Por esos lares del espectro de todo lo ajeno al PSUV se han cruzado demasiadas líneas… Rojas, por supuesto, lo cual pone en entredicho la tesis de que el éxito opositor consiste en sumar organizaciones
Trabajar con política venezolana no es fácil. Para el activista opositor, siempre es peligroso. Para los que no hacemos política sino que la estudiamos, es deprimente. Periodistas y politólogos (tengo el gusto o desgracia de ser ambas cosas) no podemos abstraernos de la política nacional y pensar en todo menos ella, como hace el grueso de la población venezolana ante la debacle congelada. Así que, en resguardo de mi sanidad mental, desde hace un par de años he adoptado una especie de filosofía que pudiera llamar “pesimismo activo”. Consiste en asumir que en el corto y mediano plazo el chavismo seguirá gobernando y la dirigencia opositora seguirá yendo de error a error.
Paso todo el día observando el acontecer político, pero sin hacerme ilusiones que al frustrarse terminen en amargura. Solo así encuentro el ánimo para seguir dedicándome a esto e insistir en lo que modestamente creo acertado. Y claro, disfrutar dentro de mis posibilidades de los gozos naturales y culturales que este devastado país aún ofrece ayuda mucho.
Viendo las secuelas de las elecciones regionales y municipales, me alegro de haberme, por decirlo coloquialmente, pasado este switch. Las lecturas de la situación por el liderazgo opositor no son muy distintas a las que la llevaron a su estancamiento de los últimos años. De nuevo, una tendencia a subestimar aquello de lo que es capaz el régimen, confianza ingenua en acuerdos producidos en diálogos en los que el chavismo nunca estuvo dispuesto a hacer concesiones importantes, y una falta tremenda de preparación ante eventuales exabruptos.
Para muestra Freddy Superlano, el ganador de la contienda por la gobernación de Barinas que sin embargo no será gobernador. Aunque Superlano llamó a protestar contra la anulación de su victoria, también adelantó que la MUD “le daría una redoblona” al PSUV en las elecciones repetidas, lo cual es un tácito reconocimiento de que su victoria ya está irreversiblemente desechada. Un poco complicado eso de invitar nuevamente a votar si no fuiste capaz de defender el voto en primer lugar.
Pero hay una de estas interpretaciones postelectorales en la que quiero detenerme, por considerarla particularmente nociva. A saber, la que sostiene que estos comicios no fueron otro fiasco para la oposición debido a que la inmensa mayoría de los ciudadanos se abstuvo, sino a que “la oposición fue dividida”. En el artículo de la semana pasada sostuve por qué, a mi juicio, este argumento no es más que un vano intento de omitir el hecho de que pocos venezolanos ven en el voto, sin una estrategia de movilización en torno suyo, un instrumento para lograr el cambio político.
Ahora discutiré una de sus consecuencias. A saber, el llamado de algunos dirigentes y (llamémoslos así) comentaristas interesados en la política a unificar a la oposición para obtener un mejor resultado en futuros comicios.
El gran problema con este planteamiento gira en torno al concepto de “oposición”. Para los emisores de la propuesta, pareciera que el término alude a todo aquel que no sea parte del Gran Polo Patriótico, la coalición encabezada por el PSUV. Esto muy a pesar de que hay evidencia de sobra de que varias organizaciones en ese espectro en efecto se identifican como “oposición” pero no se oponen realmente al chavismo. Compiten con él en elecciones, cómo no. Pero no lo desafían. No se le resisten. Ni siquiera cuando atenta arbitrariamente contra sus intereses.
Veamos por ejemplo a Fuerza Vecinal. Hasta su mismísimo nombre es una declaración de acatamiento a la norma tácita de la política venezolana que, desde 2017, dicta que todo gobernador o alcalde debe dedicarse exclusivamente a desempeñar funciones administrativas (las que Miraflores no le quite, entiéndase) en su respectiva jurisdicción y bajo ninguna circunstancia puede promover el activismo disidente. En caso contrario, correrá el riesgo de tener la misma suerte que la generación anterior de mandatarios estatales y locales, que en buena medida terminó inhabilitada, presa o exiliada.
A pesar de todo esto, uno pudiera argumentar que se puede tender puentes con Fuerza Vecinal si sus líderes asumen posturas más desafiantes. Mucho más complicado sería hacerlo con la Alianza Democrática, que amalgama a los partidos de Henri Falcón, Timoteo Zambrano y Claudio Fermín, entre otros, con aquellas organizaciones que fueron intervenidas el año pasado por el Tribunal Supremo de Justicia.
No puede ser que haya que explicar esto, pero es una insensatez mayúscula tenderle la mano a personas que se apoderaron de partidos recurriendo a un ente externo que de paso es controlado por el chavismo, y que después los encauzaron por el ya aludido camino de ser “oposición” sin hacer oposición, rompiendo así con la trayectoria previa de dichos partidos. Eso por no hablar de los vínculos de estos señores con Alex Saab.
Y si alguien dice que lo pasado en el pasado se quedó y que hay que hacer borrón y cuenta nueva, que vea nada más las últimas acciones de Adolfo Superlano, uno de los exdiputados asociados con Saab según reveló el portal periodístico Armando Info. Fue él quien acudió al TSJ para exigir que se anule el conteo de votos que dio como ganador a otro Superlano, Freddy, en las elecciones por la Gobernación de Barinas. Otro triunfo arrebatado a la disidencia, con la participación de alguien cuyo partido (MIN-Unidad) es parte de la Alianza Democrática.
Ahora bien, alguien también pudiera argumentar que aunque pactar con Adolfo Superlano y similares es inviable, sí se puede con miembros de la Alianza Democrática “más potables”, como Falcón y Zambrano. Pero aun así es necesario preguntarse, ¿se puede confiar en quienes se aliaron con José Brito, Luis Parra, etc. aun a sabiendas de su naturaleza?
A eso hay que agregar que lo que pudiéramos llamar “falconismo” también ha abrazado el ser “oposición” sin hacer oposición.
Y lo han hecho a una escala mucho más visible que la de Fuerza Vecinal, debido a sus aspiraciones más amplias (estar en la Asamblea Nacional electa en 2020, por ejemplo). Parte de ello es repetir como mantra que la “oposición” se debe restringir al diálogo y al voto, y descalificar cualquier alternativa de resistencia cívica prácticamente con los mismos términos que usa el chavismo.
En conclusión, me parece que por esos lares del espectro de todo lo ajeno al PSUV se han cruzado demasiadas líneas… Rojas, por supuesto, lo cual pone en severo entredicho la tesis de que el éxito opositor consiste en sumar a la mayor cantidad posible de organizaciones. Pero una cosa son las organizaciones y otras son los ciudadanos comunes que las siguen. Las elecciones del 21 de noviembre mostraron que, por una razón u otra, en varios casos, la gente prefirió votar por miembros de la Alianza Democrática que por miembros de la MUD. Si la oposición real quiere volver a contar con apoyo masivo para hacer movilizaciones que presionen efectivamente por un cambio, tendrá que convencer a esos electores. Sea comicial su estrategia o no.
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