Los miembros del personal de Médicos sin Fronteras hablan en el Hospital Pérez de León del barrio de Petare, en el este de Caracas, en medio de la nueva pandemia de coronavirus. (Foto por Federico PARRA / AFP)
“El silencio mató la palabra. Otro médico muerto, son tantos… Cuando cese la pandemia, ¿Quién los recordará?”, es parte del poema del doctor Manuel Alvarado en honor a los 448 médicos fallecidos, que representan el 70 % de los 638 de personal de salud registrados por la organización Médicos Unidos de Venezuela, a un año de esta mortalidad por Covid-19 y que son ignorados por la data oficial, quedando sólo como sospechosos con sintomatología asociada. Un canto amargo que a 15 meses de pandemia muestra al sector sanitario desasistido, en reclamo por implementos de bioseguridad y con el juramento hipocrático pisoteado por la indolencia gubernamental, pero que se erige por la mística superando el miedo por ser la siguiente víctima.
Por Guiomar López | LA PRENSA DE LARA
El recuento es doloroso y hasta marcado por la premonición, cuando aquella madrugada del 16 de junio de 2020 fallece el doctor Samuel Viloria, quien era especialista en salud pública y fue exdirector del Hospital Universitario de Maracaibo. Hoy se cumple el primer año, teniendo a Zulia como el estado más afectado con más de 129 decesos, correspondiendo 122 médicos hasta el 13 de junio de 2021 y con un estimado de 1 especialista fallecido cada 3 días, según el análisis de Colegio de Médicos del Zulia.
La falta de dotación de implementos de bioseguridad es la principal falla que sigue presentando el sistema de salud nacional desde el 13 de marzo de 2020, cuando detectaron el primer caso positivo de coronavirus en Venezuela y es una de las principales causas que considera Jaime Lorenzo, presidente de la organización Médicos Unidos, para esta caída progresiva que enluta al personal sanitario que no sólo se limita a la primera línea de atención a Covid, sino que está expuesto ante la fragilidad del sistema público en materia de protección. Una relación que se aprecia en el registro desde mediados de mayo, con un estimado de entre 15 a 20 decesos en 5 días. Mientras las solicitudes siguen al unísono por dotación de guantes, tapabocas, caretas y hasta el servicio permanente de agua en centros de salud, que permitan la desinfección de áreas y hasta la higiene del personal en cada guardia.
Considera el punto más crítico con la proliferación de variantes que empezaron en marzo, con la presencia de la P.1 y hoy llamada Gamma. Factor más transmisible que repuntó con el alza de contagios y que preocupa con la aparición de casos desde la primera semana de junio, donde el gobierno confirmaba la presencia de la Alfa (británica B.1.1.7) y andina C.37 entre Apure, Zulia y Trujillo.
“En países como España se apreciaron muchos videos en 2020 con el personal rindiendo el minuto de silencio a sus compañeros y ya en 2021 aseguraron la protección con la vacunación”, recuerda de una disminución que no consideró en Venezuela y que empezó por la dotación de los insumos de bioseguridad.
Cuando la doctora Daniela Parra, titular de Médicos Unidos del Zulia, es abordada sobre las principales causas. Primero suelta un suspiro, tal vez porque perdió la cuenta de esos gritos de auxilios ante el gobierno regional y que a estas alturas, aún denuncia que “médicos residentes trabajan sin los debidos equipos y solamente se cubren con una mascarilla para una guardia de 24 horas”, cuando la misma debería ser cambiada cada 2 horas porque están en el área de ginecobstetricia. Se trata de la especialidad más golpeada, donde hay mayor contacto y hasta exposición con la liberación de aerosoles de la paciente.
Lamenta que se tratan de unas guardias sin la adecuada protección y hasta sin la garantía del agua en las instalaciones. “Los residentes están salvando las atenciones en los centros asistenciales y aún con miedo deben seguir exponiéndose por la calificación de la especialidad”, recalcó y señaló que el hospital centinela universitario cuenta con sólo 1.1 residentes para atender hasta más de 400 pacientes diarios. Un colapso por tantos contagios y con una carga asistencial que supera las 52 horas semanal, al tener una contingencia de días con 24 horas continuas.
Total negación
El tono de voz de José Félix Olettta, exministro de Salud, coge más fuerza cuando insiste que el “gobierno está en la obligación de reconocer la dimensión moral, a partir de ese compromiso con los profesionales de la salud”. La mayoría está siendo afectado y no se trata solamente del especialista, sino también de la camarera, portero, bioanalista y hasta personal administrativo.
