El mejor amigo del hombre es el perro y el peor, la barriga. Por eso tuve una conversación muy tirante con ella, que les transcribo…
Tras tener una fuerte discusión con ella luego de tratar de ponerme un pantalón que jamás pude abotonar, me calmé, le pedí que nos sentáramos en la sala y le hice unas preguntas para dejar las cosas claras en nuestra relación.
REUBEN: Solo quiero que me expliques algo. ¿Por qué eres tan salida? Ya ni me dejas ver lo que tengo abajo. Por si acaso, me refiero a los pies.
BARRIGA: Es que debes comprender que ya con los años me he convertido en tu pequeña mascota. También tengo derecho a salir y que me paseen.
R: Sí, pero es que lo tuyo ya no es libertad. Es libertinaje.
B: Bueno, es que yo también tengo derecho a asomarme por encima del pantalón.
R: Para asustarme cada vez que te da por tocar la hebilla fría de la correa, ¿verdad?
B: Je, je… bueno, para eso también, pero en verdad lo que quiero es conocer nuevos mundos. Nosotras las barrigas también tenemos derechos como cualquier ser vivo. Derecho a crecer y expandirnos. Derecho a que no nos encasillen como una barriga y ya, sin conocer nuestro género. En tal caso deberían llamarnos “barrigues”.
R: ¿Pero tú estás segura de que estás bien? Porque me llama la atención que yo ya terminé de crecer y lo único que sigue creciendo en mi cuerpo eres tú.
B: Bueno, papito, es hora de que te vayas enterando de que la verdadera señal de la vejez no son las arrugas ni la calvicie. Es mi tamaño.
R: Sí, pero es que no sé qué hacer para que bajes de tamaño.
B: Para eso te tengo un ejercicio que no falla.
R: ¿En serio? ¿Cuál?
B: Mira, tú subes un brazo.
R: Ok.
B: Subes el otro.
R: Ajá.
B: Y te pones una camisa negra. Así no se te ve la barriga.
R: ¿Y en qué parte es que se ríe uno?
B: Bueno, entonces ponte a hacer abdominales.
R: Será, aunque la parte que más me gusta de los abdominales es cuando estoy acostado, porque dejas de verte.
B: Pero a ver, ¿cuál es tu fijación conmigo, pues? Si yo más bien le he traído beneficios a tu vida.
R: ¿En serio? ¿Cuáles?
B: Mira, si no tienes mesa cerca, puedes apoyar el trago en la barriga. Cuando te pones a trabajar en la computadora y te jorobas, yo te sirvo de amortiguador. ¡Ah!… y gracias a mí, ahora te compras puros zapatos sin trenzas porque yo siempre me atravieso para que no puedas amarrarlas.
R: Mira mi cara… Estoy tan alegre…
B: Además, una buena barriga es indicativo de que tienes los medios para ser un buen sugar daddy.
R: Bueno, te diré que yo no conozco a la primera persona que esté orgullosa de su barriga.
B: Yo sí: Isaac Newton.
R: ¿Newton?
B: ¡Claro!… ¿Tú te creíste el cuento de que él descubrió la gravedad porque le cayó una manzana en la cabeza? ¿Qué va? Eso fue que vio cómo la barriga le rebotaba mientras trotaba.
R: ¿Sabes qué? ¡Esto se acabó! Me voy a comprar una faja.
B: La gente se va a dar cuenta cuando te salude de una palmadita en la espalda.
R: Entonces me voy a plastificar la barriga para que me sirva de faja y a la vez sude.
B: Nadie se va a aguantar ese olor.
R: Entonces te voy a hacer la ley del hielo.
B: ¿Me vas a dejar de hablar?
R: No, te voy a poner un hielo encima para que, del shock, a juro te tengo que meter.
B: ¡Nooooooooo!
Y así fue como caminé directo a la nevera para sacar un cubito de hielo. La cosa es que, en el camino hacia el cubito, se me atravesó por sorpresa un pote de helado. Y bueno, como no me aguanté, ahora mi barriga está más grande.
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