La noche se hizo más larga de lo habitual en el Medio Oriente. Un poderoso terremoto de magnitud 7.7 despertó a los habitantes de Turquía y Siria en la madrugada de este 6 de febrero, quienes vieron en cuestión de segundos que los cimientos de sus hogares se derrumbaban a pedazos tal cual una torre de naipes. Las escenas desgarradoras han conmocionado al mundo tras uno de los desastres más devastadores de la historia.
La implacable fuerza de la naturaleza ha dejado miles de muertos y heridos. Las víctimas aumentan mientras los rescatistas continúan sus labores de búsqueda en medio de la tragedia que empaña ambas naciones. Algunos venezolanos también fueron testigos de la aterradora escena y La Patilla tuvo la oportunidad de contactar a una joven merideña que presenció el horror y narró cómo se viven estas horas oscuras en la cuna de grandes civilizaciones.
Sara Fernández es nativa de Mérida y llegó a Kiziltepe, una ciudad en la provincia de Mardin, en Turquía hace seis años. Reveló que en el momento del terremoto se presentó un apagón y durante las últimas horas ha sido intermitente tanto el servicio eléctrico como telefonía.
“Donde nosotros vivimos se sintió muy fuerte, de hecho en estos momentos está temblando.Todo el día ha estado temblando y esta zona está en alerta máxima. Muchas ciudades afectadas no tienen servicio de gas tomando en cuenta que estamos en pleno invierno las fallas en los servicio solo perjudica más la situación”.
La joven de 36 años relató que dormía junto a su esposo y su hija cuando fueron sorprendidos por el impacto del estruendo. No tuvieron otra opción más que resguardarse debajo de una mesa mientras esperaban con angustia que la intensidad del temblor bajara.
“Buscamos abrigos, gorros para protegernos del frío y la lluvia que había. Como pudimos, bajamos con linternas por las escaleras hasta la planta baja donde nos resguardamos en un carro de la lluvia y el frío. Algunas casas cercanas si sufrieron daños más que todo paredes venidas abajo y columnas muy afectadas“.
En imágenes tomadas de redes sociales, vecinos de la localidad mostraron cómo el terremoto afectó sus viviendas y el drama de huir ante el riesgo de que las paredes y techos colapsan sobre ellos.
A 407 kilómetros del epicentro en Kahramanmaras, el distrito de Kiziltepe es una pequeño poblado al sureste de Turquía que limita con Siria. Precisamente fue esa región la más afectada por el movimiento telúrico de gran magnitud, ya que se ubica justo sobre las placas de Anatolia, Africana y Arábica, una de las zonas sísmicas más activas del mundo.
La localidad históricamente ha sido testigo de diversos conflictos al ser un lugar donde habitan en su mayoría kurdos de la tribu Kîkan. En la década de los 80, Kiziltepe fue refugio para muchos de los que huían de la persecución del dictador Saddam Hussein.
Luego del primer temblor en la madrugada, Sara y su familia esperaron hasta primera hora de la mañana para subir de nuevo a su apartamento y constatar la situación en su vivienda. Aunque las paredes resultaron agrietadas, no hubo ningún incidente que lamentar. Pero aún así decidieron que lo más sensato sería partir a otro destino.
“Al medio día tomamos la decisión de venir a la empresa donde trabaja mi esposo, por recomendación de las autoridades que repetidamente alertan sobre las réplicas aún estamos aquí. Desde aquí a otras ciudades han salido muchas unidades policiales y de bomberos para ayudar a las zonas más afectadas, y los bancos de sangre están pidiendo la máxima ayuda para los afectados que se encuentran en hospitales”, precisó.
Sara confirmó que las réplicas han sido leves pero alrededor de la 1:00 de la tarde ocurrió una intensa de corta duración pero fuerte.
El daño en Turquía es irreparable y evidente en medio de infraestructuras desechas, toneladas de escombros, gritos de dolor, desesperanza y angustia. Pero la amenaza sigue latente y los ciudadanos permanecen bajo alerta de posibles movimientos aún más fuertes. Las autoridades instan a tomar medidas preventivas y a no bajar la guardia.
Video: Así quedó la vivienda de Sara tras el fuerte terremoto (cortesía)
Las clases que debían retomarse este lunes luego de un receso de dos semanas, fueron suspendidas nuevamente por el gobierno y planean reanudarse el próximo lunes. Más allá de eso, la ciudad perdió la completa calma. Muchos siguen en la búsqueda de lugares planos como fincas o poblados más pequeños para refugiarse. Sara mencionó que solo los supermercados se mantienen abiertos ya que las compras aceleradas y el nerviosismo se hicieron presentes entre los vecinos.
Por su parte, Sara aseguró que ha tenido contacto con otros criollos y mencionó que una venezolana lamentablemente perdió su vivienda en Hatay. Asimismo, admitió que el temor aun la embarga y su mayor preocupación hasta ahora es buscar un refugio “seguro” para mantenerse a salvo junto a su familia.
“Con respecto a los centros de acopio cerca de nosotros solo está funcionando uno que es del gobierno. Mi mayor temor es que vuelva a temblar así de fuerte y que no podamos resguardar nuestras vidas. Estaremos en este lugar que no es muy cómodo pero al menos nos brinda algo de tranquilidad para pasar esta noche. Espero que en este país se tomen medidas más avanzadas ya sea para alertar a la población de estos sismos, que las edificaciones estén en mejores condiciones y puedan resistir estos eventos y que como seres humanos sigamos siendo solidarios ante el dolor y la tragedia que viven los demás”.