Una vela a Dios y otra al diablo. En Estados Unidos, Álex Saab debe enfrentar el más profundo dilema. Su esposa, de quien sus amigos dicen está enloquecido de amor, está en la Venezuela de Nicolás Maduro. Y a su hijo Shadi Nain, la otra luz de sus ojos, los Estados Unidos lo investigan y podrían llevarlo tras las rejas. Si él decide cantar ante el Tío Sam, a su esposa podrían negarle la salida del país o incluso ser perseguida judicialmente. Pero si se niega, tanto él como su hijo podrían pasar años vestidos con ese temible uniforme naranja.
Por semana.com
Cualquiera que se acerque a la trama del caso de Álex Saab la encontrará mucho más interesante que una serie de Netflix. Se trata de una historia que combina poder, lujos, excesos, propiedades en el exterior, sociedades fantasma y las más tórridas relaciones amorosas. Y, además, ha pateado el complejo tablero del ajedrez de la política en América Latina.
Por el lado de Nicolás Maduro, su estrategia tiene nombre y apellido: Camilla Fabri. La hermosa modelo italiana es la punta de lanza para vender la tesis de que Álex Saab no es el testaferro que guarda los secretos del régimen, sino un mártir del imperio. Fabri ha sido perfecta en este rol. El amor sincero que se le nota por el barranquillero, su inteligencia y buena oratoria, las lágrimas que derrama cada vez que sale en público y el poderoso mensaje que manda en cada intervención han tenido eco. Hasta la semana pasada, de Fabri solo se sabía que era la modelo italiana casada con Saab.
La mujer, de hecho, despertaba sospechas porque había comenzado vendiendo ropa con un salario de 1.800 euros y terminado con un apartamento en la lujosísima Via Condotti de Roma. La justicia italiana decidió confiscar la propiedad y abrirle un proceso por blanqueo de capitales.
Allá tendrá que explicar cómo terminó con este inmueble de 5 millones de dólares, situado unos pisos más arriba de la prestigiosa tienda Bulgari, lleno de valiosas obras de arte en su interior y 1,8 millones de euros en dinero (ver artículo siguiente). Esa mujer de la que muchos se habían hecho una idea era muy diferente a la que apareció el domingo pasado, en una manifestación en la Plaza de Bolívar de Caracas.
Allí, Camilla Fabri parecía simplemente una esposa presa de un enorme sufrimiento. Sin embargo, su discurso encajaba perfecto con la tesis desplegada por Maduro. En medio de aplausos, la mujer atacó al Gobierno de Joe Biden. “Quiero denunciar la concreción de un segundo secuestro a mi esposo… Lo que más le molesta a Estados Unidos es que mi esposo, Álex Saab, jamás se doblegará”. En sus palabras, Fabri se refería siempre a Maduro como el “Gobierno legítimo”.
En medio del acto, Fabri sacó una carta escrita por su esposo en la que sostenía el mismo mensaje pro Maduro. “No pienso mentir para favorecer a Estados Unidos en contra del que atraviesa un bloqueo inhumano… Enfrentaré el juicio con total dignidad… Deseo dejar claro que no tengo nada que colaborar con Estados Unidos”, decía. La semana pasada, Fabri apareció en una entrevista en Telesur y también derramó lágrimas. Relató que había podido hablar cinco minutos con su esposo después de la extradición, quien le había relatado cómo a su sitio de detención en Cabo Verde llegaron 20 agentes que no le habían dado tiempo ni de ponerse los zapatos.
Agregó que en ese país africano, lejos de tener una detención llena de comodidades, lo habían torturado física y psicológicamente. Incluyó en su relato privaciones de alimentos y de agua, golpes que le tumbaron los dientes y un constante maltrato verbal. La historia de cómo Fabri llegó a la vida de Álex Saab y se quedó clavada en su corazón no es clara.
Como cuenta Gerardo Reyes en su libro Álex Saab: la verdad sobre el empresario que se hizo multimillonario a la sombra de Nicolás Maduro, depende de quién la narra. Ella cuenta que había sido en un restaurante en París. Saab no le quitó la mirada, luego buscó su teléfono y la llamó. La versión de la exesposa, Cynthia Certain, es menos idílica.
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