Hace 21 años, un 11 de enero, el botánico Charles Brewer celebraba el descubrimiento de una grieta en las Tierras Altas de Guayana, después de haber recibido una invitación de su compañero de expediciones Ricardo Cisneros para explorar lo que presumían era una cueva que habían visto en la base del Aprada-tepui.
Brewer-Carías, el célebre naturista, conocido en Venezuela por haber descubierto las cavernas que atraviesan al tepuy Autana y las grandes simas de Sarisariñama, describió cómo se preparó para la excursión.
“Busqué algunas imágenes de radar lateral (SLAR) para emplearlas como mapa y así ubicar de manera aproximada el lugar de aquella ‘cueva’ que nadie había visitado antes y que gracias al empleo de un geoposicionador portátil, podríamos establecer las coordenadas del lugar para llegar allí cada vez que quisiéramos”.
“Me emocionaba mucho la idea de realizar otro descubrimiento de nivel mundial, fotografiar y publicar lo que encontrara allí; pero sabía muy bien que antes de descubrir cualquier cosa, fuera ello una rana, una planta o una caverna nueva para el mundo, había que cumplir con ciertos requerimientos”, añadió.
En 1978, Brewer dirigió una expedición a esta misma meseta y había aterrizado en la cumbre por primera vez, donde desveló muchas especies nuevas para el mundo. Sin embargo, 24 años más tarde, un viaje liderado por él se acercó a una de las grietas que se abrían en la base oeste del tepuy.
La grieta que Brewer y su equipo exploraban parecía bastante estrecha al principio, pero a medida que el helicóptero se acercaba, se reveló un vacío de 250 metros de altura detrás de una cascada que daba la impresión de ser una cueva secreta.
“Se abrió ante nosotros a medida que el helicóptero progresaba hacia la oscuridad que se percibía detrás de una cascada y que parecía impedir la entrada. El piloto se dispuso a volar con mucha precaución por el agua que empañaba las ventanas mientras atravesábamos parte de la cascada y cuando súbitamente cesó el ruido del agua que estallaba debido al golpe del rotor, nuestra ansiedad se transformó en asombro, ya que a pesar de la oscuridad, distinguimos la magnitud del vacío”, contó.
El venezolano relató que el piloto descendió para aterrizar con mucha cautela debido a la penumbra y lo peligroso del terreno cubierto de grandes piedras redondeadas, lisas y resbalosas. No obstante, un ligero movimiento puso en riesgo su vida.
“Le sugerí al piloto que aterrizaría mejor si yo me bajaba a tierra antes de que tocara el suelo, para señalarle cuál sería el mejor lugar para acomodar el aparato, una maniobra que nos pareció fácil, no contaba con que el helicóptero suspendía gracias a la presión de una turbulencia de aire. Me di cuenta un poco tarde que flotaba en el aire y decidí alejarme para evitar un accidente y dirigir la maniobra desde lejos“.
La exploración continuó, y mientras el naturalista y su compañero Cisneros recorrían la zona, notaron la presencia de unas pequeñas ranitas que daban saltos muy vigorosos para esconderse. Al estudiarlas más de cerca, se dieron cuenta que eran una especie nueva para el mundo, que más tarde fue descrita por los herpetólogos César Barrio-Amorós y Oswaldo Fuentes como Colostethus breweri y Anomaloglossus breweri.
“Estas ranitas estaban emparentadas con las ranas Dendrobates que son venenosas pero lentas, y quizás representarían una especie nueva para el mundo ya que nadie había colectado ni visitado antes aquel lugar tan remoto”.
La historia del nombre que identifica este lugar lo hace más inusual y no es lo que parece. A simple vista, desde su interior, la entrada simula una silueta pero no tiene nada que ver con un significado o experiencia aterradora. El pasadizo secreto detrás de la cascada fue bautizado como la “Cueva de El Fantasma” gracias a la similitud con un antiguo y famoso héroe de los cómics. “De inmediato, nos hizo recordar a la Cueva de El Fantasma, aquel refugio donde se escondía el personaje justiciero creado por el caricaturista Lee Falk que se tapaba la cara con un antifaz e iba montado en un caballo blanco para asistir pronto donde la gente lo necesitara”, rememoró el también escritor Charles.
Pero ese día en el viaje de regreso, tras conocer la “Cueva de El Fantasma”, el espeleólogo venezolano también encontró una rendija en la montaña que despertó su curiosidad y lo llevó a emprender una de las exploraciones más grandes y significativas de su carrera. Años después, el resultado de sus estudios y mediciones fue identificar la gruta de cuarcita más grande del mundo con su nombre: La Cueva Charles Brewer.
