Alfa, beta, gamma, delta… Algunas más conocidas y otras menos, las variantes del coronavirus han sido bautizadas con las letras del abecedario griego desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió sustituir la denominación geográfica utilizada hasta entonces, para evitar la estigmatización del país donde habían surgido. La última detectada, ómicron, ha sido identificada en el sur de África y se extiende poco a poco por todo el planeta, al tiempo que concita la preocupación de los expertos respecto a su transmisibilidad y el efecto de las vacunas.
Por 20minutos.es
Actualmente, la variante hegemónica en todo el mundo es la delta, identificada por primera vez en la India en octubre de 2020. Desde ese momento, se expandió de manera global hasta imponerse a la alfa, dominante entonces. Significaba que no había aparecido en ningún país otra nueva con capacidad de transmitirse más rápidamente o de infectar a personas con más éxito. Hasta ahora, cuando todavía está por ver qué ocurrirá con ómicron. Ante esta incógnita, nacen otros interrogantes: ¿por qué aparecen estas versiones diferentes de coronavirus? ¿Dónde surgen? ¿Llegarán más?
Sobre todas estas preguntas, destaca una: ¿es posible hacer algo para evitar que sigan generándose nuevas variantes? Los expertos coinciden en que, cuantas menos barreras encuentre el virus para replicarse y más libremente circule, más probabilidades tendrá de mutar y dar lugar a nuevas versiones. De este modo, la vacunación se erige como un método clave para frenar la evolución del virus y el foco se centra la desequilibrada distribución de los preparados contra la COVID, que acaparan los países ricos.
En África, donde viven 1.200 millones de personas, apenas el 7% de la población ha recibido la pauta vacunal completa. Sin embargo, este porcentaje baja aún más en países como República Democrática del Congo y Burundi, donde solo el 0,043% y el 0,01% de sus habitantes ha recibido las dos dosis del suero contra la COVID-19. En esta coyuntura, mientras los países de de rentas más altas inoculan terceros pinchazos a sus ciudadanos e inmunizan a los niños, aflora otra duda: ¿cuál debe ser la distribución de estos preparados contra la enfermedad? ¿Qué destinatarios hay que priorizar?
¿Por qué y cómo surgen las variantes?
Cada vez que el virus se replica dentro del organismo humano, tiene una oportunidad para que todo salga bien o para que haya algún error. “Esos fallos son las mutaciones”, explica el vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología, Óscar Zurriaga. Se producen de forma aleatoria y pueden redundar en un cambio beneficioso para el SARS-CoV-2.
“En la medida en que esa mutación sea favorable para el virus, esto es, que tenga un mejor funcionamiento, una transmisión más eficiente… permanece. Las que no suponen un beneficio para él desaparecen”, añade. En este sentido, incide en que, mientras haya gente sin vacunar, más posibilidades tiene el SARS-CoV-2 de replicarse y más probable es que aparezcan cambios en su material genético y, por tanto, nuevas variantes.
¿Dónde surgen las variantes?
La variante delta fue identificada en India en octubre y se impuso a la alfa, que dominaba hasta entonces y había sido identificada en Reino Unido. “Realmente, aparecen en cualquier sitio, lo hemos estado viendo. Hemos tenido mutaciones en muchos países en momentos diferentes. La probabilidad de que se produzcan ahora es mayor donde menos gente vacunada hay, donde es más fácil que se produzca esa transmisión sin ninguna barrera ‘a priori’”, apunta Zurriaga.
En la misma línea se pronuncia Quique Bassat, pediatra y epidemiólogo ICREA en el Instituto Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación La Caixa: “Puede ocurrir aquí, en Europa, que es el epicentro mundial de la pandemia ahora mismo y los virus circulan con enorme facilidad, o puede mutar en aquellos lugares donde no hay barreras de prevención porque no han llegado las vacunas, como ocurre en África“.
A este respecto, recalca que muchas veces los virus tienen más facilidad para mutar cuando han infectado a una persona con inmunosupresión, ya que pueden establecer “una especie de infección crónica” y pueden seguir replicándose sin que las defensas del individuo puedan reaccionar. Se trata de algo posible en el África Subsahariana y en el sur del continente, con gran prevalencia del VIH.
