Desde Berlín: Martha Escalona Zerpa
Especial para: Qué Pasa en Venezuela
Fotos: Martha Escalona Zerpa & Prensa Berlinale 2024
La Berlinale se llevó a cabo desde el 15 hasta el 25 de febrero en su edición Nº 74, su sede como siembre Berlín. Aquí te dejo los detalles de lo que fue:
La sede temporal
La Potsdamer Platz es, en el grisaceo febrero, uno de los lugares más tristes y lugubres de la capital alemana. Desde 2020 este lugar, durante decadas tierra de nadie y reconstruído de los escombros de la guerra, ha sido la sede del festival y como enclave arquitectónico no ha pasado de ser un simulacro de urbanidad.
En realidad, no es culpa de la Berlinale. Como sede de festivales, Berlín simplemente no puede competir con Venecia y su Lido, Cannes y la Croisette.
La Berlinale no tiene vistas al Mediterráneo, sino a la Potsdamer Platz. Pero ahora, como si el distrito quisiera poner un pequeño broche de oro de consuelo a esta zona, la calle Alte Potsdamer Straße, que conduce al Berlinale Palast, se ha transformado en una acogedora zona peatonal, con bancos largos ovaladdos que parecen submarinos e, incluso, terminada a tiempo para el festival.
En Berlín, eso es cualquier cosa menos normal. Hace quince días, parecía que los visitantes de los estrenos mundiales en el «Berlinale Palast» tendrían que sortear vallas en la zona de construcción. Pero a ambos lados de la calle, hay restaurantes del montón: Pizza Hut, Five Guys, Brammibal’s Donuts, donde nadie querría ir a comer.
Las estrellas se disuelven
Triste es también lo que ha quedado de «El Boulevard de las Estrellas» de la Potsdamer Platz.
Desde la estación de trenes hacia el «Berlinale Palast» se traspasa el «Boulevard de las Estrellas» en la isla de la avenida de la Potsdamer Straße.
Este se inauguró con motivo de la Berlinale 2020 como modelo del «Paseo de la Fama de Los Ángeles», con la diferencia de que se centra en cineastas de Alemania: Romy Schneider, Götz George, Marlene Dietrich, entre otros.
Al principio se hizo hincapié en el glamour, pero de eso hace ya mucho tiempo. El asfalto de color rojo está descuidado y tiene grietas profundas, faltan estrellas y las mirillas de los dispositivos a través de los cuales se supone que las estrellas son visibles como hologramas están cubiertas de grafitis. Desde 2016, no se han concedido más estrellas a este monumento. La obra ha quedado a su suerte.
La sede de la Berlinale, el asi llamado «Berlinale Palast», es un teatro que se alquila cada año. A diferencia de las naciones cinematográficas de Francia e Italia, el Estado alemán no ha construido una sede propia para su festival de cine más importante. La Berlinale sólo ha alquilado una sede, y el año que viene expira el contrato.
Un regreso al «Filmpalast» del «Bahnhof Zoo», donde se inauguró en 1951, sería una solución de emergencia en el mejor de los casos, y un traslado a una ubicación temporal sería un desastre. El senado de Berlín, que este año contribuye por primera vez a los costes del festival con una importante suma, y la Secretaría de Estado de Cultura harían bien en plantearse una solución al problema de la ubicación lo antes posible.
Berlín no es ni Cannes, ni Venecia
En cualquier caso, la Berlinale es un festival de cine al que no le resulta fácil conservar su importancia frente a Cannes y Venecia.
Mientras Cannes es la cumbre del cine de autor de renombre, la temporada de los Oscar comienza en Venecia, y la Berlinale solo le queda la opcíon de embarcarse en un viaje de descubrimiento de lo que queda entre uno y el otro y, en el mejor de los casos, encontrar un perfil propio.
