Por: Karla Pravia
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No es para nadie un secreto que el cuerpo femenino ha estado por siglos en el ojo de los paradigmas sociales como ideal de un deber ser. Ya sea en épocas donde lo más deseado era los cuerpos carnosos y luego pasar a una modernidad donde las formas atléticas predominan, ha sido en especial la figura femenina el objeto principal de las miradas y las opiniones.
Aunque hace no menos de dos siglos los estándares de belleza eran impuestos por las clases sociales dominantes, en especial desde las monarquías, con la entrada de la modernidad, la revolución industrial y el consumo en masas, el paradigma cambió y ya no hay un dominio absoluto por una élite sobre este criterio, sin embargo es la masa social la que construyó su propio paradigma, y si a eso le sumamos el auge del cine y la televisión con la tipificación de la belleza es entonces cuando las mujeres que forman parte este círculo profesional y social al parecer están más expuestas a lo que parece ser una jaula en sus vidas, la jaula de complacer los estándares de otros.
Todo el preámbulo anterior es para entender el planteamiento que nos trajo la cineasta y guionista francesa, Coralie Fargeat, con este film al escribirlo y dirigirlo, contando entre el reparto con Demi Moore, Margaret Qualley y Dennis Quaid.
Para indicarlo en simples palabras, La Sustancia no es una película para ver dos veces. Pero la curiosidad y su planteamiento moral bien vale el tiempo que se dedique a su revisión poniendo el estómago de acero frente a ciertas escenas.
La historia se centra en Elizabeth Sparkle, una estrella de la televisión que ya en sus más de 50 años resulta poco atractiva para los lentes de las cámaras de televisión para continuar con su show, un día se da cuenta que va a ser despedida y en su lugar será reemplazada por una mujer más joven. Por accidente conoce a un divulgador de un experimento llamado “La Sustancia” que ofrece el milagro de crear un clon de ella más juvenil pero con ciertas reglas. Es precisamente estas normas lo que lleva al personaje a recorrer los demonios de su vanidad, vanidad misma que se encuentra día a día en su entorno.
El cuerpo femenino se erotiza constantemente a través de los medios de comunicación, y bien sabido es que el cine también forma parte de ese sistema. En la película mientras el cuerpo femenino se erotiza, por su parte el andar masculino se ridiculiza y se humilla viéndolo como algo asqueroso, sobre todo la que aquellos hombres que asumen el rol de jueces de la estructura fememina.
Pero entonces, después de que el personaje cruza todo el laberinto de su vanidad y sus miedos, llega el punto de los excesos con sus consecuencias, las cuales salpican a todo el sistema que ha convertido al cuerpo femenino en el chivo expiatorio de sus deseos y frustraciones.
La crudeza del film y su sarcasmo llega al punto de generar risas nerviosas en el público, entonces la cineasta bien pudiera decir que se da por con su trabajo aunque no ha sido precisamente el éxito comercial lo que ha logrado con este film, pero sí el aplauso de la crítica y dejando una huella en un estilo gore de mujer.
Fotos fuente: filmaffinity