Dácil vive en una caravana con otros cinco miembros de su familia desde que el 19 de septiembre comenzó la erupción volcánica en la isla española de La Palma y tuvo que abandonar su casa, pero no ha pedido una vivienda porque entiende que muchos otros han perdido mucho más que ella.
“Hay miles de personas que se han quedado sin casa y yo por ahora tengo donde vivir”, afirma a Efe esta joven madre de dos niños de corta edad, que reconoce que aunque es complicado vivir en una caravana por el poco espacio que tienen, se van “acostumbrando”,
En la caravana, además de Dácil, su pareja y los dos niños, vive su suegra y una cuñada también menor de edad. “Lo importante es que estamos vivos”, agrega.
Su casa se ha salvado de ser engullida por el volcán “porque reventó un poco más allá” y el domingo pasado pudo ir a comprobar cómo sigue. Aunque afirma que entrar en ella le dio “mucha tranquilidad y paz”, cuando salió tuvo la sensación de que no volvería a verla.
Una semana antes de que el volcán reventara, preparó una bolsa con enseres de todos y el mismo domingo de la erupción, su obsesión era enganchar la caravana y salir con ella de la zona porque era consciente que podía ser su único alojamiento.
Y desde entonces se alojan en ella en una zona habilitada por el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane para las caravanas en las que conviven tanto vecinos que han perdido su casa como otros que han sido desalojados.
Dácil afirma a Efe que la primera semana fue la peor: lloraba por lo que había dejado atrás y su pareja se pasaba noches enteras mirando que las coladas de lava no se llevara la casa.
El desalojo de su vivienda incluyó también a sus animales, entre los que encuentran perros, tortugas, varios pájaros e, incluso, una pequeña serpiente y una gata que se quedó atrás porque desapareció en el momento de la evacuación pero que fue recuperada por un familiar de la joven.
A diario les proporcionan tres comidas y puede disponer de los alimentos que precise, así como de otros utensilios donados por la población y ella valora la solidaridad demostrada en estos 46 días del comienzo de la erupción.
A Dácil la vida le ha hecho madurar desde muy joven y, por eso, señala que ahora solo hay que mirar el futuro con optimismo y poder sacar adelante a sus dos hijos y entiende que hay personas que lo está pasando peor, porque lo han perdido todo.
Afirma que nació “en raza” entre la localidad costera de Tazacorte y la montaña, se crió en Los Llanos de Aridane y su primera vivienda en propiedad es la que se han construido ella y su pareja con mucho esfuerzo y la ayuda de su suegro y que tuvieron que desalojar.
“A mi casa no le falta de nada. Tiene un patio, un parque, un viña… ¿Te imaginas si pierdo todo eso?”, se pregunta Dácil que insiste en que ella no quiere una vivienda nueva. “Quiero la mía”.
Sabe que en la caravana puede resistir un par de meses más, “pero no mucho más” y, aunque su madre podía acogerlos en su piso, teniendo la caravana no quiere “molestar a nadie”.
Afirma que mentalmente se ha ido preparando para perder su casa, “pero después pienso a donde voy a ir” y señala que, si finalmente ocurriera eso, tanto su pareja como ella trabajarían “en lo que fuera” para levantar un nuevo hogar.
“Yo no quiero dar pena, solo quiero mi casa”, señala esta mujer que indica que a sus hijos le ha intentado contar la situación de la forma más sincera posible, “porque son niños pero no son tontos”.
EFE