Aylín, de 26 años, salió de Venezuela embarazada y arriesgó todo para llegar a Estados Unidos.
“En la selva subiendo la montaña como que iba a reventar fuente, pero Dios me ayudó y aquí estoy”, recuerda.
A los tres días de llegar a Nueva York dio a luz, pero su felicidad ahora está empañada por el temor a ser deportada y separada de su hijo estadounidense.
“El baby nació acá y si nos llegan a deportar imagínate, él no puede salir, nos mandan a nosotros y él queda aquí”, dice.
Su caso no es el único. La mayoría de los migrantes que cruzaron la frontera tienen procesos de deportación hasta que puedan demostrar que se justifica concederles el asilo, nos dice la abogada de inmigración, Claudia Bernal-Pérez.
“Ellos están autorizados de quedarse solamente mientras su caso esté pendiente y el controlar que cumplan con las ordenes de conducta que se les da es justamente es con el reporte que tienen que hacer con sus oficiales de deportación”.
Además, las familias se enfrentan a procesos separados y no pueden trabajar mientras esperan.
“Esto es consecuencia de la mala información que recibe esta gente en sus países de origen cuando les dicen es fácil, te van a dar trabajo y te van a dar permiso ni bien llegues porque esto es totalmente falso, esto no es lo que sucede”, continúa la abogada.
La Oficina de Presupuesto estima que proveer refugio, educación, atención médica y asistencia legal a 17,500 personas que están en el sistema de refugios municipales le cuesta 600 millones anuales a la ciudad de Nueva York.