Un grupo de militares se paraba en firme a sus espaldas. También, detrás de los cerros de Caracas, despuntaba el alba. Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado de Venezuela por 50 países, grabó un video la madrugada del 30 de abril de 2019 para anunciar el inicio de la “Operación Libertad”. ¿El objetivo? Derrocar a Nicolás Maduro.
“Valientes soldados, patriotas, hombres apegados a la Constitución, han acudido a nuestro llamado”, dijo el líder opositor venezolano, que cumplía poco más de tres meses denunciando la usurpación de la presidencia por parte de Maduro y convidando a la Fuerza Armada Nacional a desalojarlo del poder.
Leopoldo López, dirigente del partido Voluntad Popular y detenido desde 2014, lo flanqueaba. Estaba sorpresivamente libre. Horas luego, ambos, junto a militares armados, transmitían mensajes a la ciudadanía desde el distribuidor Altamira, en Caracas, para que se “activaran en las calles de Venezuela”.
La organización especializada en asuntos de seguridad y defensa de Venezuela Control Ciudadano calcula que en el intento de golpe de Estado participaron 40 militares, de los cuales 25 procuraron asilo en la embajada de Brasil.
El más notable era el director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, Manuel Cristopher Figuera, quien decidió exilarse al evidenciarse el fracaso del movimiento. Maduro, la noche de ese martes, lo destituyó y declaró que se había derrotado al enésimo movimiento armado en contra de su gobierno.
El movimiento armado dejó más incógnitas que respuestas y una oposición en decadencia, con escasas señales de vida, según especialistas en ciencias políticas consultados por la Voz de América.
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