Armando Benedetti, el saliente embajador de Venezuela que empezó su carrera electoral hace 30 años como concejal de Bogotá, es un hombre que se supo robar la atención durante el uribismo, el santismo, y ahora el petrismo. Un hábil político que sabe bien hacia dónde miran los reflectores y cómo acercarse al lugar donde está la luz. Incluso los petristas fieles, que no confiaron en él desde un principio, reconocen que es un hombre que sabe regresar al centro del poder. La pregunta no es si volverá. La pregunta es cómo.
Organizó las reuniones, contó los votos en cada departamento, manejó la agenda del hoy presidente, voló por todo el país con él. Quien era entonces su secretaria privada en el Senado, Sarabia, iba en el mismo avión. Una vez ganó Petro, aunque Benedetti quería el ministerio de Defensa, su lealtad en la campaña no fue premiada allí sino en la embajada en Venezuela, con la tarea de retomar las relaciones diplomáticas con Caracas. Se alejó del epicentro del poder en Bogotá, donde quedó Sarabia, la joven asistente que llegaba a presidencia gracias a él. Pero la relación, en estos 10 meses de Gobierno Petro, se enfrió con la distancia.
El hombre que empezó en el partido Liberal en los años noventa se pasó al corazón del uribismo cuando el expresidente Álvaro Uribe ganó las elecciones en 2002 y Benedetti entró a la Cámara de Representantes por Bogotá después de un periodo en el concejo. Así como entregó sus habilidades políticas al petrismo en 2020, no dudó dos décadas antes en darle el mismo tipo de apoyo incondicional al uribismo: su eslogan de campaña para el 2006, el año de la primera reelección del expresidente, era “100% con Uribe”. En su segundo periodo legislativo, del 2006 al 2010, ya era senador de La U y también apoyó la segunda reelección (que eventualmente frenó la Corte Constitucional).
“100% con Uribe”