Brewer contó que el descubrimiento de la cueva no fue algo planeado, sino que surgió como una observación casual en uno de sus vuelos sobre el Macizo del Chimantá. “Durante aquel sobrevuelo fue cuando vimos como una quebrada entre miles, parecía surgir por un agujero en la base de una pared de unos 100 m de altura y pensamos entonces que aquella sería una ‘rendija’ abierta por un río que habría formado un puente de roca, o que también podría representar la entrada de alguna caverna”.
A pesar de que el piloto de aquel vuelo no le tomó en serio, Brewer no dejó de lado su curiosidad y logró tomar algunas fotografías oblicuas del paraje. De vuelta en Caracas, al ampliar las imágenes y observarlas con lentes estereoscópicos, pudo apreciar que se trataba de un sistema de cuevas de cuarcita de proporciones colosales.
“Dos años más tarde y acompañado por 12 voluntarios que financiaron la primera exploración, iniciamos los estudios y las mediciones de rigor, al encontrar que el lugar no era un puente de roca, sino la entrada a un sistema de cavernas de cuarcita que entonces los exploradores decidieron bautizar con mi nombre y que resultaría la cueva de mayor dimensión en Venezuela y la cueva de cuarcita de mayor dimensión en el mundo”.
Desde entonces, la Cueva Charles Brewer ha sido objeto de numerosas expediciones y estudios por parte de científicos y espeleólogos de todo el mundo, y se ha convertido en una de las maravillas naturales más destacadas de nuestro país.
Los emocionantes hallazgos no solo se registraron en una publicación herpetológica, sino que también fueron mencionados en el libro “Entrañas del Mundo Perdido” de Brewer y Audy, donde se identificó y se dio por descubierta aquella enorme grieta, hoy llamada la “Cueva de El Fantasma”.
“La Cueva del Fantasma“, es la descripción errónea que muchos le han dado al enigmático lugar. Asimismo, tienden a confundirla con la caverna de cuarcita más grande del mundo, “Cueva Charles Brewer“. Sin embargo, Karen Brewer explicó que son dos parajes distintos que no tienen nada en común.
“Cuando observaron por primera vez este lugar, entraron y había una cascada en la boca de esta grieta. Tuvieron que pasar a través de la nube de gotitas de agua suspendidas para poder ir más adentro de la grieta. Y entonces, eso les llamó mucho la atención y parecía la guarida de ‘El Fantasma’, que era un personaje de las caricaturas que salía los domingos. Creo que tenía un disfraz morado o azul. Él tenía una guarida detrás de una cascada y esto les recordó eso y la llamaron la Cueva de ‘El Fantasma’, que no es lo mismo que la ‘Cueva del Fantasma’ que no existe o no la conozco“.
La gigantesca formación rocosa Charles Brewer se encuentra en las profundidades del Macizo de Chimantá, en una de las cumbres que se llama Churi-tepui. En cambio, “la Cueva de El Fantasma”, está ubicada a muchos kilómetros de distancia entre sí.
“Creo que las confunden porque la foto de la Cueva de ‘El Fantasma’, que es la grieta, que parece como una urna, una gota gigante, la luz que se ve y que hay unos helicópteros pequeñitos en el fondo, fue una foto que impactó visualmente y se viralizó. Como la había tomado mi papá más o menos en ese mismo tiempo, en esos mismos años, se hizo el descubrimiento de la cueva Charles Brewer. Pienso que la gente hizo un enlace entre las dos, pero en realidad no lo son”, aclaró.
Karen, amante de la naturaleza, fiel defensora de la biodiversidad y cómplice de las exploraciones más fascinantes junto a su padre, contó que visitó la grieta y precisamente, presenció el momento en que se capturó la icónica fotografía que luego trascendió y popularizó el paraíso natural. “Recuerdo cómo las gotitas de agua me daban en la cara, como un aerosol movido por la caída de ese volumen enorme de agua. Había un ventarrón y todo estaba empapado, había que tener cuidado al caminar sobre las rocas resbalosas. Un lugar precioso, un rincón mágico“.
Nunca antes existió alguna publicación o avistamiento de la cavidad, lo que ocurría en sus entrañas, la transformación del entorno, la aparición de nuevas especies, pero luego de la conquista de Charles Brewer se convirtió en un ícono que abrió una brecha a las siguientes exploraciones. Ciertamente, existe mucho más allá de lo que percibimos y los años arrojan algunos enigmas que aguardan con cautela a la espera de ser descifrados por el hombre. De esta forma, se encuentran distintos parajes turísticos de Venezuela que merecen ser descubiertos, admirados y protegidos.
“Es lo más bonito, pues es un lugar que debe ser explorado porque hay especies nuevas. Somos de los que pensamos que, si no se conoce lo que tenemos, no lo podremos cuidar o proteger. Encontramos una nueva especie de rana en unos minutos que estuvimos ahí. Así permanecen muchas zonas del país, llenas de riquezas que realmente son valiosas: Nuestra biodiversidad y ecosistemas únicos que debemos conocer y proteger“, opinó Karen.