Un duo directivo en malos tiempos
Hace cinco años, Mariëtte Rissenbeek y Carlo Chatrian fueron nombrados, con grandes esperanzas, nueva dirección en duo del festival.
Se suponía que darían a la Berlinale una estructura más esbelta, afinarían el perfil de la competición en relación con las demás secciones y situarían al festival en pie de igualdad artística con la competición de Cannes y Venecia.
Hoy, hay que decir que este plan ha fracasado: la Berlinale no está internacionalmente mejor que antes, el número de películas y secciones se ha reducido por razones financieras, pero sigue siendo abultado.
Y también han tenido mala suerte desde el principio de su mandato. En 2020, la primera vez, el festival se vio ensombrecido por el atentado neonazi en la ciudad de Hanau, luego vino la pandemia de corona y los recortes presupuestarios, y ahora hubo problemas por dos diputados de la AfD que fueron invitados a la gala inaugural y luego volvieron a ser desinvitados.
Mientras los problemas de gestión se acumulaban en la mesa de Rissenbeek, Chatrian pareció sentirse solamente responsable de la selección de películas para el festival.
Apenas estuvo presente en Berlín, manteniéndose siempre al margen de los debates sobre política cinematográfica y de festivales en el panorama cinematográfico alemán.
Con Carlo Chatrian también hubo problemas de contenido. Sí bien es un cinéfilo, la experiencia cinematográfica por sí sola no basta para dar un nuevo rostro y un nuevo perfil a un gran acontecimiento fílmico como es la Berlinale.
En el trabajo de Chatrian apenas se puedo entrever una visión leve de curatoría, una idea para el mayor festival público del mundo. Pero, en general el festival contó con los mismos nombres de autor que antes, y faltaron películas que podrían haber dado forma al panorama cinematográfico más allá del festival.
Su innovación más importante, la introducción de una competición adicional llamada «Encounters» (Encuentros), difuminó los límites entre las secciones, le quitó significación a la sección principal de competición e hizo aún más confuso el programa principal del festival.
Además, algo que también faltó estos cinco años, fué la calidez y hospitalidad en la sede del festival, en la cada vez más fría Potsdamer Platz.
Tricia Tuttle en la 75. Berlinale
A partir del 2025 Tricia Tuttle, antigua responsable del Festival de Cine de Londres («BFI London Film Festival») y del «Festival LGBTQIA+», asumirá el cargo de Directora Artística y Directora General de la Berlinale. Esto significa, que se acabará la doble dirección del festival.
Actualmente Tuttle dirige el departamento de largometrajes de la «National Film and Television School». La revista de cine «Variety» incluye a Tuttle entre las 500 personalidades más influyentes de la industria mediática mundial. Grandes expectativas se vinculan a su nombre y reputación.
Porvenir del festival
La pregunta esencial del festival no es cómo puede llevar las crisis políticas del presente a sus pantallas, porque éstas crisis llegarán a Berlín de todos modos, en forma de cine o de otras formas, sino cómo la Berlinale puede crear una presencia duradera en el mundo de la cultura y el espectáculo, en una realidad cada vez más atravesada por el uso de teléfonos inteligentes, el streaming, los vídeos de YouTube, las publicaciones de Instagram y TikTok, una realidad en la que todo lo cinematográfico se disuelve en las múltiples ofertas de los medios digitales.
Para sobrevivir en un mundo da vez más digital, el festival de cine de Berlín necesita una estructura de programación que cree claridad, en lugar de borrosidad y una sede propia que esté a la altura de su pretensión de ser uno de los tres principales festivales de cine del mundo.
Por fortuna, la Berlinale lleva décadas con un público que le ha sido siempre fiel. Para que los Osos de Oro vuelvan a brillar no es necesario ningún aspaviento político, sino una claridad visionaria, que sólo cabe desear a la futura directora de la Berlinale.
Al fin y al cabo, los premios de un festival internacional de cine, sea Berlín, Cannes o Venecia, no honra temas, sino grandes películas.