Muchas tribus del mundo cortaban la cabeza de su enemigo luego de ganar una batalla. Esta práctica funcionaba como método de intimidación y para reconocer una victoria. Sin embargo, muy pocos llegaron a sacarle los huesos del cráneo y a reducir su tamaño.
Por: Clarín
En la cuenca amazónica de Ecuador y Perú se encuentra la comunidad indígena shuar, una de las pocas que opuso resistencia a los colonizadores españoles, quienes nunca pudieron doblegarlos. Se destacan por su gran espíritu guerrero y por la conexión que tienen con la naturaleza. Pero llaman la atención del mundo por su peculiar tradición de achicar cabezas.
También se los conoce como jíbaros, un término utilizado de forma despectiva por los españoles a quienes terminaron de expulsar definitivamente de su territorio en 1599. Años antes, habían hecho lo mismo con los incas. Definitivamente se trata de un pueblo que supo tener guerreros poderosos y temidos.
Actualmente los shuar se dedican al trabajo de la tierra y están en contacto con el mundo moderno. La práctica ritual de conservar la cabeza reducida de sus enemigos como un trofeo de guerra, conocida como tzantza, cayó en desuso con el tiempo. Fue prohibida en Perú en los años 50 y una década más tarde en Ecuador. En la actualidad, ya no se practica.
Reductores de cabezas
Pero, ¿para qué lo hacían? Hay que entender que los shuar creen en la vida después de la muerte. El mundo espiritual y su conexión con el universo es algo fundamental para ellos. Y una vez muerto el enemigo su espíritu sigue vivo, pero dentro de su cabeza. Entonces, debían cortarla y reducirla después para que el vencedor se apodere del espíritu del vencido.
Para leer más, pulse aquí.