La reina Isabel II, de 95 años, pasó una noche en el hospital por primera vez en años para lo que el Palacio de Buckingham calificó de “pruebas preliminares”, pero regresó este jueves al Castillo de Windsor, donde se ha mostrado de buen humor.
La monarca canceló el miércoles un viaje oficial a Irlanda del Norte por recomendaciones médicas. “Siguiendo el consejo médico de descansar unos días, la reina asistió al hospital el miércoles por la tarde para algunas pruebas preliminares, regresando al Castillo de Windsor a la hora del almuerzo de hoy, y permanece con buen ánimo”, dijo el palacio en un comunicado citado por Reuters.
Una fuente confirmó a la agencia de noticias que la reina había permanecido en el hospital por razones prácticas y que su equipo médico había adoptado un enfoque cauteloso.
La reina Isabel había pasado la noche del martes ofreciendo una recepción de bebidas en Windsor para los líderes empresariales multimillonarios como Bill Gates después de que el primer ministro Boris Johnson convocara una conferencia de inversión verde antes de la cumbre del clima COP26.
La jefa de Estado, que el próximo año cumple 70 años en el trono, es conocida por su robusta salud y se cree que la última vez que pasó una noche en el hospital fue en 2013, cuando sufría síntomas de gastroenteritis.
Fue operada con éxito de una catarata en el ojo en 2018, y también fue operada de la rodilla en 2003. Sin embargo, los funcionarios reales son reacios a hablar de cuestiones de salud en general, diciendo que los asuntos médicos son privados.
A principios de este año, el príncipe Felipe, de 99 años, murió en el Castillo de Windsor, pero eso no le ha impedido cumplir sus compromisos oficiales, aunque su edad le ha hecho ceder más funciones a su hijo y heredero, el príncipe Carlos, y a otros miembros de la familia real.
A principios de este mes, se la vio utilizando un bastón para apoyarse en público por primera vez, aparte de después de su operación de rodilla, cuando llegó a un servicio en la Abadía de Westminster de Londres.
Isabel, que accedió al trono en 1952 cuando Gran Bretaña se desprendía de su poder imperial, ha simbolizado la estabilidad para generaciones de británicos, manteniendo la popularidad de la monarquía a pesar de los cambios políticos, sociales y culturales que amenazaban con convertirla en un anacronismo.
Su dedicación silenciosa e inflexible al deber de ser reina, incluso en la vejez, le ha valido el respeto generalizado tanto en Gran Bretaña como en el extranjero, incluso por parte de los republicanos deseosos de abolir la institución.
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