¿Van a surgir nuevas variantes?
Fue Sudáfrica el primer país en comunicar la detección de la variante ómicron a finales de noviembre, pero Nigeria ya había identificado algunos casos en octubre y es “difícil” probar dónde se produjo el primero. Ante esta constante evolución del virus y las tasas de vacunación actuales de cada país, el virólogo de la Universidad San Pablo CEU Estanislao Nistal afirma: “Si ha habido poca incidencia o poca vacunación o ambas cosas en África, es ahí donde ahora mismo el virus va a tenerlo más fácil para expandirse y producir nuevas variantes”.
“El eslogan de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de ‘Solo estaremos a salvo cuando todos estemos a salvo’ no es una frivolidad, no es un eslogan bonito, es una realidad, por desgracia”, remarca Bassat. Y abunda: “En el África Subsahariana y sobre todo en el sur de África, donde la prevalencia del VIH es altísima, es un riesgo claro. Allí es donde puedan ocurrir estas mutaciones y desde ahí extenderse”.
Distribución desigual de las vacunas
La reciente aparición de ómicron y el escenario mundial dirigen el foco sobre el descompensado reparto de las inyecciones contra la COVID: con países ricos que ponen terceras dosis a sus adultos e inmunizan a los niños, mientras los pobres apenas tienen un 3% de su población con la pauta completa. “Esto no debería ser un debate, es una evidencia. Mientras no pongamos toda la carne en el asador para vacunar en todos los países del mundo, este círculo no lo vamos a cerrar nunca”, dice Zurriaga.
“Es imprescindible que los países que en este momento pueden producir, distribuir y administrar vacunas hagan más para que lleguen a otros lugares que no tienen esa capacidad. Hace falta es que se tomen más cartas en el asunto y se ponga más énfasis en esto”, ahonda, y llama a aumentar los recursos materiales y humanos para mejorar la logística en el suministro de estos fármacos.
En este sentido, se muestra muy crítico con los países ricos y su “donación de vacunas a punto de caducar”, por lo que llama a estos estados a acometer una “auténtica distribución” de dosis y no solo las “sobrantes”. “Si no se alcanza una mayor cobertura en estos países, vamos a seguir preocupándonos todos de la aparición de variantes. Si no quieren hacerlo por altruismo, que lo hagan de manera egoísta“, reclama el vicepresidente de la SEE.
De hecho, el mecanismo COVAX -diseñado para que los países más desarrollados distribuyesen vacunas en estados menos favorecidos- no ha funcionado tal y como se esperaba, por una falta de compromiso de los primeros. “Está funcionando poco, pero no porque esté mal montado, sino porque quienes lo tienen que alimentar no hacen suficiente”, lamenta Zurriaga.
Entonces, ¿cómo hay que distribuir las vacunas?
En estas circunstancias, los tres expertos coinciden en que es prioritario destinar las vacunas a los lugares con rentas inferiores y menores tasas de vacunación a causa de la escasez de dosis y las dificultades para administrarlas. “Siempre es más importante vacunar a los países pobres, porque allí hay muchas personas de alto riesgo que no han recibido ni la primera dosis”, insiste Bassat.
No obstante, reconocen la importancia de vacunar a los niños de entre 5 y 12 años, porque son ellos quienes están protagonizando las infecciones e inocularles el preparado contra la COVID reduciría la transmisión del virus. Además, aunque los casos graves a estas edades son escasos, el pinchazo también los protege de posibles secuelas a medio y largo plazo, como falta de concentración y de memoria y problemas cognitivos, apunta Nistal.
Ahora bien, no creen que ambas cosas -la vacunación masiva en países desfavorecidos y la de los niños en las naciones de rentas más altas- sean incompatibles.
Más reticentes se muestran respecto a las terceras dosis a los adultos en los países ricos, pues consideran que solo es necesaria en las personas mayores o de riesgo. “Creo que tenemos todavía tiempo para seguir pensando si las administramos todas o no“, estima Zurriaga. Lo dice al tiempo que hace un llamamiento: no dejar de lado otras medidas que siguen siendo relevantes, como la ventilación en lugares cerrados, lo no recomendable de las aglomeraciones y el uso de la mascarilla donde sea preciso. “No lo fiemos todo a la vacuna”, pide.