La oposición debe hacer un debate ‘hasta que duela’, como decía la madre Teresa de Calcuta
Decía la madre Teresa de Calcuta que para que la caridad fuera verdadera, había que dar “hasta que doliera”; que no bastaba dar lo que nos sobraba o lo que no nos hacía falta.
Lo mismo podría decirse de la actitud de la oposición venezolana a propósito de las propuestas de lo que debemos hacer a futuro. Todas deben ser bienvenidas y todas deben suscitar un debate, pero la condición sine qua non para que cualquier propuesta sea viable es que esté precedida de un balance descarnado sobre lo que hemos hecho TODOS (mayúsculas ex profeso) y que el debate lo hagamos “HASTA QUE DUELA”. Aquí no vale hacerse el policía de Valera o decir que mientras cometíamos los errores algunos no nos enteramos porque estábamos comprando querosén.
También es necesario que el balance no se salde con eufemismos, con tópicos genéricos o con lugares comunes, como sería decir: “todos somos responsables”; “hemos cometido errores, pero los enmendaremos”, etc.
Aquí vale la pena refrescar lo que el catecismo de la Iglesia católica establece sobre la buena confesión. Dice que son necesarios 5 pasos: 1. Examen de conciencia; 2. Dolor de corazón; 3. Propósito de la enmienda; 4. DECIR LOS PECADOS AL CONFESOR (de nuevo en mayúscula ex profeso) y 5: Cumplir la penitencia.
Cuando resaltamos lo de “decir los pecados al confesor” es porque justamente estamos en la obligación de llegar al fondo identificando los errores, llamando a cada cosa por su nombre y depurando responsabilidades.
Es cierto que los errores no son todos nuevos. La democracia venezolana los viene arrastrando desde hace mucho tiempo y fueron justamente, los polvos de esos errores, los que nos trajeron los lodos de Chávez y de esta pesadilla.
En efecto, tenemos que preguntarnos si la aparición del alacranato no es acaso el producto de muchos años de abandono de la formación política, doctrinaria y en valores en las filas de los partidos. En esa afición deplorable de formar las organizaciones como caimaneras de pelota sabanera, o grupos de serenata “vente tú”, en los que, sin importar de dónde venían ni quiénes eran, se metían en el equipo y en el conjunto, a veces solo porque eran los dueños del bate, la pelota o la guitara…
Y no es acaso esta perversión hija de aquella de entregar cuotas en las planchas de los partidos y en el gabinete a los medios de comunicación y grupos de presión económicos o sociales. O la de decidir líneas políticas en las casas de los “Amos del Valle”. Esos mismos que jugaron a la antipolítica con Irene Sáez y después, al ver que no cuajaba, saltaron a los predios de Hugo Chávez.
Por otra parte. ¿Es que no estamos en la obligación de decir los pecados y los pecadores sobre la dejación de responsabilidades? ¿Sobre las luchas subalternas? ¿Sobre el astracán que montamos con el manejo de los activos y, ahora, con la insólita renuncia de Borges?
Por supuesto que hay que avanzar. No podemos revolcarnos en los errores sino superarlos. Tampoco convertir ese debate en un torneo rocambolesco de intercambios de culpas del tipo “Songo le dio a Borondongo; Borondongo le dio a Bernabé…” o en sesiones de autoflagelación y colocación de cilicios. Pero de que hay que hacer un balance hay que hacerlo.
Finalmente, como las cosas que vamos a analizar se juzgan por sus resultados, también deberemos asignar los méritos a quienes lo han tenido y dejar constancia de lo duro que hemos batallado en un país donde no hay democracia ni escrúpulos para tratar a los opositores y que todo eso hace la tarea más difícil y compleja.
Viene el episodio de Barinas y tenemos una buena oportunidad de mascar chicle y caminar al mismo tiempo. Podemos examinarnos y proponer una política inteligente que, incluso, puede convertirse en moralizadora si acertamos en los medios que tenemos que usar para avanzar y derrotar al régimen de manera concluyente, en un estado emblemático para la “revolución”.
Deberemos también recomponer las fuerzas y la dirección política. El evento del 21 dejó claro que nuestros aficionados no están contentos con la dirección del equipo. Cuando los estadios se vacían y los pocos espectadores pitan, es que el público está mandando el mensaje de que quieren que cambien, por lo menos, el line up o las estrategias.
Tendremos que buscar un rasero común que nos juzgue porque nadie podría tener la facultad de decir quién es el bueno y quién el malo. Solo los ciudadanos podrán indicarlo y por ello hay que analizar un mecanismo serio, democrático y confiable para averiguar la verdadera voluntad de la gente.
Culminamos, entonces, como empezamos: tenemos que ver hacia el futuro con esperanza y optimismo porque hay razones; pero para avanzar, dado que la especie humana es la única que tropieza dos veces con la misma piedra, TODOS debemos hacer un balance, profundo y acucioso y HASTA QUE DUELA. Si no es así, no avanzaremos, nos quedaremos en el mismo sitio.
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