Sleiter” en Zulia y llegó a ofrecer hasta US$1.000 por el asesinato de cada familiar de su rival.
Otra consecuencia fue el aumento de la criminalidad tanto en La Misión como en las urbanizaciones del norte de Cabimas: muchos de los habitantes han abandonado sus casas o reforzado la seguridad para evitar la irrupción de delincuentes a sus propiedades.
Foto: El retén de Cabimas se encuentra en una zona residencial
Entre 2018 y 2020 se contabilizaron al menos 46 ataques con explosivos en la región zuliana. De esta cifra, seis atentados se registraron en 2018, 13 en 2019 y 26 en 2020. Las continuas amenazas a comerciantes y empresarios han acelerado el cierre de muchos negocios. Según cifras de la Fedecámaras, en 2020 cerraron 800 empresas en el estado Zulia “por el acecho de las megabandas dedicadas a la extorsión”. Las acciones delictivas –en especial de la banda de Yeico Masacre— han causado el desplazamiento de comunidades enteras.
Aunque los cuerpos de seguridad procuran limitar las acciones delictivas de las bandas que operan desde el retén de Cabimas con restricciones a la circulación nocturna de motocicletas en algunos municipios de la COL, estas medidas no han disminuido los índices delictivos, ni frenado las actividades de las bandas, lo cual genera problemas de gobernabilidad: el sicariato y el cobro de vacunas son comunes en los siete municipios que conforman la subregión. El gobernador del Zulia, Omar Prieto, ha reconocido que las bandas delictivas del retén de Cabimas buscan imponerse en algunas jurisdicciones, sometiendo a los ciudadanos e incluso a los cuerpos de seguridad.
Las investigaciones señalan que los autores del sicariato del jefe de la Dirección de Inteligencia y Estrategias Preventivas del CPBEZ, Benito Cobis, habrían salido del retén por petición de “Yeico Masacre”.
De la mano con el poder
Los grupos delictivos que operan tanto dentro como fuera del centro de detención han establecido alianzas con policías y militares de distintos organismos para adquirir armamento y municiones. Las bandas se apoyaba en sus relaciones con el poder político, militar y policial de la región para fortalecer su actividad. Ya sea por acción u omisión, permitieron el desarrollo y crecimiento de la estructura delictiva que creció dentro del retén de Cabimas.
En noviembre de 2020, el CICPC capturó a un funcionario de sus filas identificado como Kenny Miguel Guillén Cardozo, de 29 años de edad, junto a un agente del CPBEZ, identificado como Klostermad David Hernández, de 33 años, por suministrar “artefactos explosivos, armas de fuego y municiones de diferente calibre” a los integrantes de la banda de “Yeico Masacre”.
Un jefe del CICPC en Zulia indicó que, al menos el 33 por ciento de los funcionarios de todos los cuerpos de seguridad del Zulia están involucrados con estas bandas criminales. El CICPC calcula que tres de cada diez integrantes de las bandas criminales que operan en el estado Zulia son funcionarios de cuerpos de seguridad. Dicho de otro modo: los organismos policiales y/o militares están infiltrados.
Un funcionario del gabinete del gobernador de Zulia, Omar Prieto, confirmó la participación de funcionarios en las bandas y mencionó que estos utilizan las comunicaciones radiales para estar al tanto de los procedimientos y notificar a los delincuentes. Para no ser rastreados, los presos envían videos y notas de voz a través de WhatsApp con números internacionales.
Las organizaciones criminales vinculadas con el retén de Cabimas tenían presencia en los municipios Cabimas, Santa Rita, Lagunillas, Miranda, Baralt, Valmore Rodríguez y Simón Bolívar. “Adriancito” y “El Wilson” se reparten los territorios. El primero opera en los municipios Cabimas, Simón Bolívar y Lagunillas. El segundo controla Cabimas y Santa Rita, jurisdicción esta que ha sido despoblada por la delincuencia en los últimos seis años.
Cabimas era administrado por la Gobernación del estado Zulia, por lo que las actividades y operaciones criminales que allí se realizan son posibles gracias a la inacción o la complicidad del gobernador Omar Prieto y su equipo de gestión que solo se decidió a actuar contra cumplir su promesa del cierre del retén a menos de un mes de las elecciones regionales.
Los detenidos del recién demolido retén de Cabimas fueron trasladados principalmente a las cárceles de Sabaneta y El Marite luego de una supuesta negociación entre la gobernación del Zulia con las estructuras criminales del retén que fueron advertidas para que pudieran sacar sus pertenencias de valor. Todavía no hay certeza de cómo será la inserción de los presos de Cabimas en los penales señalados, qué facilidades ofreció la gobernación para evitar la violencia en la mudanza del penal y si podrán mantener sus operaciones delictivas en sus nuevos sitios de reclusión.