Lapatilla
Unos 161.000 migrantes que han llegado a Nueva York desde 2022, en buena parte venezolanos, afrontan el año nuevo inmersos en una realidad muy distinta a la de sus países de origen, pero no necesariamente mejor.
Las fechas festivas fueron especialmente duras para muchos inmigrantes latinoamericanos que pasaron las fiestas lejos de casa y sin apartamento, pues la mayoría de ellos reside en los hoteles o albergues que ofrece la ciudad en estos casos y que deben abandonar en un plazo determinado.
Unas fiestas sin casa
En busca de una vida digna, la realidad que encuentran en la Gran Manzana está marcada por unos precios de alquiler desorbitados y por la obligación de dejar los refugios habilitados por la Alcaldía, donde muchos ya están recibiendo órdenes de desalojo en un plazo de 60 días para las familias con hijos y de 30 para los adultos solteros.
Dos mujeres de Perú que entablaron amistad en el hotel Roosevelt, en la calle 45 de Manhattan -convertido en un albergue para los migrantes sin hogar- recibieron en diciembre la carta de desalojo y deben dejar el hotel en febrero: tras su salida no disponen de un lugar al que ir.
Ambas aseguran que alquilar un apartamento en la ciudad es difícil, sobre todo por los precios abusivos y por el requisito de documentación de la que no disponen; además, afirman que tener hijos pequeños es un obstáculo añadido a la hora de encontrar un lugar en el que vivir.
Estas fechas tuvieron un sabor agridulce para las peruanas: “Para mí esta Navidad es triste, porque me vine aquí solo con mi hijo y pasamos Nochebuena en el cuarto. No es igual que cuando te reúnes con tu familia”, expresó a EFE una de ellas, que prefirió preservar su anonimato.
A pesar de haber emigrado juntas a Nueva York, otras familias pasaron las fiestas separadas. “Me quedo sola con mi hijo menor en el albergue porque a mi hijo de 19 años lo cambiaron a un centro de hombres solteros”, contó a EFE una venezolana.
Otros inmigrantes dejaron la Gran Manzana por las dificultades. Es el caso de dos hermanas, también de Perú, que hasta hace poco se alojaban en un hotel en Queens y que pasaron Año Nuevo en Texas junto a sus respectivos maridos e hijos, con los que comparten un apartamento.
“En Nueva York apenas hay oportunidades, el alquiler es muy costoso y es complicado encontrar trabajo”, explicó una de ellas, que tampoco quiso desvelar su nombre.
Una historia diferente
Una historia diferente fue la propiciada por la iglesia de San Pedro en Manhattan y las asociaciones Pucomit y Raza Zapoteca, que organizaron una semana antes de Navidad la ‘reunificación’ de 32 familias de pueblos indígenas mexicanos que llevaban años sin ver a sus hijos, sobrinos o nietos.
En estos casos, normalmente fueron los hijos quienes emigraron y viven ahora indocumentados en Nueva York, un factor que no les ha permitido volver a sus países de origen y visitar a sus seres queridos.
Ignacia y Ladislao se reencontraron en esa jornada con su hijo Orlando, que emigró de Hidalgo a Nueva York en 2012; al preguntarle por sus planes para estas fiestas, Orlando respondió que quería llevarlos de compras, celebrar y enseñarles Nueva York, pero sobre todo “disfrutar la vida, porque el tiempo se va rápido”.
Desde la primavera de 2022, Nueva York vive una crisis migratoria sin precedentes, y el alcalde de la ciudad, Eric Adams, planea recortar en un 20 % el gasto que destina a los miles de migrantes que residen en la Gran Manzana.
En una entrevista concedida el pasado viernes a la cadena CNN, Adams aseguró que esta crisis “tiene el potencial de desestabilizar las obligaciones financieras” de la ciudad y previamente había afirmado que esta situación ha llevado a Nueva York a una crisis fiscal que obligará a gastar 12.000 millones de dólares para 2025.
EFE