Es 18 de agosto y cae la noche en la aldea Jejukubaka, municipio Antonio Díaz, en Delta Amacuro. En ese instante, a Omaira Méndez, una indígena warao de 19 años, le comenzaron los dolores de parto. Su barriga es enorme. No hay luz y hace frío.
Corresponsalía lapatilla.com
Una partera de la comunidad llega tan rápido como puede y atiende el alumbramiento de tres bebés. Sí, tres; todos en la aldea quedaron asombrados. “Parecía embarazo de morochos, pero nacieron tres”, dijo Roberto Torres, el padre de los niños.
Es un hecho sin precedentes en la tribu warao, de acuerdo con los registros de la ONG Kapé Kapé, un grupo protector indígena que monitorea la región Guayana de Venezuela y le hizo seguimiento al caso de Omaira. Es el primer parto de trillizos documentado en las comunidades del Bajo Delta.
Un grupo de médicos de la Dirección de Salud regional llegaron al lugar para conocer a Omaira, porque la noticia corrió como pólvora. Los galenos se encontraron con un panorama desalentador, pero muy común en las comunidades warao: la madre tenía un severo cuadro de desnutrición y deshidratación.
En esas condiciones, sobrevivir era una tarea cuesta arriba. Y amamantar a los tres neonatos lo era aún más. La pobreza y el escaso acceso a los alimentos comprometían la salud de la joven madre, cuyo único ingreso proviene de las labores de pesca y un conuco en el que trabaja su pareja.
Omaira fue llevada desde Jejukubaka hasta Tucupita en una barcaza donde funciona un ambulatorio que el gobierno regional llama “clínica fluvial”. Cuando llegó al materno infantil de Tucupita, recibió transfusiones de sangre y mucha hidratación. Sus bebés también fueron atendidos, según dijeron fuentes de la Secretaría de Salud que están al tanto del caso.
La historia de Omaira no es un hecho aislado. En 2021, la ONG Kapé Kapé realizó un monitoreo de los niveles de seguridad alimentaria en aldeas indígenas de Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro, en el que se concluyó que las familias nativas tienen poco o ningún acceso a alimentos.
“Durante el último mes del estudio, que fue septiembre de 2021, ninguna familia gozó de seguridad alimentaria, más del 50 % presentó inseguridad alimentaria severa. La seguridad alimentaria de estas poblaciones está en riesgo y trae consecuencias en el estado nutricional, especialmente de los niños y su futuro”, dijo la organización en el informe.
Cabe destacar que en lugares como el paseo Manamo, en pleno casco central de Tucupita, capital de Delta Amacuro, los waraos viven casi en absoluta pobreza, hambruna e indigencia.
Y ante la escasa política estatal para proteger a las comunidades indígenas, la migración es una variable importante en la historia de los waraos, debido a que muchos huyen del país buscando mejores oportunidades para vivir.
En el primer trimestre de 2022 la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) alertó que 2.500 waraos requerían asistencia humanitaria urgente en una zona norte de Guyana, a donde habían llegado desde dos aldeas ubicadas en Delta Amacuro y Bolívar.
“El personal de Acnur señala que el gobierno de Guyana requiere de apoyo para enfrentar la crisis migratoria que aumenta su número ante la gravedad económica que atraviesa Venezuela”, dijo Kapé Kapé en un boletín emitido para entonces.
En ese grupo de indígenas migrantes estaba Yili Valenzuela, quien llegó a Georgetown a finales de 2021. Ella era residente de una aldea en Playita de Volcán, cerca de Tucupita. Cuando su padre murió por falta de medicinas, decidió huir de Venezuela.
Según los datos de Acnur, por lo menos 8.000 indígenas nativos de la región Guayana de Venezuela han partido a otros países por la crisis económica y política: 4.500 llegaron a Brasil, 2.500 están en Guyana y otros 1.000 en Trinidad y Tobago. La organización internacional detalló que todos están en condiciones precarias y requieren ayuda urgente.
Un tema del que poco se habla, pero se sabe que existe en las aldeas, es el de los numerosos casos de contagios del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) en las comunidades waraos de Delta Amacuro.
Él único registro oficial data de hace 15 años: 23 pacientes confirmados por la Cruz Roja, pero se estima que son centenares. Un reportaje publicado por la agencia France 24 En Español, desnuda esta realidad.
“Muchos están contagiados y no lo saben. Cuando llegan al hospital enfermos, ellos se dan cuenta de que lo que tienen es VIH por una prueba rápida que les hacen. Pero ya la enfermedad está muy avanzada”, dijo Herminia Fernández, la periodista que hizo el documental, al ser consultada en una entrevista en junio de 2022.
En la enorme cadena del hambre, los niños, el eslabón más débil, con frecuencia pierden la batalla. La ONG Kapé Kapé ha manifestado insistentemente que los bajos niveles de seguridad alimentaria en las comunidades warao están afectando seriamente la infancia de los niños indígenas, y vulnera sus derechos a una vida digna.
“La situación de emergencia compleja en la que se encuentra Venezuela desde hace varios años, ha dejado aún en mayor desventaja a la población más vulnerable. Entre este grupo se encuentran los niños y niñas indígenas. Los indígenas sufren por la extrema pobreza en la que viven y en particular por la falta de conocimiento, valoración y respeto de sus tradiciones culturales y de sus tierras”, señaló la organización, y precisó que la situación atenta contra el futuro de los niños.