Aquella canción que motivó protestas y denuncias contra gobiernos, es hoy el himno anacrónico de un régimen represor
1969, un auditórium de la Universidad Central de Venezuela. Cuatro al ristre, un muchacho delgado y desgreñado azuza a sus compañeros estudiantes, llamándolos a participar en un acto político de la izquierda contra las medidas intervencionistas del presidente Rafael Caldera y por la autonomía universitaria.
2016, del interior de patrullas y carros de la policía, que arremete contra manifestantes en barrios y urbanizaciones de Caracas, salen temas del ícono de la canción protesta, fallecido en un accidente automovilístico en 1985 y vuelto al cabo de los años baluarte de un gobierno impositivo y despótico, hambreador y saqueador de los recursos del país
El muchacho que disentía con el cuatro en los pasilllos de la Ciudad Universitaria y la voz que utiliza en sus actos represivos el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional estaría cumpliendo hoy 80 años.
Mucho se ha hablado sobre la figura y el canto, sobran los especialistas y eruditos, los compañeros de trabajo y los amigos del alma. También los detractores, los que aborrecen aquellas canciones de la izquierda superficial y antidemocrática atrincherada en las universidades. Y hasta un acusador de plagio y reivindicador de la autoría de aquellos temas le ha salido al luchador social a través de la canción que murió hace 20 años.
Al juego de la utilización se prestó su familia, allegados y compañeros. Todos los que querían sacar un pedazo del pastel, arrimándose al consagrado en la narrativa oficial como “El Cantor del Pueblo”. Hoy volverán los discursos solemnes a un hombre que odiaba la solemnidad; se ofrecerán estatuas a un hombre signado por la rabia y la ternura que detestaba las estatuas; transmitirán sus canciones -cuidadosamente seleccionadas- para que el «carrizo desesperado» que nombró Gloria Martín no diga impertinencias como:
«No quiero ver el rostro cabizbajo del hombre, que regresa sin trabajo, a su sórdido rancho. No quiero ver la mano estirada de una madre, que llora porque su hijo tiene hambre. No quiero ver el río por donde se llevan nuestras riquezas…»; «Cuando el soldado no sirva a la patria en el jardín de un General, cuando las águilas se arrastren, cuando no se hable por hablar…»; «Ahora que el petróleo es nuestro no quiero ver pordioseros, enfermos sin hospitales y muchachos sin liceo»; «Viva la soberanía, qué tal señor presidente si se convierte en comía. No lo digo por manía ni porque me da la gana, pero el pueblo compañero tiene un hambre soberana«.
Aquella canción que motivó protestas y denuncias contra gobiernos, que movilizó estudiantes en marchas y disturbios, es hoy el himno anacrónico de un régimen represor. Aquella canción que fue perfume y fue aliento, es hoy eco amargo para un país secuestrado y condenado al silencio. Apropiada por quienes representan la contradicción de aquellos postulados, incorporadas sus estrofas al repertorio del grupo de gaitas del SEBIN, mientras la amada alma mater de Alí Primera es humillada en una intervención silenciosa. Más grotesca y terrible que la otra, pues apostó a destruir espacios y espíritu.
Un alma grande, libre y fraterna llamó Pedro León Zapata a Alí Primera. Un hombre frontal lo ha llamado Soledad Bravo; un apasionado y consecuente en sus palabras y actos lo ha descrito Alí Agüero. Hoy seguimos reivindicando parte de sus canciones, no todas sobreviven al paso del tiempo. Ni en estética ni en política. Pero estos 80 años llaman a una evaluación crítica y serena de sus propuestas y planteamientos, de su arte y de sus discursos por el país que tanto amó y que hoy atraviesa la peor de las crisis de su contemporaneidad.
Que la luna salga llena en tu Paraguaná adolorida, caiga la lluvia sobre los campos sedientos, sobre la calamidad de tu pueblo golpeado por las carencias y dificultades. No sobre los techos de cartón, no sobre los niños que comen tierra bajo los puentes de las ciudades. Que tanto dolor sea al fin reparado. Vuele tu canto y nos alivie en esta hora menguada de la patria.
31 de octubre de 2021
* Historiador. Profesor Universidad de los Andes, Mérida.
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