Antes de entregarse a las autoridades fronterizas en El Paso este martes, Juan Fernández le envió un mensaje a su esposa en Venezuela para despedirse. Se secó las lágrimas y, junto a un amigo, caminó decidido.
“Tenemos bastante temor, pero hay que tener fe”, dijo el venezolano de 40 años que, asustado por los cambios en la frontera terrestre de Estados Unidos cruzó ilegalmente a través de una de las brechas del muro que separa al país de México apenas tres días antes.
Fernández es uno de los miles de venezolanos que han estado llegando a El Paso en la recta final del Título 42, la medida sanitaria que el expresidente Donald Trump usó para cerrar su frontera sur durante la pandemia, y que expirará este jueves a medianoche.
Heredada por el gobierno de Joe Biden, la medida que antes exceptuaba algunas nacionalidades, fue ampliada para vetar el ingreso de venezolanos, nicaragüenses y cubanos, entre otros, que deberían limitarse a programas especiales o al uso de la aplicación CPB ONE para pedir asilo.
Pero para miles en la frontera de México, las alternativas son insuficientes.
“Esperé durante cuatro meses intentando legalizar mi pedido, pero me quedé sola”, dijo Gleidys Losada.
“Todas las personas que yo conocía fueron cruzando por las brechas, y decidí que no podía esperar más”.
López ha pasado las últimas cuatro noches en las afueras de la Iglesia Sagrado Corazón, en el centro de El Paso, que se ha convertido en un punto de encuentro para miles de migrantes.
La mayoría de ellos son venezolanos, no tienen dinero para seguir hacia su destino final en Estados Unidos o están asustados de dejar la ciudad fronteriza por no tener documentos.
Con pocas pertenencias, improvisaron carpas con plásticos en las rejas de la iglesia, y utilizan baños portátiles instalados alrededor de la iglesia.
Con la inminente expiración del Título 42 las tensiones han crecido en las ciudades fronterizas de Estados Unidos, país fuertemente dividido por el tema migratorio.
Washington envió 1.500 efectivos para resguardar la frontera, que en El Paso está fuertemente custodiada con patrullas a cada kilómetro.
Oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza distribuyeron panfletos la madrugada del martes para exhortar a los migrantes sin documentos a “entregarse”, mientras que la policía migratoria recorrió horas después el improvisado campamento pidiendo “papeles”.
“Estamos viendo la implementación de una política muy dura que nos sorprende mucho porque Biden prometió en su campaña una política más humana en la frontera”, dijo Fernando García, director ejecutivo de la ONG Border Network for Human Rights.
“Lo que estamos viendo es una crisis humanitaria. Estamos viendo personas que piden asilo y se lo está negando y vamos a ver una política de deportación masiva en los siguientes días”.
“Se está cerrando el camino para gente que necesita protección”, agregó García.
Pero para los migrantes, no hay muro o medida que los detenga.
La mañana del martes, cientos de personas fueron aprehendidas en dos puertas del muro fronterizo.
“Que nos lancen todos los artículos 42, pero la migración no se va a acabar. Nosotros vamos a seguir viniendo porque tenemos hambre”, dijo Eibor Tovar, un venezolano de 34 años.
“Cuando uno tiene hambre, cuando es reprimido por una dictadura, uno hace lo que sea para buscar una vida mejor”.
Luego de que las autoridades visitaran el campamento improvisado en El Paso, Juan Fernández decidió entregarse junto a un amigo.
Su gesto inspiró a una pareja que miraba temerosa desde la acera contraria.
Tres horas después y al igual que Fernández, la pareja dejaba el edificio por una puerta trasera con un planfleto que decía “Bienvenido a Estados Unidos” y una planilla que oficializaba el inicio de su pedido de asilo.
La noticia corrió como pólvora y en pocos minutos cientos de venezolanos se alinearon a las puertas de la agencia federal.
“Tengo alegría, tristeza, miedo, de todo”, dijo llorando el venezolano José Contreras, de 21 años. Poco antes, rezó arrodillado en la acera.
Para otros, el miedo a ser deportado fue más fuerte que el optimismo de ser legalizado.
“Me da pánico que me echen pa’trás. Yo no quiero volver a Venezuela, allá no hay futuro”, dijo un venezolano de 23 años que dio media vuelta y dejó la fila. “A algunos los dejaron, pero no todos corremos con la misma suerte”.
Juan Fernández vivió esto en carne propia: no tuvo más noticias del amigo que se entregó junto a él. | Por Paula Ramón /AFP