Apuesta a un reflexión acerca de esa responsabilidad como patrono, de proteger de las enfermedades ocupacionales y donde el coronavirus está al acecho, con víctimas que empiezan con la atención domiciliaria, pero terminan en estado crítico por la afección respiratoria y hasta en una cadena de caridad, por la procura de colaboraciones para cumplir con el costoso tratamiento y que es relativo de acuerdo a la respuesta de cada sistema inmunológico.
“La sanción es social, con el repudio de la colectividad por un régimen que no cumple con sus responsabilidades y actúa con la peor conducta, del silencio, ese sin acuerdos de provisiones”, rezongó Oletta, al considerar que llegó el momento de reclamar, porque hasta se ha tenido una respuesta lenta con la vacunación para el sector priorizado, mientras algunos políticos fueron atendidos.
El cascarón
Como un balance “desalentador y vergonzoso” considera Huniades Urbina, secretario general de la Academia Nacional de Medicina, este año de fatalidad para el personal de salud. Una cifra que si se lleva a la data de mortalidad en general, se ubicaría en 25 por ciento, pero que solamente queda entre esas muertes sospechosas y con síntomas asociados al Covid-19.
“Se ignoran los lineamientos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), de proteger en primer lugar al sector salud y de lo contrario quedaremos con centros, como cajas vacías”, denuncia del déficit de personal que ya se evidenciaba y terminó en fase crítica por la muerte de estos trabajadores que hacen frente a la emergencia sanitaria por el coronavirus.
Huniades Urbina rechaza que como academia no han sido escuchados, con más de 34 documentos que muestran el impacto del adecuado manejo de la pandemia, empezando por la capacidad de respuesta del sistema público de salud. El tiempo avanza y el virus sigue cogiendo fuerzas, endosando variantes que lo hacen más contagioso y hasta con el riesgo de generar la propia venezolana.
Una desesperación que marca de luto al entorno familiar y se refleja en historias reales, tal como pasó con el urólogo Baudilio Ortiz y su hija Isabel Ortiz, de Valle de La Pascua, quienes fallecieron en menos de 15 días. La anestesióloga, de 36 años, murió el 23 de abril de 2021 por covid-19, en la sala del hospital centinela Israel Ranuárez Balza, en San Juan de Los Morros, en Guárico. Su padre había partido el 14 de abril al no resistir frente al Covid y ceder en un paro respiratorio. Una noticia que conmocionó al gremio, porque la joven especialista dejó a 2 hijos huérfanos y el menor apenas tenía cuatro meses de nacido.
Dicha realidad no ha sido lejana para el gremio zuliano, que se ha repetido entre más de una decena de profesionales. Todos, sintiéndose responsables de diseminar el virus en la familia.
El cansancio no es suficiente y mucho menos la resignación. Una premisa de Luzmila Leal, quien es coordinadora de Médicos Unidos en Lara, al recalcar que a más de un año de pandemia, no se terminan de tomar las medidas básicas, esas que debieron ser inmediatas y evitar salirse de control. “No podemos seguir pagando un precio tan alto, como la mortalidad”, denuncia y pide frenar la improvisación desde autoridades sanitarias regionales hasta el propio ejecutivo Nacional.
“¿Acaso no existe la real disposición de ayuda del Estado?”, deja esa pregunta abierta al ignorar los protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el compromiso gubernamental para salvar a la población, pero empezando por el personal que se encuentra trabajando en los centros asistenciales.
Más allá del reclamo, les retumba el sinsabor del silencio. Médicos, enfermeras y trabajadores que miran ese lazo negro de luto y superan sus miedos, apostando a luchar contra el Covid-19.
Necesitan más protección
A más casos positivos, mayor exposición del personal sanitario, explica José Félix Oletta, exministro de Salud, al considerar que la pandemia está lejos de controlar por la carencia de un plan de vacunación, pero respetando la línea prioritaria de salud.
En Lara, la autoridad sanitaria, Javier Cabrera, confirmó el 95 % de personal sanitario vacunado, con más de 44 mil dosis aplicadas hasta el 13 de junio. Pero René Rivas, presidente del Colegio de Médicos, insiste que no se llega al 50 % del sistema tradicional, porque la cobertura casi total ha sido para los trabajadores de centros centinelas. También llamó a dar más celeridad para quienes ejercen en privados.
Atrincherados pero a riesgo
“Quienes gerencian el sistema de salud público regional y nacional no ofrecen el apoyo respectivo a todo el personal, desde los implementos de bioseguridad”, denunció René Rivas, titular de Colegio de Médicos en Lara, al ignorar hasta el grupo cercano de este personal que resulta afectado por los contagios del virus.
Lamenta que no se respetan las medidas preventivas y que la data de fallecidos en Lara empieza por el traumatólogo Luis Ramírez, quien murió el 10 de julio de 2020. Una lista que incluye la mayoría de médicos, enfermeras, técnicos y hasta obreros.