Fue un domingo más para el resto del mundo, pero no para Argentina. El 11 de noviembre de 1951, más de tres millones de argentinas acudieron a los centros de votación para participar por primera vez en unos comicios generales, culminando décadas de lucha incansable por los derechos políticos de las mujeres.
En aquella elección, que posibilitó un segundo mandato del presidente Juan Domingo Perón (1946-1955 y 1973-1974), también afloraron todas las discrepancias que hoy, setenta años después, dividen a los argentinos: la denominada “grieta” entre los partidarios del peronismo y sus detractores.
“Para los antiperonistas, en ese momento Perón ganó porque las mujeres lo habían votado, para el peronismo también, pero la realidad es que Perón habría ganado aunque las mujeres no hubiesen votado”, cuenta a Efe Adriana Valobra, doctora en Historia por la Universidad Nacional de La Plata.
EL CAMINO HACIA EL SUFRAGIO UNIVERSAL
Los primeros debates en torno al sufragio universal comenzaron a finales del siglo XIX, con la llegada de noticias de otras partes del mundo sobre un movimiento, el feminismo, que aglutinaba demandas muy variadas sobre los derechos civiles, sociales y políticos de las mujeres.
Con todo, el derecho al voto no se materializó en Argentina hasta 1947, gracias a la sanción de la ley 13.010, que consagró la igualdad política entre hombres y mujeres.
Según Valobra, tanto los partidos políticos de la época como las propias feministas tenían “posiciones muy distintas” sobre la viabilidad del voto femenino, una cuestión atravesada por creencias existencialistas e intereses partidarios.
“En el propio Partido Peronista había algunos legisladores que querían el voto obligatorio, otros que no… Muchas feministas no lo creían oportuno y otras que no se asumían como feministas, sino como un movimiento de mujeres, sí reclamaban por esos derechos”, asevera la historiadora.
Uno de los rostros más visibles de ese movimiento, y que nunca se definió como feminista, fue la esposa del entonces mandatario Juan Domingo Perón, Eva Duarte (1919-1952), más conocida como Evita, una mujer que retomó la reivindicación de otras predecesoras como Alicia Moreau de Justo, Julieta Lanteri y Elvira Rawson.
“Creo que Evita hizo su aporte para que esa ley fuera sancionada. También podría no haber sido sancionada, pero con el diario de hoy a todos nos parece obvio que iba a ser así”, señala Valobra.
LA VOTACIÓN DE 1951
Después de cuatro años de intensos trabajos para la elaboración del padrón electoral, el 11 de noviembre de 1951 las argentinas votaron por primera vez en las elecciones presidenciales y legislativas, con una participación del 90,32 %, superior a la de los hombres.
La jornada también sirvió para abrir las puertas del Parlamento a las mujeres: un total de 23 diputadas y seis senadoras ocuparon sus escaños en 1952, “modificando mucho el perfil socioprofesional de ambas cámaras”, según Valobra.
Sin embargo, la representación política de las mujeres cayó en picado tras el golpe de Estado de 1955 y no se recuperó hasta los años 90 con la aprobación de la ley de cupos, que estableció un mínimo del 30 % de mujeres en las listas electorales de los partidos.
Ya en 2017, el Congreso aprobó la ley que establece la paridad de género en las listas de candidatos.
UNA GRIETA TODAVÍA PRESENTE
Los debates en torno al voto femenino demostraron que, en ocasiones, los sesgos ideológicos se imponen a cualquier otra causa, una realidad que aparece reflejada en la obra de teatro “Eva y Victoria”, estrenada por primera vez en 1990 y que volvió a las salas del país suramericano hace unos meses.
“Entendíamos que tiene una resonancia muy especial en el hoy y el ahora de la Argentina. Al mismo tiempo, es muy duro reconocer esto, que estemos empantanados desde hace 70 años en esta misma diferencia y sigamos en esta misma conflictividad”, reconoce a Efe Manuel González Gil, director de la obra.
Esta pieza imagina un diálogo ficticio entre la propia Evita y la fundadora de la Unión Argentina de Mujeres, la intelectual Victoria Ocampo. En la conversación, Evita pide a Victoria su apoyo para impulsar el voto femenino, sin demasiado éxito por la oposición de esta última al peronismo.
“Victoria empieza a pensar: ¿qué es más conveniente, darle un rédito político al peronismo o que la mujer tenga este derecho, que seguramente va a conseguir más adelante? Esto está pasando por la cabeza de Victoria cuando se niega a colaborar con Evita”, cuenta González, acerca de una división política que prevalece en la Argentina de hoy.
De hecho, el próximo 14 de noviembre más de 34 millones de argentinos están llamados a votar en unas nuevas elecciones que renovarán la mitad del Congreso y un tercio del Senado, cámaras en donde las mujeres cuentan con 106 y 29 bancas, un 41,2 y un 40,3 % del total, respectivamente.
Un panorama político que, en cualquier caso, resultaría “feroz” para Evita y Victoria, por la polarización que perdura en el país setenta años después.
“Creo que este no es el peronismo que Eva soñó y esta realidad para Victoria Ocampo hubiese sido feroz”, concluye el dramaturgo.
EFE