General Min Aung Hlaing (i). EFE/EPA/STRINGER/Archivo
Mientras la Unión Europea sopesa este lunes la imposición de nuevas sanciones contra Birmania (Myanmar), la junta militar continúa acosando y deteniendo a cualquier voz disidente en medio de una espiral de violencia que ha dejado cientos de muertos.
Mientras que muchos activistas y países piden más sanciones para castigar a los uniformados, algunos expertos aseguran que estos castigos económicos no tendrán efecto sobre los militares que tomaron el poder en un golpe de Estado el pasado 1 de febrero.
“Incluso las sanciones pequeñas pueden tener un impacto en el país. La cuestión es: ¿tendrán un impacto en el Ejército?”, indicó a Efe Lee Jones, profesor de Política Internacional en la Universidad Queen Mary de Londres.
“La dificultad aquí es que los militares controlan muchos bienes económicos que no están relacionados con los países occidentales de ninguna forma y por eso están al margen de las sanciones occidentales”, agregó Lee a través del correo electrónico.
El profesor es autor del libro “Societies Under Siege: Exploring How International Economic Sanctions (Do Not) Work”(“Sociedades bajo asedio: de cómo las sanciones internacionales económicas (no) funcionan”), publicado en 2015 y en el que defiende la ineficacia de las sanciones.
Lee afirmó que en su libro demuestra que este tipo de castigos económicos no empujaron a los militares a cambiar durante la anterior junta birmana entre 1988 y 2011.
“En realidad nada ha cambiado para que las sanciones tengan éxito hoy. Esto deja la intervención militar –poco probable y nada deseable– o la diplomacia como las únicas herramientas de la comunidad internacional”, aseguró.
EJEMPLO DE SUDÁFRICA
Parte de la voluntad de los países occidentales a usar sanciones económicas contra regímenes como Birmania se debe a que las impuestas contra Sudáfrica en los años 1980 fueron vistas como decisivas, junto con la influencia de Nelson Mandela y del movimiento de protesta, para la caída del denostado “apartheid”.
Sin embargo, Lee explica en su libro “Societies Under Siege” que, a diferencia de Sudáfrica, Birmania tiene mas capacidad para aislarse de occidente gracias en parte al intercambio económico con países de la región como China, Rusia e India.
En su opinión, las sanciones terminarán perjudicando principalmente a la población birmana.
“Ciertamente es más probable que las sanciones tengan efectos negativos que positivos en Birmania (…) El régimen podrá redistribuir cualquier coste de las sanciones en la población. Lleva décadas haciendo esto”, manifestó el autor.
China mantenía buenas relaciones con el Gobierno civil derrocado de Aung San Suu Kyi y niega haber apoyado el golpe en Birmania, pero también se ha mostrado en contra las “sanciones unilaterales” que considera contrarias a los principios de la ONU.
El Gobierno ruso es quizá el que más cercano se ha mostrado con la junta birmana y su líder, Min Aung Hlaing, quien el domingo partió de visita oficial a Moscú, donde participará en una reunión internacional sobre seguridad.
El periodista y escritor Peter Phopam, opina que Birmania es un país poco importante estratégicamente para Estados Unidos, a pesar de que fue uno de los principales valedores de la transición democrática iniciada en 2011.
“Estados Unidos ha perdido influencia en Asia (…) Los generales (birmanos) están en una situación mucho más cómoda ahora que hace 10 o 20 años porque están rodeados de países hostiles con la democracia”, precisó Phopam, autor de dos libros sobre Suu Kyi.
SANCIONES SELECTIVAS
Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han recomendado que, además de un embargo de armas, el Consejo de Seguridad de la ONU o países por su cuenta aprueben “sanciones selectivas” que vayan dirigidas contra los intereses de los militares birmanos y hagan el menor daño posible al resto de la población.
Esto han hecho la UE, Estados Unidos o Canadá, pero otros países como los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Japón o Australia prefieren no usar estas medidas de presión económicas porque entienden que perjudicaría su papel como mediadores en la crisis.
Entre tanto, los militares continúan con la represión y las detenciones del movimiento de desobediencia civil y ha provocado la muerte de al menos 871 personas debido a la violencia contra las protestas pacíficas, según datos de activistas birmanos.
Muchos manifestantes han decidido tomar las armas contra los militares, lo que ha sumido al país en una espiral de violencia en medio de un deterioro grave de la economía y el desplazamiento de decenas de miles de personas en zonas de combates armados.
EFE