Limpiar una quebrada obstruida con basura, colchones, ropa y hasta neveras es el primer paso de un proyecto urbanista para transformar una barriada en Caracas, que quiere evitar ser arrasada por una crecida causada por las lluvias, como ya ocurrió en el pasado.
Es “El sueño de Catuche”, bautizado así por el riachuelo en torno al cual creció de forma anárquica esta comunidad del mismo nombre y 5.000 habitantes, serpenteada por escalinatas y callejuelas con casas de techos de zinc y ladrillo expuesto.
El proyecto busca construir plazas y un “corredor ecológico” con vegetación, reforzar las orillas y prohibir construcciones en zonas de riesgo para prevenir otra catástrofe como la que ocurrió hace 23 años.
Las torrenciales lluvias de 1999, que arrasaron el costero estado Vargas, vecino de Caracas, arrastraron también unas 400 casas humildes en Catuche, con 11 fallecidos.
Unas 200 familias fueron ubicadas en edificios construidos por el gobierno en un terreno seguro y cercano. Las otras 200 nunca recibieron viviendas y volvieron a reubicarse en zonas de riesgo.
“El agua puede crecer de un momento a otro (…) y llevarse tu casa en cualquier momento”, insiste Mercedes Pérez, residente del barrio, alarmada porque “ha llegado mucha gente nueva ocupando espacios que no deben ocupar”.
“No queremos que otra gente, otra familia, pase lo que pasaron tantas familias aquí en Catuche”.
Estudiantes de arquitectura en Caracas participan en un proyecto de reurbanización de estos espacios, bajo la supervisión de la Escuela Nacional Superior de Arquitectura de París-La Villete.
“Tienen que pensar en color”, dice el arquitecto francés Marc Bourdier a los pupilos reunidos en un pequeño terreno cerca de una cloaca. “Recuerden que es un espacio común, pero también un lugar de paso”.
“La idea es proporcionar soluciones para los espacios a lo largo de la quebrada, de modo que el espacio común sea utilizado por todos y no vuelva a ser invadido”.
Es un desafío. A pocos metros, Teodosio Ramírez, de 62 años, está justo trabajando en la ampliación de la vivienda de sus vecinos.
“La casa está creciendo y la familia también”, dice este hombre, soplete en mano para construir una especie de escalera.
Desde ahí puede verse una zanja y la montaña fracturada por la lluvia: no hace falta ser un experto para entender que es una zona de riesgo. De hecho, Ramírez, que vive en el sector desde 1971, lo perdió todo en 1999 con la tragedia: “Mi casa se cayó”, recuerda. Pero no se va. Levantó otra, la actual, muy cerca.
Pérez organiza reuniones para evitar que hayan construcciones en las orillas de la quebrada, y para recoger la basura de la quebrada y que no boten más.
“Tenemos que concientizarnos nosotros mismos”, dice. “La (basura) de unos es muy grande… es una nevera, botan pedazos de cama. Cosas grandes que pueden tapiar la quebrada y desbordar el río, es lo que no queremos”.
Las lluvias golpearon fuerte este año en Venezuela. En Las Tejerías, a una hora de Caracas, murieron 54 personas tras el desborde de decenas de quebradas, que arrastraron lodo, piedras y casas.
Un elemento clave es que no se construya al margen del río.
“Los ingenieros y botánicos trabajan para ver cómo puede mantenerse, incluso con nuevas inundaciones”, explica el arquitecto Claudio Secci, también de la universidad francesa. “Todo se diseña con las comunidades”.
El río “tiene que ser una riqueza”, señala Pérez, que se entusiasma con los árboles frutales que se pueden plantar allí, aguacate, limón, toronja, y algunas hortalizas. “Es una tierra que es nuestra para eso”.
“Queremos que puedas pasear y puedas ver el camino verde, que puedas caminar sin ensuciarte los zapatos”, sigue. “Queremos vivir en un sitio sano, bonito, como debe ser, un río limpio para pescar trucha”. AFP